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Bolillos, arte para pacientes

La antigua fábrica de Ortiz acoge un encuentro de encajeras que reúne a doscientas mujeres de veinte asociaciones de diversos puntos del país

Charo Antuña y Elena Suárez, ambas de Avilés.

Yara Menéndez tiene 4 años y hace encaje de bolillos. Es paciente y tranquila, y se entretiene con pequeños palitos de madera para hacer sus encajes. Su técnica es sencilla. Ha comenzado hace poco tiempo a desarrollar esta técnica artesana para la que apenas hay relevo generacional. No en vano, Menéndez era ayer la participante más joven en el encuentro de encajeras celebrado en Ortiz, en el que la mayoría eran mujeres que ya superan la edad de jubilación.

Muchas utilizan este laborioso arte como mero entretenimiento, para distraer la mente de la rutina y para ejercitar el movimiento de las manos. Ese es el caso de Mari Prado y América López, de Colloto y de Nava, respectivamente.

"Hacemos chaquetas, chales, pañuelos, abanicos, de todo", explican ambas encajeras reunidas ayer en Ortiz junto a otras doscientas llegadas de diversos puntos de Asturias y de fuera de la región. "Es un arte antiquísimo, los romanos ya lo utilizaban", expresa María José Suárez, una gran conocedora del mundo del encaje. Pilar Suárez emplea este arte como terapia. "Tengo la enfermedad mixta del tejido conectivo y hacer encaje de bolillos me sirve como rehabilitación; hay que trabajar con paciencia y me vale también para evadirme de la ansiedad", expresa Pilar Suárez, que percibe que la actividad apenas tiene relevo. "Con una bobina de hilo se pueden elaborar varias piezas, por ejemplo, dos pañuelos", añade.

A su lado, Florentina Pérez, de 88 años, hace encaje de bolillos y demuestra su pericia. Carmina Sánchez explica que, como dice el refrán que menciona su afición, la técnica "no es fácil" pero, poco a poco, va depurándose.

"Además, tengo entendido que viene muy bien para discurrir y contra el Alzhéimer, lo que no quiere decir que yo lo padezca", sonríe la avilesina, que es capaz de echar horas y horas con los pequeños palitos de madera y los hilos para confeccionar una y mil manualidades. Su amiga Charo Antuña suele hacer encaje de bolillos en el barrio avilesino de Villalegre. "En casa hago punto", señala. "Y yo, blonda", apostilla Elena Suárez.

El encuentro se desarrolló durante toda la mañana y hasta las siete de la tarde. Allí, las integrantes de una veintena de colectivos de encajeras mostraron su técnica a los asistentes.

Mientras tanto, cuatro tiendas especializadas procedentes de Madrid, Galicia, Cantabria y León, pusieron sus productos a la venta.

Ya bien entrada la tarde, el Ayuntamiento de Carreño entregó a las participantes un pequeño detalle y aprovechó para promocionar el tradicional dulce candasín por excelencia: la marañuela.

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