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Arquitectura personal | JOSÉ ENRIQUE RODRÍGUEZ CAL, "DACAL II" | Boxeador

"La medalla de bronce en Múnich-72 me dio la vida, 310.000 pesetas, una beca y un trabajo"

"Hice mi última pelea en Génova en 1985, con muchas ganas de dejarlo y ninguna posibilidad de ganar a un italiano joven y fuerte, porque me daban 700.000 pesetas"

José Enrique Rodríguez Cal, "Dacal II", en Llaranes (Avilés). MARA VILLAMUZA

José Enrique Rodríguez Cal, "Dacal II" (Candás, 1951) nació en un ambiente muy humilde, empezó a trabajar a los 14 años y entró en un gimnasio a los 15, para llevarle la ropa de entrenamiento a su hermano Avelino, Dacal para el boxeo. Le fascinó aquel ambiente de paisanos, el olor a linimento, la subida al ring... El día que su hermano le regaló unos guantes empezó a subir al ring y a aprender un poco de todos. Fue pronto campeón de Asturias porque tenía más picardía que los boxeadores de su edad. En Múnich-72 ganó una medalla de bronce que después de tres Olimpiadas sin conseguir ningún metal fue oro para España. Vive en Llaranes (Avilés), está casado, tiene 3 hijos y 5 nietos.

-¿Qué recuerda de su llegada al equipo olímpico?

-Lo primero, la emoción de poner la chaqueta azul con el escudo en el pecho e ir a Miskolc (Hungría). Tuve pasaporte, entré en un aeropuerto por primera vez, probé el avión, oí otros idiomas. Fueron nueve días. Gané a un irlandés y perdí con un alemán.

-¿Sus mejores años?

-Sí. De 1971 a 1975 gané medallas de plata y de bronce en todos los sitios que fui. Y una medalla de oro en los Juegos del Mediterráneo en Esmirna (Turquía).

-Recuerde la medalla de bronce de Múnich 1972.

-Fue el 17 de septiembre, el jueves hará 43 años. Un húngaro ganó el oro y un coreano me quitó la plata. Ganar aquella medalla me puso a vivir. Yo tenía 20 años y mi mujer 19, estaba embarazada y vivía en casa de sus padres mientras yo estaba en Madrid, concentrado, sin trabajo y pendiente de ir a la mili. Pasé de no tener dinero a que me dieran de golpe 310.000 pesetas.

-¿Qué hizo con ese dinero?

-Compré un piso en Versalles que pagué en mano y me sobró para algunos muebles. Cuando me dieron el cheque dije al que me lo entregó: "Si cree que merezco un premio por lo que hice colóqueme en Ensidesa, que soy hijo de productor". Me contestó: "Se hará lo que se pueda".

-Y se pudo.

-Entré en Ensidesa en septiembre de 1974. Tenía 22 años y me prejubilé con 60. Viví del trabajo. Entré de especialista y acabé como operador expedidor en el parque de desbastes.

-¿Había pensado en ganar la medalla?

-Me parecía imposible. Con poner el traje y decir que era olímpico, subir a un avión y estar en Múnich, Alemania, me daba por satisfecho.

-¿Cómo fue la vuelta?

-Hacía 12 años que España no ganaba una medalla olímpica y el combate había sido televisado. En Madrid había gente esperando para ver la medalla. Querían organizar entrevistas y homenajes, pero pedí que me dejaran en paz, que yo lo que quería era ir a casa y ver a la muyer porque, entre uno y otro, llevaba dos meses fuera. Cuando llegué a la Estación del Norte de Oviedo había cuarenta o cincuenta de la Atlética Avilesina esperándome, tiraron un par de voladores y me pusieron una montera picona que guardo en casa. Los días siguientes fueron todo fotos, cenas, periodistas, homenajes..., tremendo.

-Y subió su cotización.

-A partir de la medalla empecé a exigir más dinero a la Atlética Avilesina y tuve una beca muy buena de la Delegación Nacional de Educación Física y Deportes, de 45.000 pesetas. Llenaba La Exposición. Cuando tenía 25 o 26 años venían chavales de León cobrando 5.000 pesetas, más de lo normal. Sabían que venían a mamarlas con Dacal.

-¿A partir de la inimaginable medalla olímpica empezó a imaginar cómo quería que fuera su carrera?

-Quise ir a tres Olimpiadas: Múnich, Montreal y Moscú. Cuando tenía 23 años, Martín Berrocal me ofreció, en un hotel de Tenerife, pasar a profesional, pero yo quería seguir yendo a los Juegos.

-¿Encontraba otro tipo de rivales en los campeonatos internacionales?

-Sí. Me ganaban los cubanos y los rusos porque me sacaban envergadura y se movían muy bien. En Katowize, en 1975, perdí con un ruso que no paraba. De los cubanos recuerdo a otro que me ganó, Rafael Hernández.

-Juegos de Montreal-76.

-Estaba muy bien, una de las tres medallas era mía, pero quedé fuera en el primer combate.

-¿Cómo fue?

-Luchaba con un boxeador de Mongolia. Tuvimos un encontronazo, me hizo un corte en la ceja, lo miró el médico y mandó parar el combate. Fue mala suerte. Le iba ganando a los puntos.

-Tuvo pocos K.O. ¿Alguno que recuerde?

-En Santander, en los Escolapios, siendo amateur, a la vuelta de Montreal. Mi oponente era Antonio Llata, campeón de España, un chaval que estaba subiendo muy fuerte y que pegaba durísimo. Mi hermano me aconsejó que no fuera porque no tenía nada que ganar y podía noquearme, pero me ofrecieron 14.000 pesetas y acepté. En el tercer asalto me dio un golpe con la zurda que "desperté en Versalles". Bueno, estuve consciente en el apretón de manos. Cuando llegué al vestuario vinieron a decirme que me estaba llamando el periodista José María García para que entrara en directo. Llata fue a Madrid, fuimos amigos, hicimos guantes... A nivel internacional no logró gran cosa.

-No llegó a ir a Moscú-80.

-En 1977, en los campeonatos de Europa, que se celebraron en Alemania del Este, caí en el primer combate ante un búlgaro que era mejor que yo. En 1978, en el Campeonato del Mundo, en Belgrado, me eliminaron en el primer combate. Ya no era el mismo. La Federación me llamó a Madrid, me agradeció los servicios, me dijo que había que dar paso a los siguientes y me retiró la beca.

-¿Cómo volvió a casa?

-Alegre. Tenía tres hijos, trabajo en Ensidesa y se me hacía cuesta arriba estar un mes concentrado.

-¿Y lo siguiente?

-Le pedí a mi entrenador en la Atlética Avilesina, Rafael Blanco, que me solicitase la licencia profesional.

-¿Qué cambia?

-Todo. Los combates no son a 3 asaltos sino a 6, 8, 10 y hasta 12. Los guantes son más pequeños, de más castigo. El vendaje es más duro, con dos o tres rollos de esparadrapo puestos de forma estratégica. No parecen una venda sino casi una escayola. Se sale a pecho descubierto, sin camiseta, para dar más espectáculo. Y los combates no se paran con tanta facilidad. Cuando disputé el título de campeón de España a Marianín García, yo aspirante, combatí desde el cuarto asalto con una ceja rota.

-¿Valoró las consecuencias de esas diferencias?

-Sí. Esperaba lo que me esperaba. Es boxeo igual y quise probar. Tenía 28 años, no estaba castigado y me gustaba el espectáculo. En Asturias había que firmar con Roberto Prieto, que hizo a Gómez Fouz y a Gitano Jiménez. Era muy experto. En un año hice doce combates. Había que hacer muchos combates y ganarlos.

-¿Cuánto peleó como profesional?

-Seis años. Me retiré con 35.

-¿Cómo fue su último combate?

-En Génova, en 1985, como peso gallo, una categoría para la que era algo pequeño. Tenía ganas de dejarlo y ninguna posibilidad de ganar, pero era para el título de Europa y me ofrecieron 700.000 pesetas.

-¿Su rival?

-Ciro di Leva, un chaval de veintitantos años, fuerte y que peleaba en casa. Fui a por las perras, pero le andaba cerca en los puntos cuando me dejó K.O. en el octavo asalto. Nunca eché de menos el boxeo. Me ofrecieron entrenar chavales y no quise. Acabé cansado del sacrificio y de la maleta. Si algo tuve en la vida fue gracias al boxeo. No lo digo tanto por el dinero, aunque ayudaba a vivir, como por el reconocimiento, para mí es muy importante que hablen bien de Dacalín.

-¿Fue un padre presente?

-No estuve en la educación de mis tres hijos. Mi mujer se ocupó de eso. Pero los saqué a la calle, a jugar, les conté cuentos, los disfruté mucho. Fui un buen padre, pero fallé en no saber llevarlos por el camino de los estudios.

-¿Disfruta de los nietos?

-Bueno, son de sus padres, claro. Tengo cinco, de 23, 19, 18, 14 y 8 años. El de 23 años es hijo de mi primer hijo, que tiene 42.

-¿Qué tal cree que le trató la vida hasta ahora?

-Viniendo de donde vengo y con mi poca preparación, bien. Desde los 20 años viví muy decentemente y estoy muy agradecido.

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