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RODRIGO DE BALBÍN | Prehistoriador | Arquitectura personal y 2

"No sé qué significa el arte paleolítico, pero sé mucho de lo que no significa"

"En el Sahara me crucé con un camión de trabajadores de Duro Felguera y bebimos sidra y cantamos asturianadas"

Rodrigo de Balbín, delante del teatro Riera de Villaviciosa. LAURA CARADUJE

Rodrigo de Balbín Behrmann (Madrid, 1946), catedrático de Prehistoria en Alcalá de Henares, lleva estudiando la cueva de Tito Bustillo desde 1974. Ha estudiado en profundidad dos yacimientos más que también son Patrimonio de la Humanidad: Siega Verde, en Salamanca, y el conjunto megalítico de Antequera (Málaga). Nació en una familia muy de derechas -madre hitleriana y padre requeté- y muy religiosa, en los orígenes del Opus Dei. Desde niño fue poco convencional y poco dócil.

Procede de una familia aristocrática y desde niño ha veraneado en Villaviciosa, lugar cuyas vivencias y amistades le constituyen. Está casado con Primitiva Bueno, catedrática de Prehistoria, y son padres de dos jóvenes que quieren ser prehistoriadores.

-Para su tesina y su tesis excavó en el Sahara español.

-El arte rupestre siempre me llamó la atención y la zona era un filón. Empecé en 1968, acabé la documentación en 1973 y presenté la tesis en 1975. Cada año pasaba dos meses y medio, entre diciembre y primavera para evitar las temperaturas infernales. Trabajaba con un tanto que me daba Almagro.

-Era territorio militar...

-Solía ir acompañado de un militar que había estado en la legión, el capitán Jorge Sanz Aranda. Me presentaba en el Gobierno Militar de Canarias y el capitán general me ponía un Land Rover con un chófer y un policía territorial nativo a mi disposición. Tenía una planimetría del Sahara y con referencias de publicaciones, me iba a prospectar.

-¿Dónde vivía?

-En puestos militares. Llevaba una caja de botellas de whisky y de ginebra Tankeray como obsequio. Se portaban maravillosamente y me daban de comer. Me encontré a José Sigüenza Gabriel y Galán, teniente mío en la mili, que me ayudaba. Al atardecer, que caía como una piedra, nos inflábamos a copas y, si hacía calor, sudábamos directamente whisky.

-¿Cómo es el Sahara?

-Maravilloso. Los saharauis son unos seres fantásticos a los que hemos abandonado por menos que un plato de lentejas. Fui fundador de la Asociación de Amigos de El Sahara, que llevaba Antonio Masip. Hice una excavación por la noche con luna llena y se veía perfectamente.

-¿Por qué?

-Estábamos muy apretados de tiempo, ya era mayo. De noche había 20 grados. A los dos días marchamos con 60 grados hacia El Aaiún con el coche descapotado y echándonos botellones de agua por encima. De camino tuvimos espejismo sonoro.

-¿Cómo es eso?

-Empezamos a oír música a lo lejos. Luego vimos polvo. Luego vimos un camión y oímos canciones. Cuando estuvimos cerca, las canciones resultaron ser asturianas.

-Es como una mezcla de Tintín y Pinín.

-Era un camión de Duro-Felguera que llevaba obreros para la cinta de Fosbucraa, que explotaba el yacimiento de fosfatos. El camión no iba completo y la mitad del cargamento eran botellas de sidra. Paramos en mitad de aquel erial llano, nos presentamos y empezamos a beber sidra y a cantar. Yo canto asturiano siempre que me dejan. Aprendí en Villaviciosa y en mi familia. Estuvimos cinco horas, nos despedimos con abrazos y seguimos cada uno a lo suyo. En 1973, cuando la situación colonial ya hacía aguas, me atendió el coronel Valdés, de Villaviciosa y pariente mío.

-En 1975 tenía 29 años.

-Y presenté la tesis el 15 de noviembre, poco antes de morir Franco. Estuve casado en primeras nupcias desde 1973 hasta 1981, cuando entró la ley del divorcio. La había conocido en una excavación grande donde ella llevaba la prensa.

-Usted daba clases.

-Sí. En 1978 se convocaron oposiciones a agregación (un catedrático sin cátedra) y a adjuntos de Universidad (hoy titulares). No saqué la primera oposición de agregación. A los dos meses saqué la de adjunto de Universidad, y a los seis, la segunda de agregado, y me fui a La Laguna. Para venir a Oviedo quedé en cambiar la plaza con Fortea, que quería ir a Salamanca, pero aparecieron los yacimientos del Nalón y me dijo: "De lo dicho, nada".

-¿Qué tal en La Laguna?

-Un profesor me dijo: "La arqueología de Canarias la hacemos nosotros. Dedícate a tomar copas". Yo era el único que conocía la prehistoria africana y, como la arqueología canaria es africana, no hice caso a aquel buen paisano. Hice la primera publicación de arte rupestre de Canarias, dando la interpretación africana. Les pareció fatal. Luego hice un libro hablando del origen mediterráneo de los canarios que debía estar muy bien porque me pusieron a parir. Tengo buenos amigos, pero en aquellos tres años me putearon el ambiente bastante.

-¿Cuándo empezó a trabajar en la cueva de Tito Bustillo?

-En 1974.

-Muy pronto.

-Se descubrió en 1968. Controlaba Almagro y hace las primeras excavaciones Miguel Ángel García Guinea. La adaptan al turismo Martín Almagro y Magín Berenguer, con ayuda de mineros asturianos, sin respetar el ambiente original. Tras García Guinea, Almagro llamó a Alfonso Moure para que hiciera las excavaciones en 1972. Moure estaba conmigo en Madrid, nos pusimos de acuerdo y empezamos el estudio del arte prehistórico de la cueva, conjuntamente, en 1974.

-Usted fue catedrático durante un año en la Universidad de Santander.

-Quería marchar de Canarias y ser catedrático. Además, estaba cerca de Tito Bustillo.

-¿Qué tal le fue?

-Me sentí aislado. Estaba recién divorciado y tieso de dinero. La Universidad estaba empezando y los profesores marchaban el fin de semana. La ciudad estaba en contra de la Universidad entonces. A Hormaechea no le importaba nada. Luego eso cambió. No tengo nada contra Santander, por más que haya el refrán "De Santander, ni hombre ni muyer, ni aguas de beber", pero salió otro concurso de traslado para Alcalá de Henares y allí fui. Hasta ahora. A partir del 31 de agosto seré emérito.

-¿Cuándo conoció a su segunda mujer?

-En las excavaciones arqueológicas de la ciudad medieval de Recópolis, en Guadalajara, en 1979. Es cordobesa y colega, y hacemos lo mismo y nos llevamos bien. Entonces era alumna, pero nunca le di clase. Nos casamos en 1986 y tenemos dos hijos: Álvaro, de 24 años, y Ricardo, de 22. Como todo le mundo tiene su cruz, se dedican a la arqueología.

-Los críos, lo que ven en casa.

-Los llevaba de pequeños a excavaciones para que odiaran la arqueología, pero no lo conseguí.

-¿Fue un padre presente?

-De pequeños los bañaba y en casa cocino todos los días. Mi madre cocinaba muy bien y a los 17 años yo me hacía la comida porque me gustaba pese a que teníamos una cocinera gallega que cocinaba como los ángeles.

-¿Qué tal cree que le ha tratado la vida hasta ahora?

-Tuve suerte. Todo lo que hice me costó trabajo, pero me salió bien. Tuve un mal primer matrimonio, pero ha sido muy bueno el segundo. Tengo muy buenos amigos. Tengo un par de hijos estupendos. Trabajo en lo que quiero con una libertad personal fuera de lo común. En el trabajo hice cosas interesantes en prehistoria asturiana y, con mi mujer, en la prehistoria europea en general. Tenemos mucho contacto fuera y un equipín multinacional que da muy buenos resultados. Estuve en el descubrimiento y publicación del arte paleolítico al aire libre. Puede sonar raro, pero supone el cambio de concepto definitivo sobre el arte paleolítico.

-¿Puede explicarlo mejor?

-La propuesta inicial era que el arte paleolítico era misterioso y religioso porque se hacía en el interior más oculto de las cuevas. En las cuevas eso no es cierto. En Altamira y en Tito Bustillo el arte más importante se encontraba en una zona donde llegaba la luz natural. Si tomamos el arte paleolítico al aire libre, que tiene el mismo contenido que el que aparece en cueva, nos daremos cuenta de que son señales, marcas de territorio y se hacen donde se vive, se come, se defeca y se cohabita.

-La interpretación de la que se partía parece sólo ideológica.

-Sin duda. En prehistoria tenemos un cajón de sastre en el que llamamos religioso o votivo a todo lo que no entendemos. La primera interpretación se la debemos a un sacerdote católico, pero Leroi Gourhan, uno de los primeros carnés del Partido Comunista de Francia y magnífico investigador, sigue esa idea perezosa. La Pasiega, Altamira, Tito Bustillo, La Lluera no son yacimientos profundos aunque algunos estén así catalogados. En La Pasiega, las pinturas están a 75 centímetros del exterior de entonces, que luego se tapó.

-¿Cómo saltó usted de esa herencia intelectual?

-Reflexionando y viendo que esas ideas no coincidían con lo que había en las cuevas que yo estudiaba. No sé lo que significa el arte paleolítico, pero sé mucho de lo que no significa.

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