Avilés / Oviedo,

A. P. G. / M. M. / L. Á. V.

El gijonés A. P. M. contactó con la avilesina María José (Marisé) del Río Lastra hace unos tres años a través de un periódico de anuncios por palabras en los que ella se publicitaba como echadora de cartas. Eso, al menos, es lo que aseguró a la Policía el hombre que a punto estuvo de acabar con su vida el pasado lunes, día 22, apenas tres días después de matar de forma macabra a su caniche «Tona», en su propio domicilio. Los amigos de la víctima reconocen su afición al tarot, aunque niegan, como sus familiares, que Del Río Lastra tuviera relación alguna con la magia negra ni alguna actividad similar. Las peores cartas de la avilesina no se encontraban en los arcanos, sino en un gijonés de 42 años, según la Policía con algún tipo de trastorno metal severo, que parece tener en su propia cabeza a su mayor enemigo.

Las versiones sobre la relación entre víctima y agresor son dispares. En el círculo de Marisé del Río, de 63 años y presidenta de la Asociación Protectora de Animales La Paz, aseguran que A. P. M. la acosaba desde hace «mucho tiempo», aunque la situación se agravó desde hace unos meses. Dicen que el gijonés estaba interesado en comprar dos canes de Del Río, a lo que ella se opuso. Ésa fue, de hecho, la versión que la mujer ofreció a los agentes el viernes 19, cuando comenzó a temer por su vida.

Ese día, como otros tantos, Marisé del Río salió a hacer la compra. Cuando regresó del supermercado se encontró la puerta de su vivienda (un primero del número 15 de la calle Juan Ochoa) destrozada. Y llamó a la Policía. La mujer y los agentes hallaron en el interior una escena dantesca. La caniche blanca de Marisé del Río, «Tona», yacía sobre una cama, destrozada, sobre un charco de sangre y con un destornillador clavado en el cráneo. Para ella sus perros son «como hijos», por ellos se desvivía. Pero, además, no era la primera vez que destrozaban su puerta. La mujer sabía quién había sido el autor de aquella carnicería y así lo manifestó a la Policía. Les habló del gijonés A. P. M. y les informó de que ya había presentado denuncias contra él. Pidió, además, una orden de protección por temor a que el hombre que había matado a su perrita volviese a por ella. Pero no hubo respuesta.

Las fuerzas de seguridad aseguran que en ese mismo momento emprendieron la búsqueda del aludido, sin éxito. No lo localizaron en su domicilio, en la calle Móstoles de Gijón, ni a través del teléfono. Mientras, Marisé del Río rechazaba las propuestas de sus allegados que la aconsejaban abandonar su domicilio durante unos días por si a ese hombre que la acosaba desde hacía meses se le ocurría volver. Pero no lo hizo. Confiaba en la justicia y se quedó en su casa, mientras A. P. M. se alojaba en un hostal vecino a la estación de autobuses de Avilés.

La avilesina confiaba en que el día 22, lunes, llegara la puerta blindada que había encargado. Se sentía insegura y motivos tenía para ello. No fue así. Cerca de las diez de la mañana su puerta se vino abajo, a golpe de maza, la misma herramienta que impactó contra su cabeza de forma brutal una y otra vez hasta dejarla agonizando sobre un charco de sangre, en el hall de su casa.

Una de sus vecinas fue la que alertó al 091. La Comisaría del Cuerpo Nacional recibió la llamada de alerta a las 9.50 horas del día 22. En cuanto la patrulla se presentó en el domicilio de Marisé y comprobó la identidad de la víctima, uno de los agentes, conocedor de sus denuncias, sospechó del gijonés. Su búsqueda se centró en los servicios de transportes de la ciudad y no hubo fallo. Ese mismo agente identificó a A. P. M. en la estación de Renfe, cuando se disponía a coger un tren hacia Gijón, mientras su víctima era trasladada al Hospital San Agustín, primero, y al Central de Oviedo, después, dada la gravedad de sus heridas.

«He sido yo el que he pegado en la cabeza a María José», les confesó en ese mismo momento el agresor, ahora imputado por un delito de intento de homicidio. A. P. M. llevaba una navaja en un bolsillo del pantalón y una bolsa de deporte en una mano. La Policía halló en su interior una maza con restos de sangre y cabello, de 60 centímetros de longitud, y una especie de carpeta con cartas en las que alertaba de los «poderes malignos» de la avilesina. Textos similares hallaron los agentes al día siguiente en el registro de su domicilio. Los destinatarios, el Rey o el presidente del Gobierno, entre otros.

El detenido ratificó ante el juez la misma versión que ofreció a los agentes. Éste decretó su ingreso en prisión provisional, comunicada y sin fianza como presunto autor de seis delitos: un intento de homicidio, dos de allanamiento de morada, otros dos de daños y uno de robo con fuerza en casa habitada.

A. P. M. permanece desde el miércoles en Villabona mientras la familia de Marisé del Río, que además tenía que someterse el jueves pasado a una operación por una penosa enfermedad, confía cada vez más en una pronta recuperación. La víctima del gijonés continúa sedada y «su situación es estable», según indicó una hermana de la víctima que reside en Avilés. Esta mujer y su marido pasaron ayer a visitarla a la unidad de cuidados intensivos del Hospital Universitario Central de Asturias. Declinaron realizar más manifestaciones, aunque su estado de ánimo es menos pesimista que en las primeras horas que siguieron a la brutal agresión, cuando Marisé del Río estuvo entre la vida y la muerte. También acudieron a interesarse por el estado de la víctima una prima de ésta, residente en la localidad lucense de Ribadeo, así como varios amigos. La prima de la mujer indicó que los médicos podrían despertarla «en dos o tres días», lo que da muchas esperanzas a los familiares. «Ojalá pueda salir de ésta», deseó la mujer, antes de entrar a la uci a ver a su prima.