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Asturama

Una avalancha imparable

"Estamos desbordados, no podemos enfrentarnos a este aluvión", dicen testigos asturianos de la crisis migratoria que atenaza a Hungría

Una avalancha imparable

El verano de los 330.000 refugiados, la marea imparable de sirios, irakíes, afganos, sudaneses, somalíes... que no cesa. Empujados unos por una de las guerras más crueles de los últimos decenios, otros por el hambre, otros por el sueño de construir una vida en el Occidente opulento que se les muestra en la televisión y el cine, se agolpan ahora en Hungría, donde algunos asturianos son testigos de una crisis sin precedentes. "Estamos desbordados, no podemos enfrentarnos a este aluvión", asegura el avilesino Daniel Sánchez Repullo, profesor de matemáticas en el Instituto bilingüe Mihaly Karolyi. "La situación es muy complicada. El país no está preparado, no hay infraestructuras suficientes para hacer frente a esta emergencia. Es bastante pobre, de diez millones de habitantes, cuarenta por ciento de los cuales cobra menos de 300 euros al mes. Hungría no puede quedarse con ellos", añade este testigo de los campamentos que se han creado en las dos estaciones de Budapest, donde los refugiados, buena parte de ellos sirios, esperan a que les permitan acceder a algún tren que les lleve a Alemania, Gran Bretaña o Escandinavia.

Toda la presión de la UE para poner freno a la entrada masiva de emigrantes será baldía, en opinión de este profesor de matemáticas. "La alambrada no sirve de nada. Se vende la imagen de Hungría como la mala de la película, pero es un problema que les ha venido sobrevenido", añade. La tensión es creciente entre esta masa de inmigrantes que llegan sin nada, tras haber agotado sus escasos bienes en un viaje a merced de las mafias. "Aquí saben que no se pueden quedar, porque la economía no lo soporta. La situación es tensa, no se cómo va a terminar", advierte. "No hay política común de la UE, a los países del sur se les abandona", estima.

En Hungría no recuerdan nada parecido a lo de este verano. Antes llegaban unos 20.000 o 30.000 refugiados a través de la frontera serbia. Para un país eminentemente nacionalista como el magiar, es demasiado. "A los sirios no los atienden, sienten una gran animadversión a todo lo occidental y a lo que viene del Mediterráneo", añade otro asturiano que ha residido hasta el mes de julio en Budapest. Advierte del crecimiento de la extrema derecha, que arrastra hacia el populismo al partido mayoritario conservador, muy criticado por la decisión de tender una valla de concertinas a lo largo de 150 kilómetros de frontera.

Los sirios llegan a Europa desde Turquía, donde las mafias se hacen de oro a razón de 1.000 euros por emigrante como mínimo. Desde Grecia, los sirios avanzan hacia el norte, a través de Macedonia, y luego Serbia.

De Macedonia regresó hace quince días la periodista residente en Oviedo Patricia Simón, que compartió su experiencia con el fotógrafo ovetense y premio Pullitzer Javier Bauluz. "Me encontré con personas absolutamente desesperadas", relata esta mujer. Le quedó grabado sobre todo el testimonio de la familia Al Khatib, formada por los padres, ambos maestros, aunque ella estudió periodismo, y tres niños, a quienes les cobraron 5.500 euros por pasarles a Grecia.

"Su casa fue destruida por las bombas depósito de El Assad. Durante un tiempo vivieron de prestado en Damasco, hasta que decidieron salir de Siria. La alternativa era la muerte. "Lo único que querían era recuperar su vida. Eran una familia normal, como nosotros, que solo deseaban llegar a Alemania o Suecia, donde tenían familia esperándoles. Vivir en una casa con jardín. No tenían dinero para comprar agua o comida. El último, obtenido con la venta del coche de la familia, sirvió para pagar el pasaje en lancha hasta Grecia", relata esta periodista. "La mujer se preguntaba por qué no les querían acoger. A nadie le gusta dejar su país, pero tampoco podían resignarse a ser asesinados", añade. "Son perfectamente conscientes del calvario que les espera, saben muy bien que serán deportados o condenados a la clandestinidad, ya que en España solo tienen derecho a permanecer seis meses en un centro, del que se les echa luego con 350 euros", asegura Simón.

Ahora, de regreso a Asturias, espoleada por la impotencia y la rabia ante lo que considera la actitud cínica de los gobiernos europeos, especialmente el español, ante el hecho de la inmigración, decidió poner en marcha una vía que diese cauce a un discurso más solidario, la Red Asturiana de Familias de Acogida de Refugiados. Esta iniciativa, vehiculada a través de Facebook, ya cuenta con más de mil seguidores, y eso que saltó a la red la noche de anteayer martes. Lo más importante es que una treintena de familias asturianas se han ofrecido a recibir en su casa a refugiados. "Otros han comprometido apoyo económico, y contamos con un abogado para realizar las gestiones legales de los refugiados y con una trabajadora social que se ha ofrecido a realizar un acompañamiento de los refugiados para su recuperación psicosocial", indica la periodista. Lo mejor es que se ha dado cumplida respuesta al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, cuando preguntó a quienes se oponían a la política migratoria del PP si estaban dispuestos a acoger en sus casas a los refugiados.

La tragedia de los refugiados sirios la conocen de primera mano dos miembros asturianos de Médicos sin Fronteras, la ovetense Aurora Revuelta Fuentes, quien durante años coordinó la acción de esta organización no gubernamental en la castigada República Centroafricana, y que ahora se encuentra en territorio turco, trabajando en primera línea con la avalancha de refugiados provocada por el Estado Islámico y la brutalidad del régimen sirio; y el avilesino Carlos Javier Francisco Cabello, coordinador general de Médicos Sin Fronteras para Siria, un equipo que cuenta con unos 250 españoles.

Carlos Francisco recordaba en una reciente entrevista con LA NUEVA ESPAÑA que los extranjeros no podían entrar en Siria, salvo de forma esporádica, por la peligrosidad de ese gran matadero en el que se ha convertido esa zona de Oriente Próximo. El cooperante recordaba que el hacinamiento y las malas condiciones sanitarias en las que tenían que realizar su viaje los refugiados habían hecho que se produjesen epidemias de sarampión y polio, enfermedad ésta última que estaba erradicada, pero que se reproducido por la falta de vacunas. Y es que el sistema sanitario de Siria ha quedado completamente destruido en una guerra que, como mínimo, ha costado 200.000 vidas.

Carlos Francisco llamaba la atención además sobre el drama de los diez millones de desplazados de la guerra, de los cuales tres millones y medio malviven en los campamentos de refugiados de Líbano, Jordania y Turquía, en medio de una creciente tensión con la población de esos países. "Si el conflicto de Siria queda olvidado, las condiciones de los civiles empeorarán", aseguraba. Dicho y hecho, a lo largo de este año, especialmente este verano, se ha asistido a una creciente salida de refugiados del país, y también de Turquía, el primer punto de refugio de los exiliados.

Esta ola inmigratoria sin precedentes, jalonada con miles de muertes en las aguas del Mediterráneo, está poniendo en jaque, una vez más, la solidaridad europea, mientras decenas de miles de refugiados se agolpan en las fronteras.

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