Opinión
Vivir entre mentiras
Tomaba mi segundo café del día al tiempo que, por la esquina de una ventana, entraba un rayo de sol que presagiaba que la jornada vendría acompañada de una muy buena temperatura otoñal. Por otra parte, los hábitos adquiridos que tenemos los seres humanos, habían encendido la tele del salón desde que salí del cuarto de baño y de esa mágica ducha que nos saca del limbo de los justos dormilones colocándonos ante la cruda realidad de un nuevo día.
Me imagino que -como casi todos en este escenario- entre la tostada, el tomate, el café y la mirada hacia los ‘wasaps’ nocturnos del móvil… lo que sucedía en la tele quedaba en un segundo plano hasta que al mirar hacia ella descubro al presidente del Gobierno don Pedro Sánchez, sentado frente a una mesa en la que había un micrófono y muchos papeles. El cambio de plano de la cámara de TVE me muestra también a una mujer que es senadora de UPN (Unión del Pueblo Navarro). Su nombre: María Caballero Martínez.
El móvil, Internet y Google me permiten simultáneamente conocer algo más de esta señora que va a ser la primera persona en interrogar a Pedro Sánchez quien comparece ante la Comisión de Investigación del llamado “Caso Koldo” en el Senado o Cámara Alta.
La senadora Caballero es madre de tres hijos y pertenece a una familia muy vinculada con la política navarra. Tiene 62 años y es hija de quien fuera concejal de UPN en el Ayuntamiento de Pamplona, Tomás Caballero Pastor, que fue asesinado por ETA el 6 de mayo de 1998. Se recalca también que María Caballero con valentía y un estilo propio y directo se abrió paso rápidamente entre sus compañeros destacando por ser una defensora a ultranza de la transparencia en la gestión pública.
Con estos precedentes no me extrañó que desde la primera pregunta que formuló al señor Pedro Sánchez este se mostrará tenso y sorprendido siendo (al menos aparentemente), incapaz de responderla, incluso, ni con monosílabos tan fáciles de pronunciar como “sí” o “no” a ninguna de sus preguntas.
Quizás era la “táctica” que le habían recomendado sus asesores. Finalmente terminaría admitiendo haber recibido pagos en efectivo -y siempre con factura- en el tenso arranque de una Comisión de Investigación que al presidente se le debió hacer eterna. Viendo que no respondía a ninguna de las cuestiones que se le iban formulando decidí apagar la “tele pública” y cambiar de aires.
Decepcionado y asqueado me vino a la cabeza el inolvidable Paco Costas cuando nos presentó aquel programa titulado “La segunda oportunidad”. Siempre he creído que los seres humanos tendríamos que valorar muy mucho la suerte de poder corregir nuestros errores cuando se nos da la oportunidad. De pedir perdón y rectificar lo malo que hicimos y los daños causados por nuestra pésima conducta o por nuestra inacción. Pero, desgraciadamente, me temo que todo eso no existe para muchos de nuestros políticos. Creo que el presidente, aunque se sienta triunfador tras el match de aquellas cinco horas del pasado jueves, perdió la oportunidad de tranquilizar a cuantos ya no creen en él.
Esa comisión televisada del “Caso Koldo” nos dejó a muchos ciudadanos perplejos y anestesiados. Como si todos fuéramos imbéciles. Con gafas o sin ellas dando juego, la puesta en escena que adoptó el señor Sánchez me pareció tremenda e indigna para todo un presidente de Gobierno. La receta elaborada por el equipo Máster Chef de Moncloa a base de frialdad, de echar balones fuera con desplantes, sonrisas e interrupciones… dio sus frutos según apuntó 24 horas después en el especial “La Hora de Bolaños” -también en RTVE- el propio ministro de Presidencia, Justicia y no sé cuantos cargos más.
Todos sabemos que el ente público está descaradamente “teledirigido” por quien ostenta el poder y así también lo hizo en su momento el otro partido. Pero ¿Por qué lo consentimos los ciudadanos? Lo entiendo si ocurre en las cadenas privadas de televisión en las que cada una es libre de apoyar y comulgar con la ideología y los colores que quiera. Pero no en el caso de que sea una televisión pública pagada por todos que lógicamente, debería atendernos a todos.
Por otra parte, horas antes, en el homenaje celebrado en la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia a las “Víctimas de la Dana”, otro presidente (popular en este caso), fue la diana perfecta para recibir todo tipo de insultos y amenazas por su nula y nefasta gestión ante esa tragedia que se cobró la vida de más de 230 personas hace un año. Las distintas Asociaciones de Víctimas le habían pedido expresamente que no se presentase en dicho acto pero él sí lo hizo. Los insultos contra su persona no cesaron en todo el tiempo que permaneció allí.
Ya se ha perdido la cuenta. La última cifra que he visto llega al número diez. Se dice y se ha publicado que hasta un total de 10 versiones diferentes ha dado el señor Carlos Mazón, presidente de la Generalitat Valenciana, sobre lo que hizo en la tarde del 29 de octubre de 2024 cuando se produjo aquella tragedia… Al final sólo puedes pensar que todo son mentiras y más mentiras. Y vuelve a surgir la inevitable pregunta: ¿Cómo la dirección del Partido Popular no invita al señor Carlos Mazón a que renuncie de su puesto?
Sin duda algo tienen que tener el Palacio de La Moncloa para don Pedro Sánchez y el Palau de la Generalitat Valenciana para don Carlos Mazón porque ninguno de los dos presidentes muestra el más mínimo interés en cambiar de aires, despacho ni forma de vida.
Vivimos entre mentiras y nos quejamos a diario pero deberíamos reconocer que nuestra sociedad vive en una especie de mentira permanente engañándose a sí misma. Las mentiras son toda una realidad ya que existen en las parejas, en la familia, el trabajo y hasta me atrevería a decir que incluso entre personas que son amigas.
Los engaños y falsedades, las invenciones y las cosas que no son verdad se mueven entre hombres y mujeres casi con la misma naturalidad que el aire que respiramos porque están insertadas en el ADN de la sociedad de nuestros días. De ahí los bulos y las “fake news” que nos asolan de continuo pero que siempre han existido a lo largo de toda la historia.
Llega un momento en que dudas de ti mismo y ya no sabes a quien creer. Sin ir más lejos y no hace muchos días, una persona conocida me pidió que le escribiese un pequeño artículo a fin de publicarlo en un porfolio que quería presentar próximamente. Sin rechistar lo más mínimo -y sólo quejándome del poco tiempo que me daba para ello- me puse frente al ordenador con la esperanza de que la inspiración se dejase caer rápidamente por mi despacho.
Fue un trabajo “exprés” realizado sobre la marcha en una tarde de sábado que hice llegar a su destino esa misma noche. Por ese ego que nos acompaña a todos (a algunos más que a otros), esperé en vano una respuesta o contestación. Me bastaba un simple “recibido y gracias” que no llegó. Sin embargo, el domingo tuve una llamada telefónica a las 11:15 horas y me dieron las gracias por un trabajo sin cargo, gratuito. De esos que haces “por la cara” o “by the face”, como dicen los ingleses. Lo agradecí y me sentí pagado…
Pero lo que no me podía imaginar -jamás de los jamases- sería lo que vino a continuación cuando quien me pidió la colaboración me dice a través del móvil: “Está muy bien. Me ha gustado mucho… pero tienes que quitar todo lo que haga alusión a esto, a esto y a esto… Tienes que corregirlo o quitarlo porque si no lo haces tú, lo haré yo… No se puede mencionar nada de eso ni de eso...” En ese momento di por terminada mi colaboración diciéndole: “No se te ocurra corregir ni cambiar una sola palabra porque quien ha escrito el artículo he sido yo. Olvídate de él y no lo publiques.
Jamás había tenido problema alguno con esa persona con quien colaboré en muchas de sus historias y promociones y sin embargo no era capaz de entender que, sin haberme dicho nada previamente, luego me censurase. Les aseguro que todo lo escrito es totalmente cierto y se puede comprobar. Vivir entre mentiras es la gran verdad de nuestra sociedad. Mentiras y engaños asolan a un mundo cada vez más titubeante porque casi nunca sabes cual puede llegar a ser la reacción de la gente.
Con todo el dinero que ganan… ¿No les dará vergüenza a los futbolistas del Real Madrid y del F.C. Barcelona montar el bochornoso y lamentable final que dieron en su último partido? ¿Y a los jugadores del Real Oviedo caer eliminados por el Ourense que todavía no había ganado ni un solo partido esta temporada?
Mentira sobre mentira y a todos los niveles. Mentiras de políticos y empresarios. Mentiras en prensa, radio, televisión… Mentiras de hombres, mujeres, jóvenes y hasta niños. Cada vez es más difícil creer en las palabras de otros aunque y tal vez con retraso, a veces te lleves alguna alegría como en esta misma semana en la que se ha hecho justicia en su villa natal de Gijón con la figura de quien fuera un gran político asturiano. Desde este pasado martes y en pleno barrio de Cimadevilla, por fin el presidente Sergio Marqués, fallecido en 2012, ya tiene su calle. Y esto entre tanta mentira, también les aseguro que es verdad verdadera. Y de las buenas.
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