S. FERNÁNDEZ

Izumi Kando (Osaka, Japón, 1961) ensaya una pieza contemporánea en el teclado del nuevo órgano de la iglesia de Santo Tomás de Cantorbery. Las naves del templo reciben cada una de las notas que salen del monumental instrumento -doce toneladas- como si fueran tubos del propio órgano diseñado por Federico Acitores.

«Es fantástico poder tocar un instrumento como este y es un placer tocar en una ciudad como Avilés», apunta la concertista que ayer por la tarde ofreció un recital en el que combinó piezas clásicas de Manuel de Falla con composiciones propias y otras piezas contemporaneas. «La música de órgano no sólo es religiosa», explica la música japonesa que es la organista titular de la iglesia luterana de Los Alemanes de Barcelona. «Aunque soy católica», sonríe. «La diferencia entre la liturgia católica y la luterana está, sobre todo, en la música y en la palabra. En este sentido, el rito luterano se centra, sobre todo, en el órgano», comenta.

Sobre el programa que interpretó ayer en la iglesia de Santo Tomás de Cantorbery apunta: «Lo preparé como para explicarme a mí misma: una pieza folklórica, otras composiciones de Europa, que es donde viví, algo mío y, sobre todo, creaciones de Japón y del resto de Asia», explica la organista, rodeada de papeles.

El recital de Kando estuvo incluido en el ciclo del Principado de Asturias. José Luis Vega, director general de Patrimonio, presentó el miércoles el concierto en el que sonaron piezas de Antonio Correa de Braga, Manuel de Falla, Bach, Stamm, la propia Kando o César Franck, un programa heterogéneo después de la bendición del Arzobispo del jueves.

El órgano, según Kando, marca el nivel de una ciudad. «Y Avilés está en el primero», concluye.