María Cándida Carvalho Barros, "Candy" sin más en el Polígono de La Magdalena donde vivió los últimos treinta años, era "como un ángel de la guarda". "Siempre estaba pendiente de todos, muy especialmente de sus nietos, por los que tenía adoración", dijo ayer su hijo Juan Carlos Fernández Carvalho, arrasado por el dolor, incapaz de comprender cómo pudo ocurrir un atropello que en principio no fue mortal, pero que causó a su madre tales heridas que los médicos, ya de madrugada, no pudieron hacer más que certificar su defunción.

María Cándida Carvalho Barros, de 66 años y residente con su marido, José Ramón Fernández López, en el número 20 de la calle Valdés Salas, recibió el golpe fatal que le costó la vida el pasado lunes por la tarde, sobre las 19.45 horas, en el paso de peatones ubicado en el cruce de las calles Sabino Álvarez Gendín y San José Artesano, como adelantó LA NUEVA ESPAÑA. Lo que no está claro es si el atropello fue dentro o fuera del paso se cebra: hay versiones contradictorias de testigos y las pruebas realizadas no son concluyentes.

El coche que conducía un chaval de 19 años identificado como D. E. G. y que dio positivo en el test de drogas (marihuana y opiáceos) atropelló a Candy cuando volvía caminando a su casa tras haber ido de visita a la de su hijo, que vive en la calle San José Artesano, para ver a una nieta. "Como tantas tardes había pasado por casa a ver a la niña... ¿Quién se podía imaginar lo que iba a pasar?", se interrogó ayer el hijo menor de la mujer, padre a su vez del verdadero "ojito derecho" de la abuela: un joven de 20 años que sufre una grave enfermedad degenerativa y con quien Carvalho tenía una relación de afecto muy especial.

"Pese a la gravedad de su estado y la postración que sufre, era ver a su abuela y se le iluminaba el semblante. Hace unos años estuvo muy malito y sólo reaccionaba cuando la abuela iba a verlo al hospital... Yo no sé cómo vamos a decirle a esa criatura lo que ha pasado... Es terrible", comentó el hijo que ayer confortaba a su padre en las horas previas a la apertura de la capilla ardiente de Candy en el tanatorio avilesino.

En las calles de La Magdalena no hubo ayer otro tema de conversación que la muerte de Candy. "Era una bendita, el sostén de su familia... Se ocupaba del marido, que está delicado de salud, y sobre todo de un nieto al que sacaba a pasear en silla de ruedas. Una mujer buena donde las haya", comentó una vecina que no pudo reprimir las lágrimas al evocar a la fallecida.

La parroquia de la popular cafetería Valsa, muy frecuentada por la difunta, hacía cruces por los ocurrido y compadecía a los familiares sabedores del pilar que acaban de perder. La camarera del local contaba la última anécdota que protagonizó Candy: "Era maniática con la forma en como le gustaba tomar el café y hace unos días me trajo estos vasos diciéndome que a partir de ahora ella tomaría el café en ellos. Y ahí los tengo... Es muy triste saber que no volverá por aquí".

El barrio que ayer se volcó en dar consuelo a la familia de la atropellada será hoy una piña para despedir a la vecina, cuyo funeral comienza a las 16.00 horas en la iglesia de San Agustín, en el Polígono.