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Las jóvenes asturianas denuncian el "exhibicionismo" en la red: “¿No ven nada raro en enviar fotos de su pene?”

Las redes sociales también han servido como caldo de cultivo para “una demostración más de poder”

“La experiencia más reciente que tengo fue hace poco. Yo hago tatuajes, y tengo una cuenta de Instagram con ellos. Hace unos días me escribió un tío que si le podía hacer uno en los genitales. Por regla general, por lo delicadas que son esas partes, no me meto en esas zonas, porque yo creo que se requiere algún tipo de especialidad. Entonces, se lo expliqué y siguió insistiendo y me dijo: ‘Me da intriga que me tatúes, tendría que estar empalmado, ¿no?’. Fue sobrándose cada vez más, y al final, le mandé a la mierda”, cuenta Claudia Soto, una joven ovetense de 23 años.

Su caso no es único, ni es una excepción: “Por redes sociales, estamos todo el día viendo conversaciones de este tipo. Ahora, por lo menos se comparten. Y yo creo que todas nos ha pasado algo parecido alguna vez, o tenemos a alguien que nos puede contar que le ocurre algo así. A mí el otro día me contaba una amiga que estaba hablando con un chico y que le había mandado una foto de su pene sin venir a cuento. Y es como, ¿no se dan cuenta que eso no es normal y que es hasta condenable?”, relata Zaira Díaz, una joven de Boal, que actualmente reside en Oviedo.

Se puede dar en muchos casos: hay ocasiones en las que existe una implicación personal con la persona que la manda, que ha habido una relación previa, mientras que en otras, la persona es un completo desconocido. “Lo que ocurre en las redes tiene mucho que ver con el ‘male gaze’: si una mujer enseña algo, eres una puta o eres no se qué. Cuando lo hace un tío saca una foto a su pene erecto, sin embargo, es como: aquí estoy yo y te voy a hacer sentir incomoda porque este es mi lugar. Es una demostración más de poder”.

Ese término al que se refiere Zaira se refiere a la representación de la mujer como un objeto sexual, hecho para el disfrute del hombre. “Ocurría en la literatura, y también ahora en las redes sociales. Se da algo parecido al acoso callejero, porque en las redes se reproduce la actitud de las calles”.

Cuenta un caso concreto: una amiga suya empezó a hacer “powerbuilding” y lo compartió en redes sociales. Pronto, comenzó a recibir lo que se denomina “fotopollas” y otros comentarios fuera de tono. No es a la única: “Yo empecé a subir ‘nudes’ – imágenes en las que la persona aparece desnuda o en ropa interior– a los 16, pero creo que en un futuro tendré que pasar por el aro y cerrarme el perfil, por mi futuro profesional. Me gusta hacerme esas fotos, igual que me gusta subir una de mi cara, no tiene una explicación. Muchas veces me han respondido con comentarios fuera de tono, o me han mandado sus genitales, pero yo ni abro esos mensajes. No está bien considerado que una mujer viva su sexualidad. Así que, cuando hacen eso, me pregunto, ¿el problema es suyo o mío?”, expone la joven Marta Rodríguez.

“Es curioso porque si no abres la foto, te mandan mensajes incitándote a ello. Te dicen como: ‘mírala, que no es nada raro”. Y luego te lo encuentras. Yo creo que es como para mostrarse, una forma de exhibicionismo. A mi eso me ha pasado alguna vez, pero tampoco es todos los días. Pero no nos pasa solo a nosotras. Mi novio tiene un perfil público, más de 40.000 seguidores y se dedica a la divulgación en fitness. Sí que hay veces que se ha sentido hasta mal por cosas así. Yo hasta que no le conocí a él, pensaba que no existía. Pero hay alguna que tiene hasta un lenguaje agresivo, o que le envía una foto de sus tetas y le dice: ¿te gusta? y cosas así. ”, indica Olga (nombre ficticio). Aunque los estudios demuestran que es más frecuente de hombres a mujeres, que al revés.

En las aplicaciones para ligar, mandar una foto de los genitales, sin preguntar, también es muy frecuente: “Yo no puedo decir que me haya pasado algo así en redes sociales. Lo que sí que estoy harta es de oír a alguna amiga que tiene Tinder, que una persona da ‘match’, le escribe y lo primero que responden, directamente, es con una ‘fotopolla’.”, describe Lucía García, una gijonesa de 23 años, que ahora mismo está viviendo en Madrid.

“Yo, por regla general, cuando me habla una persona que no conozco, sin explicarme para qué, o no le respondo o la bloqueo”, señala Zaira Díaz. La misma actitud que adopta Lucía García cuando ocurre con los extraños: “Hay chicos que te hablan o te contestan a un ‘story’, pero eso a mi no me parece mal, yo también lo puedo hacer alguna vez. El problema es cuando se pasan los límites”.

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