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Masacre en Bruselas

"Bruselas es una ciudad fantasma"

Los asturianos en la capital belga perciben "temor y rencor" tras las bombas en el metro y en el aeropuerto: "Fue un atentado sucio, sin razón, por fanatismo"

" Es muy triste que unos individuos que no tienen religión maten a niños, niñas, hombres y mujeres, jóvenes y viejos, de todas las religiones y razas, que no tienen otro deseo que vivir en paz. Estamos todos muy afectados y tristes", se confesaba ayer Constantino Fernández, asturiano hijo de emigrantes y residente en la capital belga. El martes fue para él "uno de esos días tontos que te levantas a las ocho de la mañana, enciendes la tele casi instintivamente y te enteras de todo. Estás preocupado, pues varios amigos se iban en estas fechas de vacaciones y no recuerdas quiénes cogían el avión", rememoraba ayer. Después vio también por televisión que se habían producido explosiones en las estaciones de metro. "Y ahí empieza el pánico". Sus hijos, de 21, 24 y 26 años, no tenían conexión en el móvil. "Llamé a mi esposa, que trabaja en un laboratorio del Institut Jules Bordet de Bruselas, y ahí entre los dos localizamos a los niños. Todos bien gracias a Dios", relataba ayer, parcialmente, aliviado.

Ahora se enfrentan a una ciudad donde las comunicaciones están prácticamente paralizadas, "Ni metro, ni tranvías, ni autobuses. Yo tengo que coger el coche para ir a trabajar en un supermercado y tendré que volver a casa andando", subrayó.

La comunidad asturiana en Bruselas está viviendo con el corazón encogido las horas posteriores a los atentados en la capital europea. "Bruselas es hoy una ciudad fantasma", indicó Bernard Ferreiro, quien seguía al minuto la evolución de los heridos en los trágicos acontecimientos del martes. "Mi hija, que es médica en el hospital del centro Saint-Pierre, estuvo bloqueada por una alerta de bomba y tuvimos mucho miedo. Afortunadamente fue una falsa alarma", explicó ayer en conversación con LA NUEVA ESPAÑA desde la capital belga. "Los colegios abrieron", especificó sobre la jornada posterior a las explosiones en el metro y el aeropuerto, "pero muchísimos alumnos no acudieron. Los transportes públicos funcionaron muy reducidos y, además, con ciertas paradas suprimidas. A partir de las siete de la tarde muchas líneas cerrarán", avanzaba Ferreiro tras señalar que ahora "los militares están por todas partes, para ayudar a la Policía".

La familia de Francisco Javier Vigil Cosío, camionero y residente en Bélgica desde 1964, también se encuentra en buen estado, "sin daño físico pero sí moral", reconocen. "Ha sido fatal para todos. Empezar el día con tanta desgracia, que queden tantas vidas por el camino, es duro para las familias y para los demás porque fue un atentado sucio, sin razón, sólo por fanatismo", se lamentó tras coincidir con otros asturianos en la realidad de que Bruselas es ahora "un desierto por temor a nuevos atentados", precisa, "el Gobierno nos ha pedido no circular por las calles si no es necesario". Entre la población, cuenta, "se nota el temor y rencor hacia esos miserables asesinos. Esto es lo que sentimos nosotros, habitantes de Bruselas, y en Bélgica entera, en este primer día de dolor", relataba este camionero asturiano.

La huelga de controladores aéreos en Francia permitió que la familia de Javier Palmero y Beatriz Peláez viajara a Madrid en el momento del ataque terrorista. "Estamos todos bien, gracias. Menos mal que no nos recolocaron en un vuelo con salida en Zaventem" , transmitían ayer con alivio, recién aterrizados en Asturias.

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