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ANTÓN GARCÍA | Escritor y editor

"En Barcelona aprendí la normalización lingüística, la edición, catalán y portugués"

"El nacionalismo, llevado a sus últimas consecuencias, es independentista, pero no tiene por qué ser así; ni quiero que Cataluña se independice ni entiendo la prisa"

Antón García, en un banco del Campillín, en Oviedo. LUISMA MURIAS

Antón García (Tuña, Tineo, 1960) es escritor, traductor y crítico en asturiano, licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Oviedo, donde es profesor, y el editor que creó Trabe y Saltadera. Miembro de la segunda Generación del Surdimientu, ha traducido al asturiano a Eugénio de Andrade y a Álvaro Cunqueiro. Novelista y ensayista, tiene su obra poética en cuatro títulos que van de "Estoríu" (1984) a "La mirada aliella" (2007).

- ¿Qué hablaban en su casa?

-El asturiano habitual del occidente de Asturias, que se diluye en castellano. Nací siendo Antonio y crecí llamado Toño, más que Antón. En el instituto y la Universidad fui Antonio. Manolo de la Cera me empezó a llamar Antón. Ahora lo llevo en el DNI.

- ¿En Oviedo notó diferencias en el asturiano?

-La mayor fue con el asturiano de los asturianistas. Venía de la oralidad. En mi vida es muy importante mi tío José Antonio.

- ¿Por qué?

-La familia de mi madre era muy pobre. Mi abuela Josefa fue dos veces madre soltera. A mi tío la poliomielitis le paralizó medio cuerpo. Fue criado desde niño a adulto en una casa que fracasó y lo echaron. Compró un molino en Belmonte y fue el molineiro de Las Estacas. Mi abuela y él sólo hablaban asturiano cerrado perfecto. Me caía muy bien: era un buen contador de historias y un buen lector de mi obra en asturiano, con apreciaciones lingüísticas muy interesantes.

- ¿Por qué dejó usted de escribir en castellano?

-Dejó de interesarme. Leí a Juan Larrea, escribí poemas ultraístas y me dio la impresión de que la destrucción del lenguaje no me llevaba muy lejos. Al tiempo, me interesé más formal y sistemáticamente por el asturiano en 1977 por "Conceyu Bable" en "Asturias Semanal".

- Primer contacto personal.

-A los 17 años, mi padre me trajo un día a Oviedo y me llevó a la Galería Puente, que llevaba la hija de Pachín de Melás. Ella me regaló una de sus obra de teatro. Cuando vinimos a vivir a Oviedo escribí una carta a Antonio García Oliveros, me invitó a ir a su casa y hablamos muchas veces porque le hacía gracia que un rapaz se interesara por los cuentiquinos del escañu y todo aquello.

- ¿Y después?

-Hacía un programa de Radio Asturias con Andrés Montes y Julio César Iglesias y entrevistamos a Lluis Álvarez, "Texuca". Le conté que me interesaba el asturiano y me invitó: "Vienes por casa y preséntote a Ameliona". Amelia Valcárcel presidía "Conceyu Bable" y me hizo militante. Me entendí bien con ellos.

- ¿Con quién no se entendía?

-Con los redactores de los comunicados de los partidos. No había dios que entendiera el asturiano en que escribían.

- ¿Usted era del PSOE?

-Que Asturias no fuese reconocida comunidad histórica ni el asturiano lengua oficial en el Estatuto me alejó mucho del PSOE.

- ¿Qué pasó en 1980?

-Mi magdalena de Proust. Estaba en la huerta de casa semando patacas, algo que no me gusta. Me ayudaba mi prima y me dijo: "Anubre bien las patacas que, si non, asoleyan". Quedé pensando ¡qué frase que entiendo y nunca la habría dicho! Al llegar a casa empece una libreta, escribí "anubre" y "asoleyan" y empecé a apuntar todo el vocabulario que encontraba e intentaba definirlo. Me alfabeticé en asturiano y de ahí a la escritura fue muy fácil.

- ¿Qué tal llevó la carrera?

-Mal. Se daba filología española y yo estudiaba filología asturiana en García Rendueles, Menéndez Pidal, Caveda y Nava por mi cuenta.

- ¿Cuándo conecta con escritores de su generación?

-En 1981 con los del Occidente: Roberto González Quevedo, Alfonso Velázquez y Neto, al que recupero desde los tiempos del Instituto en Cangas del Narcea. La Academia de la Llingua fijaba la ortografía con nuestra oposición y nos conjuramos a escribir y publicar en asturiano occidental. Creé la editorial Tsibros de Frou a los 23 años y fui a vivir tres años a Barcelona.

- ¿Por qué?

-Me apetecía Barcelona y me interesaba la cultura en catalán. Mi hermano trabajaba allí. Leí a Espriu y a Ferrater, en ediciones bilingües, y me pareció que el catalán me podía ser útil para el asturiano. Contacté con Xosé Gago, casualmente, y echamos muchas horas de debate desde su conocimiento muy profundo de la realidad cultural asturiana y catalana y la normalización. Aprendí portugués.

- ¿En Cataluña, con lo cerca que está de Asturias?

-Entonces estaba lejísimos: sólo conocíamos a los mendigos portugueses. En Barcelona había una estupenda biblioteca, un centro de cultura brasileño y más oportunidades. Trabajé de lector para la agencia literaria de Antonia Kerrigan y vivía de lo que la providencia daba, sin aprietos porque la familia se portó.

- ¿Qué opina de lo que sucede ahora en Cataluña?

-Cualquier nacionalismo, llevado a sus últimas consecuencias, es independentista, pero no es necesario que sea siempre así.

- ¿Usted es independentista?

-No quiero que Cataluña se independice, pero creo en el divorcio y en que haya medidas para no vivir juntos. Los catalanes llevan 40 años condicionando la vida pública española y esta prisa no es lógica. Deberían hacerlo dentro de la ley.

- ¿Por qué volvió a Asturias?

-Mi padre enfermó, vine para atenderlo, murió, mi madre pasó una temporada en Cataluña, mi hermano pidió el traslado y volvimos todos en 1986. Mi intención, sin interés, era terminar mi carrera en un curso. Fui a la Academia de la Llingua y a la Oficina de Política Lingüística a ofrecerme. Una novela que escribí en Barcelona ganó el "Xosefa Xovellanos" y la Oficina de Política Lingüística me encargó en 1987 que coordinase la Junta de Escritores en Asturiano de Villamayor. Eso me llevó a hacerme cargo en 1988 de la Oficina de Política Lingüística, primer empleo por el que coticé después de diez de trabajar.

- ¿Y en la vida privada?

-En Política Lingüística conocí a Consuelo Vega, vivimos juntos tres años y nos casamos. Tenemos una hija, Lena, que ya tiene 22 años, hizo Contabilidad y Finanzas y esta haciendo un máster en Barcelona.

- ¿Fue un padre presente?

-Totalmente.

- ¿Dónde lo aprendió?

-En torno a 1978 me interesó el feminismo y decidí, conscientemente, aplicar a mi vida sus predicamentos. Me costó convencer a mi madre, mujer tradicional, para que me enseñara a cocinar y a hacer las cosas de casa. Cocino a diario y no quiero que exija más de media hora.

- Fundó Ediciones Trabe en 1992 y la vendió en 2007.

-La vendí cinco minutos antes de que llegara la crisis. La vendí porque a mi mujer le ofrecieron ser directora general de Cultura y eso podía crear una incompatibilidad y porque no me gustaba lo que estaba haciendo: nóminas, facturas, bancos... He vuelto a la edición con Saltadera, que también produce contenidos audiovisuales.

- Es profesor de Literatura Asturiana en la Universidad. ¿Le gusta dar clase?

-Sí. Para algo me sirvió terminar la carrera y la filología asturiana que estudié en paralelo a la filología española de la carrera.

- ¿Qué tal siente que le trató la vida hasta ahora?

-Muy bien. Tengo una familia que quiero y que me quiere, hago cosas que me gustan y ni tuve ni tengo grandes ambiciones.

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