En el huerto de Cáritas en Valliniello los tomates se colorean al sol al lado de las parcelas de zanahorias, coles y el resto de cultivos que han sido, durante estos meses, materia de estudio para los primeros alumnos de la Bioescuela. En total han sido cinco los jóvenes que finalizaron el curso formativo que les acredita el certificado de profesionalidad de nivel uno de actividades auxiliares de agricultura que les entregó esta semana Cáritas. Ahora ya pueden intentar hacerse un hueco en el mercado laboral con los conocimientos necesarios para trabajar en un huerto.

"Me gustó todo. Plantar, regar, quitar las hierbas, aprender los nombres de los árboles y semillas, conocer a la gente y trabajar en grupo", aseguró uno de los flamantes diplomados, Abdou. A Isaías Jiménez no le importaría dedicarse a la agricultura, y asegura que en su casa daban buena cuenta de los tomates, acelgas, calabacines y demás productos que llevaba procedentes del huerto de Valliniello. Porque precisamente ese era uno de los destinos de los cultivos: el hogar de los participantes en el curso. El otro, la casa de acogida Luz Rodríguez Casanova que Cáritas tiene justo al lado del huerto.

Esta Bioescuela es un proyecto de Cáritas para trabajar con jóvenes en riesgo de exclusión social. María José Calvo y Aitor Oliver, educadora y técnica de empleo la primera y monitor el segundo, están al frente del huerto. "Además de aprender a cultivar agricultura ecológica, los participantes también trabajaron sus habilidades para encontrar empleo", indicó Calvo. Entre otros conceptos, abordaron la prevención de riesgos laborales, orientación laboral, búsqueda de empleo y actividades auxiliares vinculadas a la agricultura ecológica. Además, como se fomentó mucho el tema del estudio, varios de los participantes han decidido matricularse en diferentes opciones de formación.

En total fueron 400 horas de formación, de lunes a viernes, durante tres meses. Una nueva hornada de alumnos comenzará su formación en noviembre, una vez que Cáritas seleccione a los posibles candidatos. Durante estos tres meses los aprendices trabajaron con todo tipo de cultivos de temporada: tomates, hortalizas, lechugas, fabas... El esfuerzo fue mayor al que tendrán que realizar las futuras promociones, ya que todos los participantes, tanto alumnos como responsables y voluntarios, tuvieron que poner en marcha un huerto que hasta ahora no existía, con la tierra endurecida. Eso sí, también tuvieron como apoyo una máquina multicultora y una desbrozadora.

Sin sulfatos ni abonos no ecológicos florecieron los primeros frutos. Y los aprendices tuvieron también la ocasión de, entre cultivo y cultivo, visitar seis empresas de Asturias dedicadas a este sector, para ver que sus nuevos conocimientos pueden tener futuro.