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GUSTAVO ADOLFO FERNÁNDEZ | CRONISTA DE GRADO. FUNCIONARIO LOCAL E HISTORIADOR

Grado, puertas abiertas

Gustavo Fernández, en la plaza del mercado de Grado. Al fondo, la casa Tejeiro, levantada en el año 1798. IRMA COLLÍN

- Cuénteme una historia.

-Ésta es una historia muy, muy antigua que explica, entre otras cosas, los orígenes de nuestro mercado de los domingos. Grado es de fundación real, en tiempos de Alfonso X el Sabio. No se conserva la Carta Puebla pero probablemente la celebración de ese mercado semanal sea un privilegio concedido por el rey. Un mercado de tradición medieval que llegó hasta nosotros, con más de doscientos puestos y lista de espera.

Desde las ventanas de la Casa de Cultura de Grado/Grao/Grau -según guste- se ve un lienzo de la muralla defensiva de la capital del concejo, la ribera entre brumas del río Cubia, ya cercano al Nalón, y, a lo lejos, el estrechamiento abrupto de Peñaflor, escenario de peñas unidas por un puente donde un puñado de vecinos al mando de un irlandés fascinante, William Parker Carrol, detuvo durante horas al Ejército napoleónico en mayo de 1809.

La fuerza de los defensores, dicen las crónicas, consistía en un único cañón, por lo que es fácil suponer cuál fue el desenlace militar en aquella encrucijada que es hoy punto de confluencia con otros dos concejos, Las Regueras y Candamo.

Llueve sobre la vega de Grado. Es miércoles, segundo día de mercado semanal, más modesto que el mercadón del domingo, pero que también sirve de amalgama social y reencuentro entre vecinos. Así que toca paseo bajo el paraguas. El agua ejerce de espejo sobre el empedrado del casco histórico de Grado, que conserva un aire de nobleza a pesar de que el crecimiento urbanístico de la villa, constante hasta donde alcanza la memoria, se ha llevado por delante mucha fachada con historia.

Gustavo Adolfo Fernández Fernández (1971) es cronista oficial del municipio desde marzo de 2017, mes de su toma de posesión. "Nací en Grado, con raíces familiares en Vega de Anzo. Mis abuelos eran la clásica familia modesta que tenía dos vacas y un cerdo. Y a la hierba por el verano. La casa estaba a pie de carretera y alguna vez mi abuela tuvo que atender algún parto cuando el traslado se hacía en coche y a la madre no le daba tiempo a llegar hasta Oviedo, al hospital".

El orbayu de la mañana no puede con la actividad de la plaza del mercado, que es la del General Ponte. Hace 85 años que esa plaza se convirtió en teatro para acoger la primera representación en Asturias de "La Barraca", el grupo de teatro universitario dirigido por Federico García Lorca. El poeta era amigo de un moscón genial, Valentín Andrés Álvarez. Cuentan que tras la función teatral -se pusieron en escena tres Entremeses de Cervantes- la noche se hizo corta bebiendo sidra y escuchando gaita y asturianadas de Prudencio Merino, "Polenchu", otro que tiene para una biografía intensa.

Apenas queda media docena de soportales en la plaza del mercado, pero le sirven al cronista del concejo para hacerse una idea de lo que habría sido el entorno en un tiempo remoto. Es la plaza un cruce de caminos urbanos, en una villa en la que, a su vez, entroncan el Camín de La Mesa y el Camino Primitivo hacia Compostela. "Por el centro de la localidad pasa la antigua carretera de Galicia, y era el lugar donde a ambos lados de la calzada se situaban los puestos de venta".

El Camín Real de La Mesa nació entre cordales como paso militar en época romana y se volvió civil con el tiempo. La ruta compostelana, por su parte, inicia el paso a pie desde la catedral de Oviedo y se adentra en las entrañas asturianas en una diagonal entre bosques, valles y puertos de montaña. El primer camino de la Historia hacia la tumba del apóstol, cuenta la leyenda.

Grado es nuclear y agrupa a las dos terceras partes de la población de un concejo que anda por los diez mil habitantes. Sobre el mapa se intuye su valor estratégico, un poco como puerta de Occidente y a la vez como complemento capitalino. Oviedo, como referencia; ahora más cercana con la autovía, aunque hay quien dice que las infraestructuras las carga el diablo, sobre todo para los intereses de las poblaciones más modestas.

¿Qué es Grado, que parece de todos, a medio camino de cualquier parte? "Nosotros somos occidentales no sólo por la forma de hablar, sino por la manera de sentir", explica Gustavo Fernández. "Aquí Asturies es Asturias y el ye se usa poco". A la hora de buscar una frontera lingüística es preciso volver al Nalón, padre fluvial que a partir de Grado comienza a buscar el mar.

Trubia, al Este, dista unos 13 kilómetros. La localidad armera, hoy perteneciente al municipio de Oviedo, fue territorio gradense durante siglos. Grado tuvo en su día una fábrica de bayonetas, que era concesión real, y las actas municipales demuestran a las claras el insólito hecho de que en noviembre de 1884 el concejo se dejó arrebatar Trubia sin disparar un solo tiro (entiéndase la frase desde el punto de vista administrativo).

Grado tiene vidilla diurna, que se la da el pequeño comercio. Gustavo Fernández lleva registro de las más de cien asociaciones ciudadanas en activo en el municipio, que se dice pronto. "A base de colectivos y de iniciativas asociativas hemos asumido que no somos menos que nadie", aunque en esta tierra de asombrosos emprendedores falte hoy una industria emblemática.

Grado apuntó a Cuba como principal destino emigrante. De aquí salieron Ramón Areces y Pepín Fernández o, lo que es lo mismo, el germen de talento que dio lugar a Galerías Preciados y El Corte Inglés, por poner dos ejemplos de restallu.

Huele a tocinillo en la villa, pero ya no huele a café en sus alrededores. El mercado del miércoles tiene colores de invierno y sabe a queso de afuega'l pitu (o afoga'l pito o como se quiera denominarlo, que las palabras son moldeables al espíritu y las gargantas de los hablantes).

En la plaza del mercado se moja "La Muyerina", el bronce que quiere representar a las vendedoras, pero que se parece más a un guerrero de Xi'an. Junto a la oronda "Muyerina" y atrincherado bajo el paraguas, Gustavo Adolfo Fernández Fernández cuenta su pequeña historia: "Siempre me apasionó dibujar, intenté matricularme en Bellas Artes, en Salamanca, y no me admitieron. Y nunca más dibujé. Empecé a estudiar Historia, en Oviedo, rodeado de comentarios del tipo de "eso no val pa nada". Y en el primer año de carrera conocí a la que hoy es mi mujer. Después me especialicé en Archivos y Bibliotecas, que se estudiaba en Santiago. Mi caso es un poco ejemplo de eso que se dice que en la vida, cuando se te cierra una puerta, se abren otras treinta".

A ojos de lector profano Grado es un municipio bien contado, pero Gustavo Fernández se siente en medio de una carrera contra el tiempo "porque queda mucho por saber y la pena es que muchos de los posibles informantes se nos están yendo". Ley de vida.

La vida que se renueva tras cada invernada. En apenas once semanas la Primera Flor inundará de primavera el mercado. Y el corazón de Grado aumentará de pulsaciones.

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