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El silencio del teléfono de atención a las víctimas

Durante el confinamiento, el número de llamadas que recibió el centro asesor de Siero se redujeron, pero tras él, la situación se revirtió y “explosionó”

Pola de Siero, 14 de marzo del 2020. Se declara el Estado de Alarma, hay una pandemia. El Centro Asesor de la Mujer de Siero y Noreña tiene que interrumpir la atención presencial, pero siguen manteniendo la atención telefónica. Dio igual: los móviles no sonaban. “Fue raro. Pero sabíamos que iba a explosionar. Y así fue. Por ponernos en datos, se recibieron 12 llamadas durante el mes de abril y casi el doble, 21, en junio”, explica Eva Montes, abogada y responsable del servicio.

Desde allí, centralizan la atención legal y el acompañamiento a víctimas de violencia de género –y violencia machista– de Siero y Noreña. La mayor parte de víctimas “no se identifican como tal”, y acuden a la instalación en busca de “consejo” en una “crisis de pareja”.

A veces, no van ni las propias víctimas. Son los familiares o amigos los que acuden a pedir información al Centro Asesor de la Mujer, para ver que se puede hacer con una mujer que está experimentando violencia. “Solo podemos hacer algo cuando son las propias mujeres las que solicitan nuestra ayuda”, indica Montes. Pero es cierto que desde la llegada del coronavirus han visto que son más las personas del entorno quienes se acercan a preguntar.

Cuando llega la mujer a contar que experimenta una “crisis de pareja”, en la mayoría de ocasiones describe situaciones que implican violencia: “Las insultan y las amenazan de todo tipo: ‘como hagas algo te vas a enterar’, ‘prepárate para lo que vas a pasar, de Villabona se sale’... Es una convivencia en la que ese tipo de situaciones están normalizadas y ellas muchas veces no lo ven como ‘algo tan grave’. De ahí, vienen luego los golpes y los asesinatos”. Ellas, desde el centro, lo que tienen en su mano es remitirlas a los recursos que soliciten; sin embargo, son las propias mujeres quienes deciden si quieren realizar o no una denuncia a su pareja.

El problema, según explica Montes, viene de que existe mucha violencia en las relaciones de pareja que se normaliza. Y eso ocurre a todas las edades. “Yo no puedo hablar de un perfil de mujeres que vienen a solicitar ayuda. En la última temporada vinieron de todas las edades: hay menores de edad, con relaciones ya muy largas y complicadas, pero también las que llevan cincuenta años casadas. La diferencia es lo que desencadena la situación de violencia. En las jóvenes puede ser lo que habla o no habla por el Whatsapp mientras que en las más mayores puede ser que no le haya hecho la cena. Pero el umbral de tolerancia a la violencia en las relaciones es muy alto”.

“Lo normal es que las mujeres acudan al centro para ‘informarse’ hablando de una ‘crisis de pareja’ cuando conviven con una situación de violencia y les cuesta identificarse como víctimas”, señala Eva Montes, responsable del centro

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El problema de la pandemia, la razón por la que dejaron de sonar los teléfonos y saltaron muchas alarmas, fue que las víctimas, aunque no se identifiquen como tal, pasaron a convivir con su agresor. Entonces pasaron a estar en una situación de “control absoluto”, a lo que se sumó la pérdida de intimidad: era muy complicado utilizar el teléfono y mantener una conversación sobre una “crisis de convivencia” cuando la persona con la que había esa problemática estaba en el mismo domicilio.

Por ello, decidieron poner en marcha otros recursos para continuar con la asistencia, como implementar el servicio vía Whatsapp, que es más discreto. “Muchas ,a día de hoy, vienen a escondidas y recalcan que solo quieren informarse para conocer sus recursos. Con las restricciones de movilidad, eso se complicó. Pero es que además, hay algunas que están en una situación de dependencia absoluta de sus parejas: no les dejan acceder a su dinero. Algunas, incluso, que tienen ingresos, se los controlan. En esa situación, es muy difícil salir de ese ciclo. Hay una variante común en las mujeres que acuden y es que tienen la autoestima destrozada y están anuladas”, recalca.

Y, desde el centro asesor, que tiene acceso a la base de datos de la policía en este ámbito colabora con diferentes instituciones, lo que han notado en estos dos años es que hay muchas mujeres que están acreditadas en condición de víctima de violencia de género que se mueven entre municipios, y que a la zona han llegado muchas: “No les queda otra que buscarse la vida y alejarse de su agresor”.

Con hijos, la situación se complica. Hay algunas mujeres que tenerlos hace de detonante para denunciar, porque ellos son también “testigos y víctimas”. “Hay las que denuncian por ellos, precisamente, porque no quieren que también lo sufran, y otras que todo lo contrario: no quieren que se quede sin padre y por eso aguanta”.

“Pero ellas, cuando lo cuentan, no lo circunscriben al confinamiento. Aunque eso les garantizó a sus agresores mantenerlas controladas y anuladas en el sitio en el que quieren. “La inseguridad económica, para muchas familias, aún no ha terminado. Y las situaciones de violencia se siguen viviendo”, señala Montes. Por eso, temen que haya otra explosión de casos cuando se retome la normalidad.

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