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La precampaña electoral

La primera vuelta de las generales

Las elecciones autonómicas y municipales del 24-M llegan marcadas por una fuerte erosión del bipartidismo a causa de la dinámica de la política nacional

Un colegio electoral de Oviedo, en los comicios de mayo de 2011. L. MURIAS

Las elecciones municipales y autonómicas del 24-M tendrán por primera vez aire de generales. Las expectativas sobre la erosión del bipartidismo y la celebración de comicios nacionales, previstos para finales de año, condicionarán las estrategias de los partidos mucho más allá de las investiduras de alcaldes y presidente autonómico, puntos de inflexión habituales en las políticas más cercanas. Nada será igual en la constitución de los ayuntamientos y de la Junta General del Principado, donde las mayorías absolutas tienen visos de convertirse en formas de gobierno en vías de extinción.

Los asturianos ya vivieron una doble cita electoral en 2011, pero entonces, cuando acudieron por primera vez a las urnas, para elegir a sus alcaldes y al Gobierno regional, no sabían que José Luis Rodríguez Zapatero adelantaría las generales. En esta ocasión es diferente, los ciudadanos tendrán voto de ida y vuelta y los partidos seguro que acomodarán sus estrategias ante citas que amenazan con voltear el mapa político en España y en Asturias.

El bipartidismo llega a los comicios municipales y autonómico más amenazado que nunca y los resultados en Asturias son esperados con interés por expertos como el politólogo Pablo Simón Cosano, profesor en la Universidad Carlos III de Madrid e integrante del grupo de debate Politikon. "Asturias es el laboratorio de la política española porque suele anticipar tendencias. Hace cuatro años avanzó el fin del bipartidismo, con la irrupción de Foro en el parlamento regional y luego, al año siguiente de UPyD, que tuvo un papel decisivo para la formación del Gobierno", comenta Simón. "Si Aragón es el caucus de España porque el partido que gana en sus tres provincias se impone luego en las generales, Asturias es el laboratorio", sentencia el politólogo riojano, una opinión que también comparte el sociólogo Sergio González Begega. "En Asturias, la pérdida de capacidad para aglutinar voto del PSOE y el PP no es un fenómeno nuevo, se produjo antes que en el resto del territorio nacional", argumenta el profesor de la Universidad de Oviedo .

Las municipales y autonómicas de 2011 supusieron un duro golpe para el PSOE. Los ciudadanos castigaron la gestión que había hecho de la crisis económico el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero y los socialistas fueron barridos del mapa de poder de la España autonómica, que quedó prácticamente en manos del PP. Asturias no fue una excepción, con el agravante de que aquella cita regional coincidió con el estallido de la "operación Marea", el mayor caso de corrupción en la administración del Principado.

Los socialistas asturianos cosecharon el peor de sus resultados en el Principado y perdieron gobiernos municipales que habían controlado durante décadas, el más influyente de todos el de Gijón. La caída del PSOE no se tradujo, como en el resto de España, por un ascenso del PP. El hecho diferencial corrió a cargo de Foro, el partido promovido por Francisco Álvarez-Cascos después de que Mariano Rajoy decidiera relegarle como candidato popular al Principado.

El resultado de las elecciones andaluzas, en las que el PP ha perdido la friolera de 14 puntos, sitúa a la formación ante el difícil reto de aminorar un castigo por el que ya pasaron los socialistas cuatro años atrás. Y en Asturias, la reválida para los populares no será menor. Subir los diez escaños de 2012, convertirse en el partido de referencia del centro-derecha y ser la formación más votada son, y por ese orden, los exámenes que deberá superar el equipo de Mercedes Fernández, que parte, a priori, con una pequeña ventaja: el castigo por la gestión de la crisis suele ser mayor cuando los gobiernos nacional y autonómico son del mismo color, como ocurrió en Asturias en 2011.

Hasta el momento, ni socialistas ni populares han mostrado sus cartas en forma de programa. Tampoco han enseñando demasiadas bazas los partidos que aspiran a romper de manera definitiva le hegemonía del bipartidismo, los llamados "emergentes", como Ciudadanos o Podemos. Ni Foro, la formación que en Asturias se coló por delante de los grandes, hace cuatro años para, un año después, quedar a medias entre ambos, tras la convocatoria electoral adelantada por Cascos. Si hace años se consideraban cuestiones capitales la construcción del embalse de Caleao o de la incineradora o la ejecución de las grandes infraestructuras, ahora el debate se ha centrado, al menos durante la precampaña, en las políticas fiscales y en cuestiones más relacionadas con el empleo. La economía manda. "Los programas no tienen mucho peso en las votaciones. La mayoría de la gente no los lee; si acaso, cuatro propuestas llamativas. El papel de los programas crece cuando los partidos se sienten a la mesa para tratar de llegar a pactos, que faciliten el gobierno", esgrime Simón.

La coincidencia en el mismo año de las elecciones locales y autonómicas con las generales y la fragmentación política, consecuencia del fin del bipartidismo, añade incertidumbres a la gestión del día después del escrutinio. Con las mayorías absolutas cotizando a la baja, los partidos emergentes tendrán que empezar a tomar decisiones, con el consiguiente desgaste que pueden generar de cara a la convocatoria de las elecciones generales. Pablo Simón augura que ni Ciudadanos ni Podemos entrarán en gobiernos de coalición. Ambos partidos se juegan mucho en las generales y "sería una mala señal dar a entender que quieren conseguir puestín", afirma el politólogo, que prevé un período de inestabilidad, al menos hasta que pasen esos comicios. "El problema es que hay que investir a los presidentes autonómicos", aventura Simón.

El precedente de las elecciones andaluzas invita, apunta Begega, a la cautela. "Las encuestas muestran que la distancia entre partidos políticos tradicionales y alternativas emergentes es mucho más reducida tanto en porcentaje de votos como en estimación de escaños". El profesor de la Universidad de Oviedo más que un vaticinio comparte una sensación: "No sé sin son tiempos de cambio de era y fin del bipartidismo pero sí son, desde luego, tiempos de vértigo político".

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