Los asturianos que residen a medio camino entre el mar y la montaña se quedaron estos días con ganas de nieve. Las previsiones meteorológicas habían puesto la miel en los labios a los amantes del manto blanco y anunciaban nevadas a cualquier cota durante el fin de semana, pero al final sólo cayeron cuatro copos que en la capital ni siquiera llegaron a cuajar. El Ayuntamiento de Oviedo activó incluso el plan de nevadas en alerta amarilla, por si acaso. No hizo falta sacar las quitanieves ni echar sal en las calles. Pero hubo un tiempo no tan lejano en que en Oviedo nevaba. Y mucho.

Una de las primeras nevadas de gran importancia caídas en la ciudad de las que se tiene constancia por escrito es la gran nevada de 1888 -la nevadona de los tres ochos- que dejó 29 muertos en Asturias. También afectó a la capital. El historiador José Manuel Puente asegura que la nevada se inició el 14 de febrero y que estuvo nevando prácticamente de forma continua hasta el día 20, cuando comenzaron las heladas, que complicaron más las cosas. Además, el día 24 entró un nuevo frente que dejó nevadas aún más intensas que no cesaron hasta el mes de marzo. Cuando parecía que todo había pasado, a mediados de mes, volvió a nevar. Y no paró hasta el 22 de marzo. Los lobos bajaron hasta el cementerio. Lo cuentan las crónicas periodísticas de la época. «Ya los lobos se acercan a la ciudad, ayer se vieron algunos en las inmediaciones del cementerio nuevo», recogía la publicación ovetense «El Carbayón» sobre la nevada.

Dicen los mayores que las nevadas de antes eran tardías y llegaban justo antes de la primavera. Como sucedió con la histórica «nevadona» de 1888, el temporal de nieve arreciaba durante los meses de febrero y marzo.

La siguiente nevada de relevancia de la que se tiene constancia documental en la capital cayó en el año 1947. El ovetense Jaime Álvarez-Buylla tenía entonces 16 años y recuerda que estuvieron más de una semana sin clase. «Aquello era una fiesta, tan pronto íbamos a tirarnos bolas de nieve al Campo como subíamos al Naranco a esquiar», rememora Álvarez-Buylla. «Nosotros éramos jóvenes e inconscientes, pero en las casas se pasaba frío, y era un engorro andar por las calles», explica.

Las temperaturas bajo cero provocaron que en los aleros de los tejados de la ciudad se formasen carámbanos. Algún ovetense resultó herido aquel año al impactar sobre su cuerpo uno de aquellos proyectiles. También resultaba peligroso caminar por la acera bajo tejados muy inclinados, porque se producían avalanchas por la acumulación de nieve sobre las cubiertas. «Recuerdo que se formaban carámbanos y nos advertían de que no caminásemos por la acera, porque nos podía caer uno. En las noticias salían esas cosas, era peligroso», sostiene el doctor Álvarez-Buylla.

La cronista oficial de Oviedo, Carmen Ruiz-Tilve, era una niña, pero recuerda aquella gran nevada de 1947. De aquel año conserva una foto con su amiga Antoñita Bueno sobre una gran bola de nieve en la zona de San Pedro de los Arcos, donde residía entonces. «En mi infancia todos los años caía una gran nevada y una semana sin clase. Tengo muy buenos recuerdos. Hacía mucho frío, pero no nos importaba...», explica Ruiz-Tilve.

«En Oviedo está nevando desde el domingo por la tarde, casi sin interrupción, hasta el mediodía de ayer en que amainó momentáneamente el temporal. La nieve tenía más de doce centímetros de espesor», recogía una crónica periodística el 2 de febrero de 1954. Aquel nuevo temporal de nieve que azotó la ciudad aumentó de intensidad y el espesor del manto blanco llegó a alcanzar los 40 centímetros, que eran 50 en la zona del Cristo y 60 centímetros en San Esteban de las Cruces. Los ovetenses tuvieron que hacer provisión de artículos de primera necesidad ante la posibilidad de quedar incomunicados. Y es que durante aquella gran nevada se suspendieron todos los servicios por carretera en la región y el servicio ferroviario entre Oviedo, Gijón y La Coruña. La temperatura en la capital asturiana a mediodía era de dos grados bajo cero.

Las históricas nevadas de 1888, 1947 y 1954 fueron sonadas, pero hasta mediados de los setenta era raro el invierno en el que en la capital asturiana no caía una buena nevada. «A partir de 1975 dejó de nevar fuerte, podía caer alguna nevada aislada, pero no de tantos días», asegura Jaime Álvarez-Buylla.

La Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) tiene recogidos los días en que se han producido nevadas en Oviedo desde 1972. Destacan 1978 con 13 días de nieve, 1999 con 11 días de nieve, y, más reciente, el año 2010 con 15 días de nieve. No obstante, no fueron nevadas de esas que duran una semana, y sobre todo en los últimos años, se sucedieron en días alternos. En 1973 no nevó ningún día en la capital y en 1982 sólo un día, según los mismos datos estadísticos recopilados por Aemet. Enero y febrero son los meses que han regalado más copos a Oviedo en la historia. En cuanto a las temperaturas, la entidad meteorológica destaca una mínima absoluta en noviembre de 1988 de -4,3 grados.

«Estos antecedentes y la certeza de que otras nuevas nevadas están por llegar justifican la necesidad de elaborar un protocolo de actuación ante situaciones de riesgo de este tipo», especifica el plan de nevadas del Ayuntamiento de Oviedo. Habrá que ver para creer.