Mieres perdió a finales de 1999 la consideración de Ayuntamiento de primera categoría. Estrenó el siglo cayendo por debajo de los 50.000 habitantes. Fue el resultado de una década marcada por un intenso ajuste minero, con cierre de pozos y miles de prejubilaciones que intensificaron el éxodo que empezó a dejarse sentir con fuerza ya en los setenta. Tras más de medio siglo de retroceso, la imparable tendencia a la baja se ha quebrado. El retroceso se ha detenido y el concejo ha experimentado un ligero repunte que, no obstante, de momento no pasa de anecdótico dentro del contexto de la historia reciente.

El negativo crecimiento vegetativo es uno de los factores sobre los que últimamente se ha cimentado la caída demográfica de Mieres. Según los datos más recientes, los del año pasado, por cada bebé que es registrado en el padrón se contabilizan más de cinco bajas por defunción. Esta es la alarmante tendencia que, en gran medida, explica que la caída de población en el concejo se haya mantenido como una constante en los últimos años. En este caso, las cifras son elocuentes y facilitan el análisis. En los dos años que van de 2013 a 2015, el Ayuntamiento de Mieres contabilizó 208 nacimientos. En el otro plato de la balanza se sitúan 1.138 fallecimientos. Es decir, el crecimiento vegetativo negativo ha generado casi mil bajas en el censo municipal. Para ser más concretos, 920, algo más del dos por ciento de la población total del municipio.

Los últimos recuentos de habitantes venían, hasta ahora, agravando la caída continuada de la población en Mieres desde el año 1970, en el que el municipio alcanzó los 71.092 habitantes, la cifra más alta registrada nunca en el concejo.