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Peatones y vacas, por el arcén en Ferrera

"No harán nada hasta que atropellen a alguien", claman los vecinos del pueblo, dividido en dos por la carretera entre Noreña y Pola de Siero, que carece de pasos de cebra

Balbino Fernández atraviesa la carretera a la altura de uno de los cruces más peligrosos. LUCAS BLANCO

El progreso tiene un precio y en el caso de la localidad de Ferrera, repartida entre los concejos de Noreña y Siero, puede considerarse bastante elevado. La apertura al tráfico en 2012 de la carretera que une la villa condal y la capital sierense con el enlace de la autovía minera divide desde entonces al pueblo en dos partes y obliga a sus vecinos a tener que cruzar la vía más a menudo y con el mayor riesgo que supone su elevada carga de tráfico diario.

Esta situación se agrava todavía más por el hecho de que no existe ni un paso habilitado para los peatones en los cerca de tres kilómetros de un trazado que comprende entre el antiguo bar Casa Jauja de La Carrera y la glorieta de entrada a Noreña. "No hay seguridad ninguna, sólo fiarte de tus sentidos para mirar a izquierda a derecha", explica el vecino de la parte sierense de la localidad Balbino Fernández, que frecuentemente cruza la calzada para acercarse a Noreña para pasear o hacer recados.

Por ello hay muchos lugareños que creen que si no se toman medidas para mejorar la seguridad vial en la zona no tardará en haber algún percance que lamentar. "No se acordarán de hacer nada hasta que se atropelle a alguien", advierte el vecino Celedonio Arbesú, que en más de alguna ocasión ha tenido que cruzar la carretera con el ganado exponiéndose al tráfico. "Es algo habitual y nadie puede decirnos nada porque no tenemos otro acceso a las fincas", explica, respecto al cambio que supuso la llegada de la carretera para la actividad ganadera de la zona.

En la misma línea se manifiesta José Álvarez, que si bien asegura que salió ganando porque la obra mató la antigua carretera que pasaba justo al lado de su casa, cree que se hicieron muchas cosas a prisa y corriendo. "No es normal que haya líneas continuas que obliguen a los vecinos a dar rodeos para entrar al pueblo y tampoco lo es que haya límites de velocidad tan permisivos", declara a la vez que admite que buena culpa de ello es de los vecinos. "En su día no hubo la suficiente unidad para pelear porque todo se hiciera mejor", comenta un hombre que lleva a sus vacas desde su casa hasta una finca utilizando el arcén.

"Es lo que hay", se resigna, aunque también espera que de una vez por todas alguien tome cartas en el asunto para que circular a pie por la zona no sea toda una odisea. "Qué menos que unos pasos de peatones para que la gente sea respetada, sugiere.

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