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La Felguera de Álvarez-Nóvoa

El actor tenía una profunda conexión con Langreo, el concejo donde nació y donde forjó su vocación como intérprete viendo películas del Oeste en el cine de su abuelo

El intérprete, plantando un olivo en La Felguera en 2010. FERNANDO RODRÍGUEZ

Son los años cincuenta de una España en blanco y negro. Un niño mira fascinado la pantalla del desaparecido cine Astur de La Felguera. Se proyecta una película del Oeste y el niño, llamado Carlos, no pierde detalle. Se pregunta por qué el caballo del malo corre tan poco y contiene el aliento cada vez que la sala anuncia con un grito contenido que el protagonista está en peligro. "Creo que allí, en ese preciso momento, decidí ser actor", solía recordar Carlos Álvarez-Nóvoa, fallecido el pasado miércoles en Sevilla a los 75 años de edad. La vocación despertada La Felguera forjó la sólida trayectoria posterior de Álvarez-Nóvoa. Fue actor, dramaturgo, director, profesor de Literatura y ganador -en 2000, con 59 años- del premio "Goya" al intérprete revelación por su trabajo en "Solas".

El cine Astur, que era propiedad de los abuelos del actor, es hoy un bloque de viviendas con una pizzería en la planta baja. A pocos metros, en la calle Pedro Duro, frente al parque, se levanta la casa familiar, en la que Álvarez-Nóvoa vino al mundo una tarde de agosto de 1940. El padre del pequeño Carlos ejercía como juez en Oviedo y la familia se trasladó poco después a la capital. Sin embargo, aquel niño enamorado de La Felguera aprovechaba los veranos y cualquier otra oportunidad que se presentara para regresar a casa de sus abuelos.

En aquella vivienda -hoy deshabitada y con huellas evidentes del paso del tiempo- aprendió, con ayuda de su abuelo Marcelino, a leer las horas en un llamativo reloj de pared, mientras su madre tocaba el piano. La zona de juegos estaba en la calle, en el parque Dolores Fernández Duro. Allí, el pequeño Carlos emulaba a Ramallets, su jugador favorito, sorteaba los bancos montado en su bicicleta y jugaba a las canicas con sus amigos. Pasaban los años y Álvarez-Nóvoa seguía estrechamente ligado a La Felguera, a aquel parque, a las bombillas de colores que colgaban de los árboles y a los primeros besos que dio en los bailes del Casino.

El parque Dolores F. Duro era, de hecho, un punto de peregrinación irrenunciable cada vez que Álvarez-Nóvoa -afincado en Sevilla desde 1963- regresaba a Asturias. Allí, sentando en el banco que hay frente a la residencia familiar, escrutaba los recuerdos de su infancia. "Recuerdo que contaba que tenía sentimientos contradictorios cuando venía. Por un lado estaba la alegría de regresar y por otro la tristeza de ver cómo la casa de sus abuelos estaba tan desvencijada", relata José Ramón López, director del Teatro Kumen y amigo de Álvarez-Nóvoa. El deterioro de la vivienda familiar también era una metáfora de la pérdida de pujanza económica de la comarca. "Le dolía ver cómo había caído la actividad en el Valle. Siempre estuvo muy comprometido; recuerdo que incluso visitó a los trabajadores de Menasa en su encierro cuando la empresa estaba amenazada de cierre", apunta López.

La profunda conexión de Álvarez-Nóvoa con su tierra natal se mantuvo a lo largo de los años. En 2003 escribió el libro "El camín de Langreo", un libro sobre sendas y rutas del concejo en el que se recogen testimonios de vecinos, abundante material fotográfico y referencias gastronómicas. No será su único legado. El centro de artes escénicas de Langreo, que lleva su nombre, se nutrirá con abundante material donado por el actor: reseñas de prensa, imágenes, críticas y programas de mano alusivos a los 200 trabajos (entre obras de teatro, series televisivas y películas) en los que Álvarez-Nóvoa participó a lo largo de su vida.

"Es un referente" -remarca José Ramón López- "para toda la gente que se dedica a esto. El reconocimiento le llegó con 59 años, pero siempre estuvo ahí. Nunca abandonó la escena".

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