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"Manolito el Pegu" engrandece El Carbayu

"La mayoría de los visitantes salen impresionados", asegura Manuel Fernández, al frente del Museo de la Romería, que cumple diez años luciendo una espectacular réplica en miniatura de la popular fiesta lugonense

Una carreta entra en la romería. A. F. V.

Era finales de julio de 1952. Los primeros feriantes iban llegando a El Carbayu y los chavales del pueblo corrían hasta el bosque para ver cómo montaban la noria, las barcas y el resto de atracciones para sus fiestas, que se celebraban el primer domingo de agosto. De entre todos, había uno que prestaba especial atención. Manuel Antonio Fernández, "Manolito", quien enseguida adoptaría el apodo familiar de "El Pegu", no perdía detalle de cómo se montaban las barracas.

Era un chaval curioso, de manos hábiles -gracias a su trabajo como ebanista- y muy involucrado en la fiesta -su abuelo Antón fue uno de los precursores de la romería- al que, además, le apasionaban las miniaturas. Con todo ello, "y medidas que había ido tomando de las atracciones", a finales de la década de 1960 comenzó a elaborar en la tenada de casa aquella romería de 1952, a escala 1:10.

"El carrusel, por ejemplo, me llevó siete años. Lleva mucho trabajo porque no sabría decir el número de piezas que puede llevar en el mecanismo", explica este popular vecino de Lugones que, en estas décadas de creación ha elaborado, por ejemplo, más de 8.000 tejas.

Al carrusel le siguió un hórreo, la noria o el bebedero. Y así hasta llegar a una precisa -y enorme- reproducción de los festejos a escala 1:10. en la que no falta detalle de nada. "En el bosque hay un púlpito sobre el que el cura daba la mesa, está el lavadero que hoy ya no existe, los ocho bares... Y hasta la gramola "El Topu", que era una de las más cotizadas. Tenía tanta potencia que se escuchaba hasta en Cayés", recuerda.

Hace una década Manolito decidió convertir una antigua cuadra de su casa en una suerte de máquina del tiempo, bajo el nombre de Museo de la Romería; una exposición que "impresiona a la mayoría de los visitantes" y que este año cumple su primera década abierto al público.

"Estoy muy orgulloso del trabajo y de que la gente lo valore. Vienen muchos niños de colegios, asociaciones y grupos a visitarlo. A todo el mundo gusta", asegura el que sigue siendo alma máter de las fiestas de El Carbayu, lo que le valió para que el año pasado el Ayuntamiento le distinguiese con la medalla de oro del concejo de Siero.

Además de la impresionante recreación en miniatura, el museo de la romería alberga mucha más historia. Desde más de 300 folletos de diferentes fiestas hasta todos los carteles de El Carbayu, pasando por antiguas reliquias de esta celebración lugonense o fotografías. "Hay pases para ver los toros, el ticket para canjear el vino y el bollu del año 1936, cuando al final la fiesta no se pudo celebrar por la Guerra Civil, o un curioso cartel con publicidad del Banco de Langreo en el que promocionan un servicio de atención desde el coche", repasa con cierta añoranza, mientras pasea por el museo.

Y es que en estos últimos 50 años la fiesta ha cambiado mucho. Asegura que cuando más le gustaba era "antes" pero, pese a ello, está convencido de que no volvería a organizar la misma fiesta que en 1952 porque es consciente de que los hábitos han cambiado: "La gente lo vivía con más ganas, porque era la única fiesta a la que íbamos en todo el año. Ahora los chavales de 16 años ya andan saliendo por bares y por un lado y por otro... No tiene nada que ver".

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