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MAGÜI MIRA | Directora de "La velocidad del otoño"

"He ido creciendo como persona gracias al teatro, y eso es lo más gracioso"

"Todo lo que propongo como directora a un actor, primero lo he pensado para mí"

Magüi Mira, ayer, en Avilés. MARA VILLAMUZA

Magüi Mira (Valencia, 1944) llegó tarde a la interpretación, pero decidió muy pronto quedarse para siempre. Como actriz dio vida a Molly Bloom y siendo Molly Bloom recorrió España entera con éxito atronador. En Avilés, representó aquella histórica función en los últimos años del teatro de La Exposición, antes de que en la ciudad hubiera Casa de Cultura y, por supuesto, teatro en la calle Palacio Valdés. Desde hace una década, dedica todos sus empeños a la dirección escénica: "En el estanque dorado", "La Marquesa de O..." y, el próximo viernes (22.30 horas), "La velocidad de otoño", el primer estreno nacional de las tradicionales Jornadas de Agosto en Avilés.

-¿Está a punto ya "La velocidad del otoño"?

-No está a punto, estamos acabando. Nos quedan dos días que son de oro: hoy miércoles y mañana jueves. El viernes por la mañana seguiremos ensayando. Esto es lo que tiene estrenar: no puedes parar porque nunca se llega con tiempo de sobra. El teatro no acaba nunca porque cada día descubres algo nuevo que desconocías. Se lo digo porque yo sigo las funciones hasta el último día y hasta el último día doy notas y mejoramos algo. Esa es la maravilla del teatro. El cine lo enlatas y ahí se queda para toda la vida. El teatro es un arte vivo: cada día cuenta.

-Han pasado 30 años desde sus inicios en la profesión.

-Me veo y ni yo misma me lo creo cuando vi aquel árbol en el codo del escenario. Entré muy tarde en esto: a los treinta y... Todavía no sabía yo lo que iba a ser de mí. Vivía en una mezcla de pasión y de inconsciencia. Fui descubriendo que la velocidad del otoño es rápida, que el tiempo pasa muy deprisa... Aquel árbol del codo del escenario lo tengo en mi memoria como si lo hubiera visto la semana pasada.

-Hablamos de la primera vez que hizo el Molly Bloom.

-Luego lo revivimos, sí, en 2006. Ahora, seguramente, la volvamos a hacer. ¿Cómo me veo? Me veo que he ido creciendo como persona gracias al teatro y eso es lo más gracioso de todo.

-No hace más que dirigir éxitos. ¿Echa de menos lo de estar sobre la escena?

-Ha dicho muy bien: yo quisiera dirigir e interpretar, pero ya no se puede. Yo quisiera que ser Lola Herrera, Juanjo Artero, Ana Belén, de Adrián Lastra. Todo lo que propongo como directora a un actor, primero lo he pensado para mí. Amo a cada personaje que creo. Es verdad lo que dices: hay veces que me entran verdaderas locuras, de necesidades de subirse a escena, pero ahora cuento las historias a través de ellos. Siendo actriz, lo haces de manera directa.

-¿Puede ser usted una directora de escena consentidora?

-Consentidora no. Yo llego con propuestas muy pensadas y muy firmes porque trabajo mucho antes de llegar a la sala de ensayos. Tuve la suerte de dirigir dos producciones en San Petersburgo últimamente. Y he aprendido mucho. Aquí se dice en teoría que el actor convence, pero no impone, pero eso es sólo la teoría. Yo cuando llego a la sala de ensayo llevo una propuesta firme, pensada, redonda... Lo primero es investigar la ética de la función para después presentar una estética. Luego tengo que convencer a los actores de que mi idea es la buena. No es que sea consentidora, tampoco soy agresiva, ni tampoco impongo nada.

-Woody Allen decía que casi todo su trabajo era elegir a los actores.

-Sí. Estoy de acuerdo. Dependes de los actores, de su calidad. Son fundamentales.

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