Opinión
Siglos de feria en Camoca
En aquella batalla naval que frenó al Imperio Otomano en Lepanto un 7 de octubre del año de 1571, además de Miguel de Cervantes, participaron también hombres de Camoca que había llevado un Concha como mesnada de la Casa de Niévares. Atribuyose aquella victoria a la intercesión de la Virgen del Rosario, circunstancia que sirvió al papa Pio V para promover junto a santo Domingo la devoción a Virgen del Rosario y el rezo del mismo, y celebrar fiesta el día 7 de octubre. Pero algo habrán tenido que ver, digo yo, los maliayos que utilizó la Virgen para sus propósitos.
Y fue en el año 1615, unos años después de la famosa batalla, podría ser que incluso por alguno de aquellos combatientes en la contienda naval, cuando fue creada en Camoca la Cofradía del Santísimo Rosario, siendo obispo de Oviedo don Francisco II de la Cueva, y haciendo gala de la tradicional burocracia y retraso en el papeleo nacional, los estatutos no se aprobaron hasta el año 1678, por el entonces obispo Alfonso VII – haciendo un poco de crónica rosa o de salón, este prelado fue uno de los sesenta hijos extramatrimoniales que se calcula tuvo del rey Felipe IV, y de una camarera de la reina de nombre María Pérez de Cuevas-. Y quiso la Cofradía y el obispo que la feria de octubre fuera dedicada a la de la Virgen del Rosario, y así se viene haciendo desde entonces en Camoca el primer domingo de este mes.
Camoca ya celebraba de muy antiguo la feria de octubre, relacionada con las fiestas de la recogida de la cosecha que se celebraban a principios del otoño, y quizás con el castro de Taloca, ochocientos años antes de Cristo, cuando se estaba fundando Roma y Homero escribía La Iliada y La Odisea, como nos recordaba el arqueólogo Jorge Camino en el pregón del pasado año, y en donde, hasta su desaparición, había una fundición de metales y se fabricaban foces y cuchillos, también vasijas de cerámica, trabajaban y teñían el lino para sus túnicas y casacas, petos para la guerra o velas para los barcos, y de sus semillas sacaban aceite, y molidas con otros granos hacían “farrapes” y tortas para su alimentación. Sabemos que en la feria de Camoca, además de los paños de lana, comestibles y lozas, se vendían tradicionalmente todo géneros de preseos y utensilios de madera y metálicos, y especialmente el lino y su industria, que dio fama y nombre a la feria, a la que hasta principio del siglo XX todavía venían arrieros de Castilla, de Galicia, pasiegos y vizcaínos, a comprar lino, en cadexos o tejido.
La arriería de Castilla venía por el puerto de Vegarada, o por el de Tarna siguiendo el Camino Real de El Sellón, cruzando los concejos de Caso, Piloña y Cabranes hasta Camoca; traían vino, aceite, pimentón, que trocaban, por sal –Villaviciosa disponía de un alfolí de la sal-, pescados, y sobre todo lino. Esa arriería estaba en manos principalmente de leoneses maragatos y gentes de la montaña que separa Asturias y León, gentes duras, trabajadoras, serias, su palabra valía por una firma reconocida, hasta tal punto que a ellos se les encargaba el transporte de dinero entre personas, empresas o entidades bancarias. No eran por ello mal vistos como partido y fueron muchos los que casaron y llevaron a la mujer con ellos, o se quedaron aquí y echaron raíces siguiendo como arrieros, o asentados como venteros y comerciantes. La letra de un poema de Ramón Rivero a la fería hace alusión a ello: “A los arrierinos, madre,/ madre los arrierinos,/ troquen linos por flores / en amorosos nidos./ Y los arrieros madre,/ madre, los mis arrieros,/ troquen los viejos nidos,/ por otros nidos nuevos.”
La revolución industrial provoca en Asturias un enorme cambio de vida, tanto en lo económico como en lo social y cultural. El desarrollo de la industria y las comunicaciones han facilitado productos que compiten fuertemente con los de la tierra, desaparecen los cultivos de lino, que dieron nombre a la feria y al río Linares que lo maceraba después de su siega, y con él los telares y filanderes que llevaban sus productos a la feria, y comienza el declive de la feria de Camoca. La entrada en el mercado común europeo, una mala política del medio rural, el subvencionismo y la globalización económica, supuso la puntilla a la economía de la aldea, haciendo que no sea rentable en absoluto producir casi nada que no sea por entretenimiento y “pa en casa”.
Pero Camoca se resiste a dejar morir su feria y los herederos de aquellos que habitaron el Castiellu de Taloca y lucharon en Lepanto, ven en la nuez el fruto de la continuidad, es cultivo antiguo que introducen los romanos, y ya en los siglos XVII y XVIII se llevaba mucha nuez a Castilla en cabalgaduras -dice el padre Carvallo-, y por mar a Portugal y Andalucía, de la que se utilizaba su aceite para consumo, candiles y lámparas.
Las nueces que llevan a la feria de Camoca un cada vez más numeroso grupo de cosecheros, son de una gran calidad y un jurado valora y premia la mejor de la feria y la mejor repostería realizada con nueces: tartas, casadielles, turrones –¡ay, aquel de tabique hecho de nueces y miel!-.
El interés y perseverancia mostrada por la Asociación de Vecinos de “La Llosa”, y la Cofradía del Rosario en mantener una de las más antiguas ferias de Asturias, haciendo suya la frase de San Esteban, rey de Hungría, que nos recordaban Monchu el cura y Camino: “Las leyes y tradiciones de nuestros antepasados deben ser para nosotros cosas sagradas, porque es difícil que un pueblo exista y perdure si reniega de los que le precedieron”, bien merece nuestro reconocimiento.
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