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reportaje

Autocensura y atraer al público masculino: los retos de las autoras asturianas

Escritoras de la región hablan sobre el miedo a la sobreexposición en redes sociales, la ausencia de compañeras en certámenes literarios y el fenómeno de Carmen Mola: “Los tres guionistas se aprovecharon del morbo que daba fingir ser mujer”

Por la izquierda, Raquel Presumido, Marta Mori, Julia Navas, Carolina Sarmiento, Carlota Sánchez y Pilar Sánchez Vicente, en La Habitación Propia de Gijón. | Ángel González

Se llaman Pilar Sánchez Vicente, Raquel Presumido, Carlota Suárez, Julia Navas, Marta Mori y Carolina Sarmiento. Son escritoras, asturianas, mujeres. Trabajan en géneros distintos y discrepan en algunos detalles sobre su profesión, pero todas tienen asimilada una misma idea: las autoras siguen aún sometidas a un techo de cristal que las frena de distintas maneras.

Cuesta encontrar lectores hombres, cuesta tener la misma seguridad que sus compañeros varones, cuesta lidiar con la presión de las redes sociales. Reunidas por LA NUEVA ESPAÑA, las seis conversan en su refugio de La Habitación Propia de Gijón, la única librería regional que solo vende a escritoras, para reflexionar sobre el panorama literario y el fenómeno de Carmen Mola, entre otros asuntos.

El escaparate digital

En los tiempos que corren, renunciar a la promoción online ha dejado de ser una opción. Pilar Sánchez Vicente habla de la heurística de la disponibilidad y de la Coca Cola, de la importancia de difundir su propia obra para que a un lector indeciso en una librería se le encienda la bombilla al ver su nombre. Pero hay que saber lidiar con las pantallas. En un mundo de “trolls” de internet a veces hablar de escritoras, de literatura y de mujeres actúa como cebo para perfiles generalmente anónimos que cogen el móvil con ganas de insultar y discutir.

“Ahora por eso prefiero usar mi cuenta de Facebook solo para lo profesional, aunque ahora parece que Facebook en realidad ya solo lo usa gente de cierta edad”, señala, riéndose, la autora. La joven Raquel Presumido remata el golpe: “Yo uso Instagram. Facebook, para hablar con mis padres”. Brecha generacional aparte, Carolina Sarmiento introduce un matiz: “Las redes son necesarias, pero me provocan conflicto. Es un buen escaparate pero siento que ese no debería ser el trabajo de las autoras, que no lo sería si las editoriales fuesen más grandes y tuviesen a personal especializado en esto. Muchas veces me siento una pesada, una mujer-anuncio”.

Le pasa lo mismo a Julia Navas, que se considera muy tímida, y a Marta Mori, porque le provoca ansiedad la sensación de “tener que convertirse en un producto del mercado”. El riego todo esto, completa Sarmiento, es cómo impacta la visibilidad en internet en el panorama editorial: “Ya se publican a autores más porque tienen perfiles potentes en redes que por la obra en sí”. Pero Sánchez Vicente no se viene abajo al reconocer que el libro del año será el de Belén Esteban. Y Carlota Suárez entiende que los superventas y los famosos que publican biografías sospechosamente bien escritas no son cosa de ahora: “A veces, el producto es el libro, y otras muchas, el autor”.

“¿Cómo lo haces?”

Otra incomodidad recurrente para las escritoras, explican las asturianas, es la sensación de que a veces parece causar más interés sus vidas como escritoras que aquello que escriben. Al menos, en las entrevistas, cuando se les inquiere sobre cómo se puede compaginar la escritura con el cuidado de los hijos y el trabajo. “Hasta a Carmen Laforet le preguntaban por su familia y por cómo compaginaba eso con escribir”, recuerdan.

“Lo que molesta es que no se lo pregunten a los hombres”, aclara Sánchez Vicente. “A mí me enfadaba mucho hace 20 años. Ahora, casi me apetecería que me volviesen a preguntar, para desfogar”, bromea Marta Mori. Sarmiento, como periodista, entiende en parte este interés por la vida del autor, porque suele surgir de la mera curiosidad y porque no siempre implica un desinterés por la literatura de la entrevistada.

El problema, y aquí coinciden todas, es que poner el foco en la literatura escrita por mujeres, dependiendo de cómo se haga, puede alimentar la falsa idea de que se trata de una literatura “para” mujeres. Marta Mori rescata aquella cita del editor Chus Visor, que aseguró que ninguna mujer estuvo a la altura de los grandes poetas del siglo pasado.

Presumido explica que ella se enfrenta a otro hándicap, ser joven, algo que suele cubrir de “condescendencia” casi cualquier cumplido. “Aún sigue eso de que te publican porque estás buena o escribes porque eres fea”, completa Sánchez Vicente. Mori, como docente, asegura que la misoginia sigue muy presenta en las aulas, también entre compañeros.

Solo ellos escriben para todos

Esa idea de que la literatura escrita por mujeres sea interpretada como escrita “para” mujeres sigue muy latente. Las asturianas han visto a reputados escritores incómodos en un club de lectura predominantemente femenino y observan cómo en buena parte de sus presentaciones hay muy pocos varones. “Según los estudios, las mujeres leemos de todo, pero ellos leen a poquísimas autoras. Pero nosotras leemos más. Al final es como las estrellas Michelín, que son todo paisanos pese a que siempre cocinaron las mujeres”, señala Sánchez Vicente.

Presumido desarrolla la teoría: “La mujer no se ve como un ejemplo representativo en la sociedad. Es ‘el otro’. El hombre es, históricamente, el sujeto de la visión universal, pero la mujer solo representa a la mujer”.

Sarmiento pone a la recientemente fallecida Almudena Grandes como ejemplo de que, aunque sea difícil, sí hay autoras que rompen este molde. Suárez amplía el abanico: “En la novela negra hay más, con Dolores Redondo y todas las autoras nórdicas, pero ahora ya se llama el género negro femenino. Por ejemplo, Camilla Läckberg. Su investigadora lidia con sus hijos, con su sobrepeso. Su marido es policía y gracias a él se entera de las cosas... Y a eso lo llaman novela negra feminista, ¡y es lo contrario!”. Completa Mori: “Algunos éxitos de mujeres no nos benefician. Crear un género paralelo no ayuda en nada”. Presumido recuerda que, en general, las mujeres tienden a ser más críticas entre ellas. “Se nos busca la perfección y siempre acabamos señalándonos entre nosotras, diciendo: esto no es suficientemente feminista”.

Navas explica que estuvo más de 20 años sin escribir por esa falta de confianza, y que luego gente de su entorno se mostró sorprendida por la dureza de sus textos porque esperaba un estilo dulce, como su personalidad: “Y aprendes sobre la marcha, yo al principio no era muy consciente de esa importancia de no perpetuar estereotipos.

Carmen Mola

A las asturianas les cuesta creer que casi toda la comunidad lectora hubiese aceptado sin sospechas que detrás de este pseudónimo se escondía una mujer y no los tres guionistas que desvelaron su identidad tras ganar el Planeta. “Tampoco dejó de ser un producto, esa violencia y sexualidad de esa primera trilogía es lo que se lleva ahora”, aclara Mori. “A la gente “, ahonda Presumido, “le daba algo de morbo que una mujer pudiese escribir cosas tan violentas” –el primer tomo de “La novia gitana” cuenta el asesinato de una joven a la que le trepanan la cabeza para que unas larvas le devoren el cerebro–, “pero yo también, siendo mujer, puedo escribir cosas terribles”. Sánchez Vicente entiende que el estilo de Carmen Mola es masculino no por lo que cuenta, sino por cómo lo cuenta: “La cosificación de la propia protagonista es clarísima”.

La gran duda es: ¿Es ético que tres autores usasen un pseudónimo de mujer para esta trilogía? Hay disparidad de opiniones. Suárez entiende que es “lícito” usar un pseudónimo sea cual sea el contexto. “Yo en la radio ya había dicho que esto era un producto editorial, aunque en su día yo pensaba que había sido más bien cosa de escritores negros. Y hasta esto me parece bien, lo importante es que la gente lea. Lo que me molestó fue el tono de las entrevistas de después”, concreta.

Cuando Carmen Mola seguía siendo un misterio, los tres guionistas tras este nombre –Jorge Díaz, Agustín Martínez y Antonio Mercero– respondían con cuestionarios a los periodistas interpretando un papel que parecía favorecerle, alimentando una idea de misteriosa escritora que no se daba a conocer por el miedo a la fama.

“Le construyeron una biografía y jugaron con ese morbo. Se hizo el paralelismo con Elena Ferrante y se aprovecharon de eso y de la buena fe de los lectores para disparar las ventas”, completa Mori. Presumido añade: “Sabiendo la cantidad de escritoras que tuvieron que recurrir al anonimato para poder publicar, la simple elección del nombre me molesta”. Sánchez Vicente aprovecha el debate para lanzar un dato positivo: la “resituación histórica” que está rescatando a autoras maltratadas en su época.

Síndrome del impostor

Pero será difícil lograr esa resituación si, como hasta ahora, muchas mujeres no se atreven a dar el salto. Todas las asturianas coinciden: en el gremio literario, como en tantos otros, ellas son más inseguras. “Yo, como miembro de jurados literarios, lo noto. Aún hay mucha autocensura por esa falta de confianza”, señala Mori. “Las editoriales de poesía se quejan de los pocos manuscritos de autoras que reciben”, añade Sarmiento. “Todavía hay una falta total de referentes. Seguimos pensando: esto que escribo es una tontería. Yo lo pensé”, completa Presumido, que también ve esta diferencia con los participantes de sus talleres de escritura: “Ellas antes de leer su ejercicio dicen que seguro que está mal o que no les salió bien. Ellos directamente lo leen, no dudan”. Navas concluye: “A mí siempre me dio mucho pudor publicar lo que escribo”.

Regalos de Reyes

Pilar Sánchez Vicente está feliz con el éxito de “La hija de las mareas” y recomienda leer “Pornoexplotación”, de Mabel Lozano. Julia Navas lanza esta semana que empieza “Zapatos sin cordones”, un poemario que reconoce que es “duro”, pero también del que más orgullosa se siente. Recomienda los cuentos de Flannery O’Connor. Carolina Sarmiento ha publicado este año la novela “Tarada”, aclamada por la propia Marta Sanz. Recomienda leer “La perra”, de Pilar Quintana. Marta Mori destaca, de su obra, el poemario “Orfandá”, el último que publicó, en 2019, y cuya promoción lastró la pandemia. Recomienda leer cualquier cosa de Doris Lessing. Carlota Suárez está feliz con el impacto de su novela histórica “La tumba del rey”, que va por la séptima edición, y recomienda “El medallón de fuego”, de Carla Montero, del mismo género. Raquel Presumido, por último, sigue en promoción de “Anónimas”, un ensayo sobre el canon literario “androcéntrico” actual. ¿Su recomendación? Cualquiera de Emilia Pardo Bazán.

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