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El cerebro maltratador

La actividad neurológica del agresor machista se diferencia en la toma de decisiones morales

Difiere el cerebro de los maltratadores a nivel anatómico y funcional a los de otros hombres? La investigadora española Agar Marín estudia las variables neurocientíficas que puedan influir en la violencia de género y ha descubierto que los agresores machistas muestran una actividad cerebral distinta a la de otros hombres en cuestiones relacionadas con la toma de decisiones morales, la empatía y la regulación emocional.

Marín, doctora en Psicología por la Universidad de Granada, investiga el funcionamiento cerebral de hombres condenados por violencia de género para conocer si hay variables neurocientíficas que contribuyan al maltrato. “Hemos encontrado que los maltratadores tienen un patrón específico ante situaciones de violencia de género, pero no se puede contemplar en ningún momento como un daño, ya que muestran un funcionamiento cerebral normal ante situaciones que no son de violencia de género. En ningún momento esto puede merecer una reducción de su responsabilidad penal”, explica Marín.

No nace, se hace

“Un maltratador no nace, sino que se hace mediante la educación y todas las situaciones que va viviendo en esta sociedad patriarcal. Su cerebro se moldea a través del contexto”, incide. La investigadora deja bien claro que estas variables no son determinantes, no causan el maltrato, sino que son uno de los factores (además de los sociales, ambientales y psicológicos) que contribuyen a que se ejerza la violencia: “No estamos hablando de daño cerebral, sino de variables neurocientíficas que contribuyen a ejercer la violencia, pero no la causan por sí mismas”.

Durante mucho tiempo ha habido rechazo a evaluar el funcionamiento cerebral al considerar que era una forma de justificar la violencia y Marín matiza que se trata justo de lo contrario, de disponer de más información para mejorar los tratamientos, la prevención y reducir la incidencia del maltrato. Marín ha llevado a cabo distintos experimentos para estudiar los mecanismos cerebrales de los agresores machistas mediante el análisis de resultados de resonancia magnética. En primer lugar, evaluó los mecanismos cerebrales maltratadores cuando procesaban dilemas morales sobre violencia de género. Para hacerlo, sometió a un grupo de condenados por maltrato y a otro grupo de hombres condenados por otro tipo de delitos a distintos dilemas morales, tanto sobre violencia machista como sobre otras situaciones de violencia. Halló que la respuesta de ambos grupos era similar ante la violencia general, sin embargo, la actividad cerebral difería al plantear el dilema sobre maltrato machista: debían responder sí o no ante la pregunta de si ejercerían violencia, física o psicológica, contra su pareja si tenían un problema con ella. Los delincuentes activaron las áreas cerebrales responsables de los dilemas, pero los maltratadores, no.

No hay difunción

“Esto nos sugiere que no tienen una disfunción cerebral, porque activan dichas áreas ante ciertos dilemas, pero parece que decidir si maltratan o no a su pareja no les supone un conflicto moral”, subraya. También que se deben plantear tratamientos psicológicos específicos para hombres maltratadores orientados a cambiar su sistema de valores machista.

En este estudio se descubrió además que los agresores machistas presentaban una alta tasa de “deseabilidad social”, esto es, respondían en función de lo que creían más adecuado, no de lo que realmente pensaran. “La muestra que he evaluado muestra un tipo de maltratador que fuera de casa es empático, regula sus emociones y es moral, lucha por los d erechos de los demás, pero en su casa maltrata a su mujer y es poco empático con ella. En otros estudios, a nivel psicológico, ya se había encontrado que los maltratadores se consideran personas morales y defienden sus creencias hasta tal punto que se autoengañan si es necesario para mantener su autoconcepto moral”, asevera.

Como el procesamiento moral está relacionado con el emocional, la investigadora llevó a cabo un segundo experimento para evaluar la regulación emocional en agresores machistas. En esta ocasión se comparó a tres grupos diferentes de hombres: maltratadores, otros delincuentes e individuos sin antecedentes penales. Dentro de la máquina de resonancia magnética, se les pidió que respondieran a distintas imágenes aumentando su emoción al máximo, reduciéndola todo lo posible y observándolas sin regular sus emociones. Las imágenes eran relativas a violencia de género, otras neutras y otras, desagradables.

El hallazgo es que los maltratadores activaban las mismas zonas cerebrales que el resto ante imágenes desagradables, pero su actividad difería con las relativas al maltrato: “Al cruzar los datos con test psicológicos, se relacionaba esta activación diferencial con una peor empatía y con estrategias desadaptativas de regulación emocional, lo cual podría indicar que muestran menor empatía con sus parejas, pero no en otras situaciones”.

“La tesis arroja esperanza para los tratamientos psicológicos. No es que no tengan capacidad para regular sus emociones, empatizar o ser personas morales, por lo que con tratamientos enfocados y personalizados se puede trabajar en esos aspectos hacia sus parejas”, sostiene la investigadora.

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