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PILAR ZAMORA E ISABEL DE PRADO | MONJAS

Las pioneras de la pastoral educativa cumplen medio siglo

Las religiosas que pusieron en marcha el colegio Santo Ángel agradecen el cariño que les llega en sus bodas de oro

Pilar Zamora e Isabel de Prado, en la iglesia de La Magdalena, bajo un cuadro con la imagen de Luis Antonio Ormieres. MARA VILLAMUZA

La Ponderosa. Así llamaban los vecinos de La Magdalena y La Texera al barracón que hacía las veces de escuela y que fundó, hace medio siglo, el párroco de entonces con la ayuda de las monjas del Santo Ángel. Ese fue el origen de una comunidad de religiosas que medio siglo después sigue viva, aunque ahora sólo con tres hermanas: Elvira López (que estos días tuvo que ausentarse para acudir a Madrid), Pilar Zamora y María Isabel de Prado. Son "ángeles visibles para los demás", algo que reza el carisma de su orden, la del Santo Ángel de la Guarda.

"Nuestra misión es formar a personas íntegras, llevarlas hasta el Evangelio, a que descubran otro tipo de vida y caminar. La vida que tenemos de comunidad, de barrio, nos da una vida plena, recibimos mucho más de lo que damos", asegura De Prado. La superior de la comunidad, Begoña Morán, vive en Oviedo, ya que también es responsable de ese otro grupo de hermanas.

La comunidad del Santo Ángel está de celebración, ya que su fundador, Luis Antonio Ormieres, un sacerdote francés, acaba de ser nombrado beato. Por eso, y también en coincidencia con su 50º. aniversario en La Magdalena, celebraron una misa de acción de gracias hace unos días, un acto religioso que se abarrotó de público y en el que multitud de personas expresaron su agradecimiento y cariño a las religiosas. Ellas, en recuerdo de su paso por la parroquia, regalaron un cuadro con la imagen de su fundador. La comunidad ya prepara la misa conmemorativa en memoria del beato, que se celebrará el 16 de enero.

Las tres religiosas ocupan un piso próximo a la iglesia de La Magdalena, y aunque en teoría están jubiladas, su vida es totalmente activa. Además de la ayuda en la parroquia y la participación en los programas de Caritas, se implican como voluntarias en Cruz Roja y mantienen vivo un estrecho contacto con las familias del barrio, visitan a enfermos... Elvira López, además, está muy vinculada a la parroquia de San Juan de Ávila. Y entre las tres realizan las tareas domésticas, distribuidas por día de la semana. "Los domingos son rotativos. Los religiosos siempre hemos sido muy democráticos", explican. También tienen sus momentos de oración y días completos dedicados a la reflexión en los que apenas hablan, aparte de los retiros para ejercicios espirituales en compañía de otras hermanas.

La primera de las tres que llegó a la comunidad de La Magdalena fue Pilar Zamora, que en total estuvo dos décadas en Avilés (en medio tuvo otros destinos). "Esta comunidad se inauguró en 1967, y yo llegué en 1970. Fuimos llamadas porque había muchísimos niños sin escolarizar, no había puestos escolares". La congregación estaba entonces en la calle la Cámara, y la orden destinó a varias religiosas para montar la escuela. "Había clases con las hermanas y alguna profesora laica que tenía un gran compromiso social", valora Zamora. La escuela funcionó 20 años, hasta que se regularizó el sistema escolar. Ella fue destinada a La Magdalena por su condición de trabajadora social. "Coordiné un programa con alumnos con necesidades educativas especiales, en el que colaboraban alumnos de la escuela de Trabajo Social.

Otro de los proyectos que funcionó en aquel primer momento fue el del club de jubilados, cuyos destinatarios principales eran los padres de las personas que emigraron a Avilés para trabajar, y que se trasladaron también para no quedar solos en el pueblo. "La sede del club estaba en Versalles. Y las dos parroquias contribuyeron muchísimo a la creación de la asociación de vecinos", añade Pilar Zamora. Además, en la casa de La Magdalena hubo durante un tiempo una comunidad formativa, para los primeros pasos de las jóvenes que querían ser religiosas.

Isabel de Prado trabajó como profesora en los colegios del Santo Ángel de Avilés, Gijón y Oviedo. Ya desde aquella primera época destinada en Avilés les echaba una mano a las religiosas destinadas a La Magdalena.

"Nuestra forma de vida se basa en tres pilares: la vida espiritual, la fraterna en la comunidad y el servicio apostólico. Esas son las tres dimensiones que tenemos que aunar. Y por eso vivimos siempre en comunidad", apunta Pilar Zamora. Ese modo de vida les hace asumir los cambios en su misión que la orden considere necesarios en cada momento, y la propia Zamora, palentina, estuvo destinada un tiempo en Alemania, sin saber una palabra del idioma. "Formamos parte de una familia, la del Santo Ángel de la Guarda, que tiene sus necesidades y nos reclama donde sea necesario", explican. Pero también tienen unos días de vacaciones para ver a su otra familia que, en el caso de Elvira López e Isabel de Prado está en Asturias.

Las religiosas sienten enorme gratitud por el cariño recibido estos días. "Creemos que hay más frutos de los que pensábamos, por el sentir de las personas y la cercanía. Nos sentimos muy queridas", afirmaron las monjas. Ellas hacen un llamamiento a los jóvenes, a que se animen a consagrar su vida a Dios: "Merece la pena ese servicio, que se presta a los demás desde el Evangelio".

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