La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La Última Pista

El crimen del ebanista, una "espina" aún clavada casi seis años después

El móvil del homicidio de Alfredo Suárez, muerto a golpes en un almacén de muebles de la calle Coronel Bobes, en Oviedo, continúa sin ser aclarado

El crimen del ebanista, una "espina" aún clavada casi seis años después

El crimen de la calle Coronel Bobes, una "espina clavada", en el prurito profesional de la Policía ovetense, como sus propios responsables admitieron al cumplirse el aniversario del homicidio, corre el riesgo de convertirse en uno de esos casos a los que el tiempo, y no el esclarecimiento de los hechos y el castigo del culpable, termina por dar carpetazo, ante la falta de indicios claros. Este crimen, cometido en un almacén de muebles de cocina de Ciudad Naranco, va camino de cumplir los seis años sin que aparentemente se haya avanzado gran cosa en la investigación, que ha contado con la intervención de agentes especializados en homicidios trasladados desde Madrid a la región. El caso sigue por tanto abierto, y bajo secreto de sumario. El autor o autores de esta extraña muerte pueden estar seguros de que la Policía no les ha dejado de lado y que continúa tras su pista.

El problema es que ni siquiera está claro el móvil por el que mataron al ebanista gijonés Alfredo Suárez Suárez, aquel 11 de noviembre de 2010, durante la pausa que realizaba diariamente para comer en el almacén donde trabajaba. Una primera hipótesis apuntaba a un robo que acabó rematadamente mal. Pero el hecho de que se hallasen dos relojes junto al cadáver contradice un tanto esta conjetura, y la Policía ha abierto otras líneas de investigación y desmenuzado cada detalle de la vida de este hombre de 61 años, que había sido trasladado desde la sede de Brico Cook en Gijón a Oviedo año y pico antes del crimen. Le quedaba ya muy poco para la jubilación.

Quizá fue su rutina diaria la que dio una oportunidad a su asesino o asesinos, que quizá hubiesen estudiado sus hábitos para poder sorprenderle con la guardia baja. El negocio cerraba sus puertas al público de una y media a tres de la tarde, momento que Alfredo aprovechaba para almorzar y relajarse un poco, antes de reanudar la actividad por la tarde. La puerta al almacén no estaba forzada. Este detalle ya habría ofrecido en otros casos una valiosa pista -que indicaría que el crimen fue cometido por una persona conocida-, pero en este caso resultaba totalmente estéril. Y es que, como constataron los investigadores, Suárez solía dejar la puerta abierta durante la pausa del almuerzo.

Fue la oficinista del negocio la que encontró el cuerpo. Sobre la una y media de la tarde, la mujer había abandonado el establecimiento. A esa hora solía llevar la recaudación al banco. Tras regresar al establecimiento, le extrañó no encontrar a Suárez. Incluso lo comentó con algún cliente, señalando que quizá le habría ocurrido algo. La mujer terminó subiendo al piso superior de la nave, poco después de las tres y media de la tarde. Allí estaba el cuerpo, sobre un charco de sangre. Primero se pensó en una muerte accidental, pero un examen más minucioso por parte del forense reveló que le habían golpeado en la cabeza con un objeto romo.

La Policía Científica estuvo buscando pruebas durante unas seis horas ese día, y continuó al día siguiente, sin encontrar indicios que apuntasen a un autor determinado del crimen, al menos no uno fichado en los archivos de las fuerzas de seguridad. Se abría la hipótesis de un crimen cometido por un individuo o unos individuos no profesionales. Quizá eso explicase que no se hubiesen llevado los dos relojes antes aludidos, y sí su cartera, en la que llevaba la documentación, las tarjetas de crédito y unos treinta o cuarenta euros, según indicaron en su día fuentes de la investigación. Los forenses, conscientes de la dificultad del caso, realizaron una exhaustiva autopsia del cadáver, en busca de algún indicio.

El crimen conmocionó a los vecinos y comerciantes de Ciudad Naranco, y también en Gijón, donde Alfredo Suárez era una persona muy conocida. Este homicidio llegó tres días después de otro crimen en Oviedo, la muerte de un hombre a manos de su hermano. En aquella época, además, se había extendido en el barrio ovetense una cierta sensación de inseguridad, debido a los atracos y robos con fuerza que se estaban cometiendo. Por eso desde el principio se exigió el rápido esclarecimiento de los hechos. No pudo ser y el caso sigue abierto. Desde entonces han sido decenas las entrevistas de los agentes para acercarse al homicida u homicidas.

La familia de Alfredo Suárez permanece ajena a la investigación, con el fin de no interferir en la misma y dejar trabajar a los agentes encargados del caso, aunque evidentemente, les gustaría que estuviese ya resuelta y poder cerrar el círculo de una dolorosísima experiencia, que siempre pesará en sus vidas.

Compartir el artículo

stats