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Los colores se tocan en el San Fernando

El colegio impulsa un aula de estimulación sensorial para bebés de 1 año con paneles de luz y una zona de juegos para mejorar los movimientos

Daniel Álvarez, sobre las baldosas de texturas en el aula de bebés del San Fernando. RICARDO SOLÍS

En el colegio San Fernando los colores se tocan, se huelen y se saborean. El aula para bebés de hasta 1 año está diseñada como una habitación doble con una zona de aprendizaje sensorial y otra para ejercicios de psicomotricidad. Las lámparas de luz son modulables para cambiar la gama de tonos, el suelo tiene baldosas con distintas texturas y temperaturas y las cuidadoras disponen de una caja con tubos de distintos aromas. "En estas edades es importante estimular el aprendizaje a través de los cinco sentidos", explica Mónica Rodríguez Corominas, jefa de estudios de Innovación Educativa.

La clase se divide en dos habitáculos separados por una cristalera. A un lado, está la zona de estimulación sensorial, robotizada con focos en el techo y una lámpara de suelo que las cuidadoras pueden modificar para cambiar el color y la intensidad de la luz que proyectan. Así, cuando quieren enseñar a los pequeños el rojo, iluminan toda la sala con ese color y les entregan varios objetos -en su mayoría piezas de lego y juguetes infantiles- que lo tienen. "Es una forma de aprender mucho más efectiva. Lo tradicional era que los niños aprendiesen los colores con libros ilustrados, pero aquí pueden tocar el color en la lámpara y manipular objetos. Asimilan el concepto mucho más rápido y de forma divertida", explica Rodríguez Corominas.

En el suelo también hay varias baldosas con diferentes texturas y temperaturas en las que los niños pueden caminar descalzos. "Como cada una es de un color, aprovechamos para enseñarles a diferenciar entre frío, caliente, suave o rugoso. Con 1 año de edad los niños están en la etapa de desarrollo denominada sensorio-motora. Tratar de enseñarles lo que es el frío con palabras es inútil. Desde que tenemos este aula, hará unos cuatro cursos, aprenden con los cinco sentidos", dice la docente.

Cuando ya han podido tocar, ver y sentir el color seleccionado, los niños cogen la denominada "caja de los olores". "Tenemos tubos que desprenden el aroma de las frutas más conocidas y pequeñas carátulas con imágenes. Si están aprendiendo el color naranja, primero tocan la lámpara, caminan por las baldosas de texturas, miran los objetos de ese color y después les enseñamos fotografías de ese alimento y les damos el tubo que huele a naranja", resume la jefa de estudios. Las cuidadoras también les dan a los niños trozos de fruta para que reconozcan los sabores.

El desarrollo de la parte motora se lleva a cabo en el otro local anexo, la zona de psicomotricidad, en la que los pequeños disponen de una escalera de braqueación para ejercitar los brazos, colchonetas de obstáculos para gatear con agilidad, ábacos de colores para mejorar sus habilidad prensil con las manos y un gran espejo en el que señalan sus partes del cuerpo y la cara. Como en cualquier guardería, también disponen de una gran estantería con juguetes y andadores, decorados con números y nombres de animales, así como la clásica pintura de dedos. "Mantenemos la parte tradicional de la enseñanza con pupitres y sillas para colorear y pintar. Al final de la jornada, los padres saben que sus hijos, más que en una guardería, se han pasado el día aprendiendo sin darse cuenta", apunta la docente.

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