RICARDO LUIS ARIAS | Profesor, periodista, pintor e historiador allerano

"Me fui del Ayuntamiento antes de tiempo, aquello era una merienda de negros"

"La situación actual me recuerda mucho al año 1936, estamos otra vez con extremismos, y el tema de Cataluña nos traerá problemas"

Ricardo Luis Arias, en el salón de su casa de Caborana. J. R. SILVEIRA

No es fácil definir a Ricardo Luis Arias (Oviedo, 1919). Corresponsal, pintor autodidacta, docente, estudioso de la historia, apolítico y católico podría ser un buen comienzo. "Es un Leonardo Da Vinci de las Cuencas, dicen algunos cuando le conocen. Y no es para menos. El escritor Arcadio Alonso presentará esta tarde el libro "Ricardo Luis Arias, pionero e intérprete de la intrahistoria de Aller", en el Centro Cultural de Liberbank de Oviedo y dentro del programa del Club LA NUEVA ESPAÑA. Se trata de una publicación que repasa la intensa vida de Arias, ovetense de nacimiento y allerano de corazón. El protagonista estará presente en el acto y seguro que contará buenas anécdotas. Es historia viva del concejo, de Asturias y de España. A sus noventa y seis años, tiene la cabeza y el cuerpo de un chaval. Sentado en el sofá de su salón, rodeado de los recuerdos de toda su vida, hace posible creer en la eterna juventud. Sus secretos, dice, han sido tres: mantenerse fiel a sus principios, pelear por lo justo y tener pasión por las artes para que el alma nunca muera.

-¿Cómo recibió la noticia de la publicación de este libro?

-El autor, Arcadio Alonso, tenía interés en conocer la vida del cura Don Valentín de Lillo. Le dijo al concejal de Cultura (Francisco Velasco) que quería escribir sobre el religioso, y el edil le dijo que yo era el que más sabía de su vida. Vino a verme y yo le di todo el expediente que tengo, con mis colaboraciones, mis cartas en periódicos. Con todo lo que tenía. Me dijo que yo escribía de muchas cosas y que le diera un curriculum. Al día siguiente me contestó que eso había que publicarlo. Al principio yo no quería un libro, tampoco una foto tan grande en la portada. Pero hubo un buen forcejeo y terminé por ceder.

-Las páginas reflejan su pasión por la montaña, ¿Ayudó en la promoción del deporte de invierno en Asturias?

-Yo entonces estaba en la brecha, era de los pocos que esquiaban. Me hice mis primeros esquís con la madera de una pipota. Luego, mi familia me compró unos en Madrid. Cómo pesaban... Pero Chus Valgrande, montañero y amigo, fue el que más hizo por el esquí y el montañismo en Asturias. En la posguerra colaboré con él, la cosa era dar prestigio a Asturias y poner la región en el mapa.

-En lo que usted no quiere andar es en política.

-Siempre he ido por libre. Yo vi caer, con doce años, una anticuada monarquía que estaba hundiendo a los obreros. Las monarquías son un sistema que no va con los tiempos modernos. Vino una república y nos ilusionamos. Los extremismos de unos y otros la llevaron después a donde la llevaron. Y yo me propuse, desde entonces, que no defendería una ideología. No quise pertenecer a ningún partido. Mi máxima es que ni de izquierdas ni de derechas, sino todo lo contrario. Y todo lo contrario es un pueblo unido, en paz y solidario. Ese soy yo, un hombre libre. La única idea que defiendo es el Catolicismo, pero no soy un chupacirios.

-¿A qué se refiere?

-Mis "enganchadas" tuve con el Arzobispado. La primera por la excursión que hicimos a Covadonga con los montañeros, que generó polémica. Cuento la anécdota en el libro. Otra fue cuando un cura de mi pueblo dijo que no quería ver en su iglesia a ningún rojo ni a ningún republicano. Me enfrenté a él y, cuando me casé, no quiso pregonar mi boda.

-¿Cómo terminó ocupando un asiento en el Ayuntamiento de Aller?

-Si algo pudiera borrar de mi vida, y lo digo con total sinceridad, sería eso. Estuve allí porque vivía mucho el tema laboral, los movimientos sociales que empezaban. El presidente del sindicato me dijo que, por el tercio sindical, tenía que representar a la central en el Ayuntamiento. Yo le puse como condición que el día que se votara no estaría allí. Tras el pleno me llamó y me dijo que me habían votado veintiocho. Sólo me quedé sin mi propio voto y sin el de los taxistas, que se habían votado a ellos. Tuve una mayoría tan grande que no dije que no.

-¿Llegó ilusionado?

-Quería hacer una buena labor, pero terminé yéndome antes del final del mandato. Aquello era una merienda de negros.

-Como testigo y gran conocedor de la historia de Aller, ¿Cómo ve la situación actual?

-La situación, y ahora ya no hablo de Aller sino de España en general, es muy parecida a la del año 36. Después de aquellas elecciones fue tremendo. Ahora volvemos a los extremismos y me temo que habrá problemas. Uno ya lo tenemos sobre la mesa, el tema de Cataluña. El Gobierno español tendría que haber sido más rotundo, parar los pies antes.

-¿Cómo recuerda sus años de docente?

-Esa fue mi mayor vocación, la labor a la que más me entregué. Estuve en varios institutos, pero en el de Turón pasé los cinco mejores años de mi vida. Decías a la gente Turón y parecía que allí comían a la gente. Todo lo contrario. Tuve unos alumnos estupendos.

-¿En qué etapa dio clases en el valle?

-Allí me cogió la transición, me emocionaba ver cómo recibían ese cambio los muchachos. Tanto que un día organicé unas elecciones en el instituto. Puse a todos los candidatos y ganaron las izquierdas. Quería que aprendieran lo que eran unas votaciones, porque nunca lo habían visto y algunos tenían ya edad para acudir a las urnas.

-¿Y esa actividad no iba en contra de su máxima sobre las ideologías?

-Al contrario, les intenté inculcar mi forma de ver la vida. Un día llegué a clase y me encontré en la pizarra un cartel de la Pasionaria. No les dije nada, sólo al terminar la clase les pedí que lo quitaran. Les repliqué que las ideologías se tenían que quedar fuera del aula. Que allí íbamos a aprender. Al salir, uno de los estudiantes me dijo: "Qué lección me ha dado hoy, don Ricardo". Sentí una gran satisfacción.

-Otra de sus pasiones ha sido el periodismo.

-Sí, nunca lo dejé. Pero no conseguí el carné de periodista que repartieron después de la Guerra Civil porque yo ya estaba fichado.

-¿Qué quiere decir?

-A mí me gustaba ir a la montaña y hablar con sus gentes. Era corresponsal del semanario "Afán" en Asturias. Escribía sobre la mina, sobre los problemas sociales y también sobre lo que le pasaba a la gente del entorno rural. Turismo de Oviedo informó desfavorablemente sobre mí para que no me acreditaran.

-También trabajó en Madrid.

-Mi primo era director del periódico "Arriba", pero no quise quedarme allí por dos razones. La primera, la política. La segunda, que echaba de menos a mi Asturias. Lo mismo me pasó en el Ejército.

-Cuente esa historia.

-Con 18 años me nombraron cabo de primera. Mi comandante me tenía mucho aprecio y me propuso ser alférez profesional. Fui a casa, lo pensé mejor y decliné la oferta. Volví a Asturias y me puse a trabajar en la hullera española. Cobraba cien pesetas, lo mismo que costaba un litro de aceite en el estraperlo. Pero seguí tirando.

-De lo que más se arrepiente es de su paso por el Ayuntamiento, pero ¿qué ha sido lo mejor de su vida?

-Lo más grande de mi vida ha sido y es la familia. Estoy muy orgulloso de mi mujer, que también luchó mucho por todo y abrió su propio negocio. También de mis cuatro hijos, de mis nietos y los cinco bisnietos que tengo ya. La familia es la gran verdad de mi vida, de mi historia.

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