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NARDO VILLABOY | FOTÓGRAFO, CUMPLE 40 AÑOS DE PROFESIÓN, TANTOS COMO LIBROS HA PUBLICADO

Retratista de altos vueltos

Retrató la llegada de la democracia a Avilés, trabajó para la prensa y un accidente le abrió las puertas de la foto aérea, de la que ha hecho un arte

Nardo Villaboy, con una de las cámaras antiguas de su colección. MARA VILLAMUZA

La memoria fotográfica de Avilés se amontona en el estudio de Nardo Villaboy (Avilés, 1954) en reñida competencia por el espacio con la ingente producción bibliográfica de un hombre que escribe historias con su cámara de fotos después de haber demostrado en su juventud que era un fracaso contándolas con la guitarra. Villaboy, que reportajeó cientos de bodas cuando los fotógrafos se ganaban bien los garbanzos inmortalizando novias de punta en blanco e infantes de Primera Comunión, atrapa ahora en sus fotos el alma de las ciudades para que las generaciones venideras tengan un documento gráfico que les permita decir eso tan socorrido de "¡hay que ver cuánto ha cambiado!"

Del mismo modo que Espolita, Fran, Nobel o Huerta, entre otros, -todos ellos fotógrafos que dejaron huella y cuyos archivos custodia el personaje aquí perfilado- retrataron las calles de Avilés y hoy esas imágenes evocan morriña y recuerdos entrañables de lo que fue y nunca más será, Villaboy tiene instinto para congelar estampas cotidianas y espacios urbanos que dentro de unas décadas tendrán más valor documental que artístico. O ambos, quién sabe. Además, no contento con fotografiar a ras de suelo, Villaboy fue pionero en poner alas a las fotos; es cierto que cuando empezó a hacer fotografía aérea el género estaba inventado, pero nadie lo ha trabajado en Asturias con tal profusión y mucho menos le ha dado una continuidad en el tiempo en forma de libros

Ya son 40 los libros, la mayoría de fotos aéreas, publicados con la firma de Nardo Villaboy, que en una feliz pirueta de marketing ha acuñado la expresión "40 x 40" para referirse a sus cuarenta años de profesión y a la producción, en ese tiempo, de otros tantos trabajos editoriales. El último, "Asturias entre mar y montaña", tiene textos de la periodista Ángeles Caso -curiosamente la misma que puso letra al debut de Villaboy en las librerías, "Asturias desde la noche (1988)"- y se presenta mañana en una conocida tienda de Oviedo.

El protagonista de este artículo ha vivido también la prensa desde la trinchera del reporterismo gráfico y bien que añora aquellos años en los que andaba a la caza de la noticia con la cámara al hombro. La herencia que queda del Villaboy periodista es un vasto archivo de los años ilusionantes en los que Avilés, aún con las calles tiznadas de hollín y una capa de smog por sombrero, bebía los primeros sorbos de la recién estrenada democracia. Pero un gravísimo accidente de coche, de esos que si libras es como haber vuelto a nacer, le dejó secuelas físicas en las piernas que le obligaron a reciclarse profesionalmente.

Villaboy asume su ostensible cojera como un mal menor a cambio de seguir entre los vivos y suele bromear diciendo que, debido a la cantidad de metal que tiene incrustado en su cuerpo, cuando pasa por los arcos de seguridad de los aeropuertos la máquina suena más que si radiografiara un saco de clavos. Fueron esas limitaciones las que le abrieron las puertas a dos géneros fotográficos que ahora borda: la foto aérea y la nocturna. Siguiendo con la coña, él mismo explica lo que tienen en común: "Se puede trabajar sentado".

De las miles de horas que acumula su libro de vuelo, Villaboy nunca olvidará el minuto angustioso en que, sobrevolando Avilés, se paró el motor de la avioneta por falta de gasolina. El piloto logró arrancarlo de nuevo, pero nunca le perdonó el susto al fotógrafo, que indirectamente fue el culpable del colapso del motor al pedir la realización de una maniobra un tanto forzada para tener mejor ángulo de disparo de la cámara. Es lo que tiene la fotografía de altos vuelos.

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