La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Concejo de Bildeo

El tren embalado

La desastrosa participación de un bildeano en el desarrollo ferroviario japonés mucho antes de que el AVE iniciara su tortuosa andadura hacia Asturias

El tren embalado

De nuestro corresponsal,

Falcatrúas

Los japoneses fueron los primeros en poner sobre raíles el primer tren rápido del mundo, el Tren Bala, precursor del AVE y demás trenes que vuelan bajo. Como el nuestro, ese invento que lleva diez años viniendo hacia el Principado y que será de alta velocidad pero, si llega, lo hará en diferido. ¡Qué coñazo!, amenazándonos con que de ésta ya viene, y nada, que si quieres arroz, Catalina. En Bildeo opinan que hasta que funcione de una puñetera vez, podrían entretenernos un poco más sometiendo a referendo popular un nombre asturiano para el tren de marras, como "Tren Glayo", (mejor que "Tren Arrendajo", ¡qué tiene que ver!), o "Tren Xabaril" (nada de "Tren Jabalí", por Dios).

Con esa maniobra de distracción no conseguiríamos la independencia de Asturias, pero serviría para entretener al personal introduciendo palabras del bable compatibles con la tecnología de vanguardia. Los vascos inventaron "aireportua" para decir aeropuerto en raro, ¡allá ellos!; es cierto que los nacionalistas siempre obtienen dividendos de estas chorradas, pero, qué quieren que les diga, si para ser (buen) asturiano hay que ir por ese camino, no necesitamos tren de alta velocidad para no ir ninguna parte.

Dicen que cuando los japoneses estaban estudiando todas las circunstancias que pudieran afectar a un tren desplazándose a 300 kilómetros por hora, ensayaron en un túnel de viento, entre muchos otros condicionantes, el posible impacto de las aves contra la locomotora, ya que otros animales como vacas y burros tenían prohibido colarse a través de las alambradas e invadir el espacio de la vía férrea. Los aviones gozan de problemas similares en vuelo con las aves, tragadas por las turbinas o aplastadas contra la cabina. Bajando a tierra, imagínese que va usted a 100 por hora en su coche y que un simple abejorro se estampa contra el parabrisas; el impacto produce un buen susto en los pasajeros del vehículo, el insecto se transforma en un escupitajo untuoso y todos pasan unos kilómetros observando aquella masa asquerosa desplazándose por el cristal. Bueno, pues un ave de un par de kilos que vuele despistada y sea atropellada por un tren a 300 kilómetros por hora, puede romper el parabrisas, matar al conductor del tren, destruir algún aparato electrónico y originar un desastre.

Los ingenieros nipones, chauvinistas a ultranza, tenían contratado a un técnico extranjero para trabajos auxiliares, un pinche al que encargaron la tarea de introducir aves del tamaño de un faisán, una gaviota o un pato en el túnel de viento, para estudiar los efectos que producirían al estamparse contra el morro de la locomotora a la máxima velocidad del tren y se dispusieron a observar las imágenes tomadas por múltiples cámaras estratégicamente situadas. Claro que ellos desconocían que ese técnico extranjero era Isidro, el bildeano de los inventos, diplomado por la Universidad de Cancienes en Física Chochear, doctorado en Sistema de Enfriamiento del Botijo por la Universidad de Ahípallá (Iowa) y que no para de incorporar desastres tecnológicos al progreso de la humanidad.

El primer ave que Isidro soltó para que fuese a estrellarse a300 kilómetros por hora contra el Tren Bala, atravesó el parabrisas de la locomotora, desintegró la cabeza del maniquí que hacía las veces de conductor, traspasó todos los tabiques de los vagones, dejó un amplio boquete en el parabrisas de la locomotora trasera y salió por el fondo del túnel de viento hasta incrustarse cuarenta kilómetros más allá en la falda del monte Fuji, que entró en erupción. Desconcierto general entre los japoneses; decepcionados, varios ingenieros optaron por el harakiri y ya no dijeron ni mu. Uno de supervivientes preguntó a Isidro qué clase de pájaro había utilizado para el experimento.

-Una garza -argumentaba- podría haber causado un impacto suficiente como para romper algo, pero nunca atravesaría el tren de punta a cabo. ¿Qué ave ha utilizado usted?

-Un pollo de apenas tres kilos.

Todos asintieron, era lo adecuado. ¿Entonces, qué había pasado? Nadie encontraba explicación. Otro ingeniero preguntó, por preguntar:

- ¿El pollo estaba vivo o muerto?

-Muerto, por supuesto -contestó Isidro- y congelado, lo compré en un supermercado porque en el laboratorio no había ninguno disponible.

Esta respuesta produjo varios harakiris más. Isidro, al ver más gente con ganas de palmar, quiso saber la razón de tanta defunción voluntaria.

-¡Animal! -le dijeron en japonés- ¡Un pollo congelado impactando contra un tren a 300 kilómetros por hora es una piedra, un proyectil, una bala?!

No consta el final de la historia, sólo quedó para la posteridad que un pollo atravesó el tren como una bala -de ahí el nombre del tren- y que un vecino de este pueblo, Isidro, inscribió el nombre de Bildeo en uno de los grandes avances de la técnica.

Seguiremos informando.

Compartir el artículo

stats