"Te tienes que cuidar tú para poder cuidarle a él". Carmen Couto, quien así habla, se refiere a la necesidad que tienen los cuidadores de personas dependientes de recibir ayuda y de reservar un tiempo para disfrutar de la vida, porque si no el desgaste está asegurado. Couto cuida a su marido, Alfonso Hurtado a su mujer; Rita González a su padre; Josefina Navarro a su madre; y Antonio Morán, también a su madre. Todos ellos participaron ayer en la jornada "Apoyando a las personas cuidadoras de dependientes", que se celebró en el Centro de Servicios Universitarios. Nuria Rodríguez, trabajadora social del Ayuntamiento de Avilés, moderó la animada conversación, en la que todos ellos valoraron los talleres municipales para cuidadores que les permitieron sobreponerse a la tarea de la asistencia y, sin abandonarla, volver a sonreír.

"Yo me creía imprescindible, estaba 24 horas al día pegada a la persona que tengo a mi cargo. Los talleres me ayudaron a salir, a conocer más gente como yo, poder reír y tener otra perspectiva de la vida, sin estar pensando siempre lo mismo ni sentirme culpable por haberle mandado a un centro de día" explicó Carmen Couto. Y es que esa culpabilidad es un mal común de muchos estos cuidadores: no quieren salir de casa, ni delegar en el cuidado, ni tampoco pedir ayuda. "Pero es que te tienes que cuidar tú para poder cuidarle a él con gusto y cara de risa. Los cursos me ayudaron a desinhibirme del qué dirán", añadió.

Antonio Morán lleva un año viviendo en La Luz con su madre, que está a punto de cumplir 91. Y la primera dificultad fue hacerse a la idea. "Siempre gozó de buena salud, pero empezó a renquear. Ahora está postrada de la silla para el sofá y del sofá para la cama. Gracias a los talleres para cuidadores, Morán aprendió a manejar la situación: "Gozo de salud y libertad, lo que nunca tenía". Su madre va a un centro de día hasta las seis de la tarde, regresa contenta a casa y aunque tiene dolores "entre caricias y palabras" lo van superando los dos.

A Rita González también le desbordó la gravedad de la enfermedad de su padre. "Te dan un diagnóstico y nadie te dice lo que va a pasar después". Al principio se sentía culpable y responsable de todo. Ahora, en cambio, es capaz de encontrar todos los días tiempo para sí misma. "Me siento como si hubiera resucitado a la vida, por el camino por el que iba, iba muy mal". Muchas de estas personas tienen dificultades para tener una perspectiva real de los problemas: "Tienes una pantalla que no te permite ver más allá, no ves las cosas que se pueden mejorar". La enfermedad mental no es plato de buen gusto. "Pero ahora al menos soy capaz de sonreír".

"Cuido a mi mujer desde hace seis años. Le ayudo a levantarse, a ducharse, le doy el desayuno, preparo la comida..." Esta es la vida de Alfonso Hurtado que, sin dejar de hacer esto, ahora es capaz de salir de casa, sin estar todo el día sentando tras releer todos los libros de su biblioteca. "He visto una luz al fondo del túnel".

La trayectoria como cuidadora de Josefina Navarro también es muy amplia. Lleva siete años con su madre, ahora como cuidadora principal, antes de forma compartida con su padre. "Hago hincapié en que los cuidadores se cuiden, y bastante. Porque en un porcentaje elevado se marcha antes el cuidador que el enfermo". El bienestar del cuidador es fundamental: "El enfermo, sobre todo de demencias, necesita alegría y cantar. Es lo último que pierden, la música. Es importante que estemos bien para poder darles el cariño y alegría que necesitan, casi como si fueran un bebé". Para eso hace falta pedir ayuda. "Mucha gente nos puede echar una mano, sólo tenemos que aprender a pedir. Llevarlo todo es imposible. El geriátrico, el centro de día, tener alguien en casa para ayudar? todo está bien. No tenemos que sentir culpa ni pensar en el qué dirán, eso sólo nos daña".