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Elena Fernández-Pello

Identificar al violador

La mayoría de las agresiones sexuales se producen en “entornos seguros”

Palacio de Justicia.

En una comunidad como Asturias, una de las más seguras del país, aumentan preocupantemente los delitos contra la libertad sexual. Los últimos datos difundidos por el Ministerio del Interior, referidos al año 2021, constatan un incremento de algo más del 23% respecto al año anterior y las violaciones se han triplicado en la comunidad en los dos últimos años. Mientras eso sucede, el resto de delitos tiende a descender. Quienes trabajan en ese ámbito, ya sea en las fuerzas de seguridad, en la justicia, en los servicios sociales o en la sensibilización y la prevención, opinan que la estadística refleja, más que un incremento delictivo, una mayor conciencia del problema.

Desde ese punto de vista, las víctimas identifican mejor la violencia de la que son objeto, se reconocen como víctimas, y, con el apoyo social, asistencial y jurídico, se sienten menos avergonzadas, menos amedrentadas, más apoyadas y más capaces de denunciar a sus agresores.

El hecho es que la violencia sexual es un delito que no ha dejado de aumentar en España en los registros oficiales, y si está en ellos es porque se produce. Aunque se denuncie más que hace unos años, las estadísticas de la Unión Europea sobre criminalidad dan fe de que solo doce de cada cien agresiones sexuales son denunciadas. Solo se ve la cima del iceberg, el 88 por ciento restante, queda ahogado por el miedo y el silencio.

El grupo de trabajo para el estudio de las violencias sexuales, Sexviol, formado por docentes e investigadoras de cuatro universidades públicas españolas –la Complutense, la Carlos III, la de Valencia y la de Jaén–, ha constatado que en más del 80 por ciento de las agresiones sexuales existía algún vínculo entre la víctima y su agresor. En más del 17 por ciento de los casos se trataba de una pareja o una expareja. Más del 60 por ciento de las agresiones sexuales se cometieron en viviendas. En el 90 por ciento de las agresiones no se empleó violencia extrema. Solo en un cinco por ciento de las sentencias las víctimas presentaban lesiones graves o mortales y no había apenas diferencia entre el día y la noche: algo más de un 45 por ciento de las agresiones se produjeron a plena luz del día. Más del 70 por ciento de los agresores carecía de antecedentes penales, así que podría decirse de ellos que eran ciudadanos perfectamente adaptados. Solo un dos por ciento habían sido procesados por agresión sexual previamente.

La violencia sexual se manifiesta bajo un aspecto más cotidiano de lo que nos gusta reconocer, en espacio y a horas que percibimos como seguros. A veces es infligida por una horda de depredadores que salen a la calle a la caza de mujeres, algo que desgraciadamente también sucede, pero lo más habitual es que se produzca en el interior de los hogares y a manos de individuos que se suponen de confianza. En el caso de los menores, muy a menudo son los mismos que los tienen a su cuidado y deberían protegerlos quienes abusan de su fragilidad. Hay que reconocer a las víctimas, y las víctimas deben reconocerse como tales, pero para atajar el problema de la violencia sexual también hay que aprender a identificar los victimarios.

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