Opinión
Historias y desengaños
Cada día estoy más convencido de que en nuestro mundo hay gente que disfruta viendo y haciendo sufrir a los demás. Tampoco acierto a comprender esa sensación semanal que tengo de que un solo personaje, un solo individuo (por mucho presidente de Estados Unidos que sea), es quien mueva los hilos de toda la política mundial siendo una especie de “La Voz del Planeta” para el resto de la humanidad.
¿Acaso el señor Trump es quién sabe todo de todo? ¿Es que no hay nadie en algún rincón del mundo que le diga algo o que le pare los pies? Fíjense: Sin ir más lejos en los últimos tiempos la primera autoridad americana “ordena ycontrola” -según él- los conflictos bélicos entre Rusia y Ucrania, entre Israel y Palestina, amenaza a la UE con subidas de aranceles, intenta anexionar a Canadá, quiere “urbanizar” Alaska y el Polo Norte y no sé cuantas cosas más.
Y cuando se aburre con los asuntos por el hemisferio norte entonces traslada sus locuras hacia el sur y ahora con fuego real (el mismo que prohibió a Netanyahu y Hamás para conseguir un alto el fuego en Gaza), bombardea ‘narcolanchas’ venezolanas y ‘trolea’ al todavía presidente Maduro que acude todas las tardes a los cursos de iniciación al idioma inglés, algo que también le vendría bien a alguno de nuestros líderes políticos…
La última aventura de Donald Trump para seguir en lo más alto del podio que le convierte nuevamente en “dios mediático y mundial” de esta semana ha sido ordenar el envío hacia la costa de Venezuela del mayor portaviones de la flota estadounidense. Y para asegurar su hegemonía y seguir siendo el más guay de todos los dirigentes mundiales, también le da un “avisito” con amenazas incluidas al presidente de Colombia, Gustavo Petro, al que tilda de narcotraficante…Cómo diría el gran e inolvidable Narciso Ibáñez Serrador, estas son auténticas “Historias para no dormir”.
Creo que en estos tiempos la inmensa mayoría de los habitantes de la tierra (salvo de aquellos que sean sus más allegados y protegidos), empezamos a estar hartos de tener que pasar por el aro de presidentes alocados, de jefes de estado con poco juicio y hasta de muchos de los jefes de empresa y oficina que tenemos en nuestros trabajos. De nada sirve hablar de diálogo, de consenso y de sentido común cuando da la sensación de que son inexistentes. Por eso tras las historias cotidianas nos llegan posteriormente el “bajón” y los desengaños.
No obstante hay veces en las que uno tiene suerte y vive otro tipo de historias que te llenan de energía, alegría y felicidad como lo que me ha ocurrido a mí en esta última semana. Si me permiten, se la cuento…
Me nacieron en Oviedo un jueves víspera de San Mateo cuando se iniciaba el que fue el primer desfile del “Día de América” en Asturias. Soy pues todo un “carbayón” que estos días ha vivido los Premios Princesa de Asturias de una manera más especial que en otras ocasiones. Por resumirlo de alguna forma les diré que como ovetense y como español me siento más que orgulloso de que estos Premios ocupen las portadas y titulares de muchos medios de comunicación tanto a nivel nacional como internacional.
Esta segunda historia de hoy arranca en el mes de septiembre del año 1980 cuando en el hotel de la Reconquista de Oviedo, se firmó el acta constitutiva de la Fundación de los “Premios Príncipe de Asturias” (ahora Princesa). Un año después llegaría la primera gala en la que su Alteza Real Don Felipe de Borbón y Grecia (hoy Felipe VI, Rey de España), pronunciaría su primer discurso oficial contando apenas con doce años de edad.
De salida los premios habían sido establecidos para seis apartados: Artes, Ciencias Sociales, Comunicación y Humanidades, Investigación Científica y Técnica, Letras y Cooperación Internacional (Iberoamericana inicialmente). Es decir, un total de seis categorías que, cinco años más tarde, aumentarían a siete al crearse el Premio a la Concordia. Y ya desde 1987 a las ocho actuales al incluirse el Premio a los Deportes que este año se ha llevado la tenista americana Serena Williams ganadora en su carrera de veintitrés Grand Slams y cuatro medallas de oro olímpicas.
Debo reconocer que no tengo mucho conocimiento de varios de los premiados de este año como son el pensador alemán de origen surcoreano Byung-Chul Han y los estadounidenses Mary-Claire King (científica), o el sociólogo Douglas Massey y por ello me acerqué hasta la “FPAbrica” (la Fábrica de Armas de la Vega, de Oviedo), para ampliar conocimientos y disfrutar de la paz y quietud de las islas florales creadas por el filósofo alemán y su “Loa a la Tierra” (Un viaje al Jardín),… y también de los diseños y colores de las Máscaras, Personas y Espectros que se encontraban expuestas por el Museo Nacional de Antropología de México.
Tuve tiempo también para realizar “Mi camino al Cole” (en realidad el camino del escritor barcelonés Eduardo Mendoza, Premio de las Letras), y disfrutar con la muy amplia muestra fotográfica de la galardonada con el Premio de las Artes, la mexicana Graciela Iturbide (“La fotografía no es sólo técnica. También es testimonio, intuición, pasión y respeto”, como indicaba en la exposición).
Para que todo fuese más atractivo y enriquecedor, entre las Jornadas Gastronómicas del “Desarme” y los Premios, daba gusto caminar por la patria chica de quien escribe. No hablo de Sevilla ni de “Los del Río” pero esta semana, en Oviedo, también se notaba “un color especial” topándome hasta con su alcalde Alfredo Canteli saludándonos a la salida de “La Taberna del Arco” en la esquina de la calle General Zuvillaga frente al número 2 que es la casa en la que vine al mundo, frente al “Tenis”.
Ni que decir tiene que los dos salimos entusiasmados y “repletitos” después de los garbanzos con bacalao y espinacas, la cazuela de callos y el arroz con leche. No tuve más remedio que saltarme el programa “Vive hoy” de mi doctora nutricionista Liliana Cabo que espero sepa perdonarme porque como dicen los ingleses “One day is one day” (“Un día es un día”).
Esta pequeña historia de “Desarme” y los Premios Princesa de Asturias la disfruté en compañía de muy buenos amigos. Pero no duraría mucho mi alegría pues nada más llegar a casa, escuché al presidente Donald Trump pedir sanciones para España por “negarse a aportar el 5% para los gastos en Defensa”. Y es aquí dónde empezaron nuevamente mis dudas y desengaños pues, semana tras semana, tengo la sensación de que siempre ocurre lo mismo.
Al parecer el presidente Pedro Sánchez, rechazó subir al 5% que le solicitaban llegando a alcanzar un acuerdo con la OTAN para destinar a Defensa solamente un 2,1% del P.I.B. (Producto Interior Bruto). La Organización del Tratado del Atlántico Norte aceptó dicho porcentaje además de defendernos ante Trump al considerar a España como país amigo y fiable algo que parece no tener tan claro el presidente americano.
¿Otro lío político? Si está aceptada la aportación española ¿por qué Trump no lo admite? ¿Nos castigará con aranceles, impuestos en exportaciones u otras acciones? ¿No hay nadie que ponga fin a todas estas injerencias y bravuconadas? Sin duda esta es otra historia triste que se podría ampliar con otras muchas en las que coincido plenamente con mi amigo catedrático Justo Carnicero Méndez-Aguirre y que les cito a continuación.
Somos una sociedad vaga y desastre que se encoje de hombros ante casi todo. Que “ni fú ni fá”. Que parece que nos da lo mismo “so que arre”… Yo sé que puedo cometer errores como ser humano pero hay cosas que no me entran en la cabeza y me pregunto: ¿Les parece normal olvidarse un cuadro de Picasso en un portal de Madrid y confundirlo con un paquete de Amazon? Hablamos de todo un “Picasso”… ¿Y qué me dicen del robo en París? ¿Cómo a plena luz del día y con el Museo del Louvre repleto de visitantes es posible que unos ladrones entren por el exterior con una escalera, cometan el robo y huyan tan tranquilos?
¿Y qué me dicen del cambio horario? Horario de invierno, horario de verano… Si se produjo en su momento basándose en el ahorro de energía y como lógico beneficio para las empresas… entonces ¿Por qué se cambia? ¿Ahora ya no hay ahorro energético ni beneficio empresarial? Señores políticos, expertos e “iluminados” (que nos viene de perlas), ¡defínanse de una santa vez! Llevamos cincuenta y dos años así. ¡52! Más de medio siglo.
Historias y desengaños. Mientras los expertos celebran la propuesta de acabar con el cambio de hora hay quien opina como el investigador Jorge Pina que “El reloj no conoce estaciones y que el fin no es ahorrar energía sino alinearnos lo más posible con el ciclo natural del sol”… ¡Ostras Pedrín!. Alucino.
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