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Los mineros de la Vasco mantendrán el encierro "mientras nos queden fuerzas"

Los cuatro trabajadores cumplen quince días de protesta en el interior de la mina sin que el Gobierno habilite fondos para su cierre ordenado

Los mineros de la Vasco mantendrán el encierro "mientras nos queden fuerzas"

El 26-J era una fecha especial para Elías Ortega, Sócrates Fernández, Álvaro Rodríguez Cuesta y Daniel Garduño. Los cuatro mineros encerrados en las entrañas del pozo Aurelio del Valle (Santa Lucía, Pola de Gordón), para exigir el cierre ordenado de la explotación ante la difícil situación de la Hullera Vasco Leonesa, creían que el Gobierno central en funciones les daría una respuesta antes de las elecciones. Y que ellos ya habrían abandonado ese lugar que lleva quince días siendo su casa: a doscientos metros de profundidad, oscuro y con una humedad que malgasta los huesos. Nadie quería ir ayer a votar más que ellos, pero siguieron con su encierro: "Aguantaremos mientras nos queden fuerzas", aseguran. Si el cuerpo aguanta, pelearán hasta que el Gobierno central libere las ayudas aprobadas por la Comisión Europea para abordar el cese de la actividad en la mina.

Llegaron a las entrañas de la mina el día 13 de junio. Esa tarde estaba prevista una asamblea de los trabajadores de la Hullera Vasco Leonesa para tratar su incierto futuro. La realidad que estaba sobre la mesa, les quitaba el aliento más que la vida en la mina: "Si nadie hace nada ahora, el 31 de julio el pozo echará el cierre", dijeron. El futuro de más de 200 trabajadores estaba en el aire. Fue entonces cuando los cuatro mineros decidieron encerrarse de indefinidamente: cerraron la jaula e iniciaron el descenso hacia la protesta más dura de su vida.

"Los héroes de la Vasco", les bautizaron algunos medios de comunicación. Y ellos les agradecieron el gesto abriéndoles las puertas de ese "hogar" improvisado que tienen en las entrañas de la tierra: cuatro camas con mal colchón, una mesa para leer la prensa y jugar a las cartas. También una larga galería para ejercitarse y que los músculos no se duerman. "Pasamos el tiempo de la mejor manera posible, dando paseos, y entreteniéndonos con lo que podemos", explica Daniel Garduño.

Él es picador sutirador, el que arranca el carbón de la tierra a la fuerza. Pertenece a la sección sindical de USO, está soltero y lleva ocho años trabajando en la empresa. Exige que se tomen medidas de inmediato por el bien de toda la plantilla: "El Gobierno debe liberar unas ayudas que ya están autorizadas en la Unión Europea para abordar los costes excepcionales derivados del cierre", señala.

Hace referencia al plan de clausura, presupuestado en veinte millones de euros, que se comprometió en su momento para la mina. Incluye 36 meses de trabajo más, ampliables a otros dieciocho. Durante ese tiempo, buena parte de la plantilla se dedicará a garantizar la seguridad dentro del pozo, desactivar adecuadamente todos los equipamientos auxiliares y proteger todo el territorio a nivel ambiental. No hacerlo, afirman los expertos, sería fatal para el entorno. La mina tiene una alta concentración de grisú y dos fuegos activos que, de quedar sin ventilar, podrían producir una catástrofe medio ambiental.

El espejo es el cierre ordenado de la mina La Camocha (Gijón), explicó ayer el portavoz del Comité de Empresa, Julio Gómez. El líder sindical destacó que ya han presentado el plan donde se detalla el citado cierre ordenado, también las consecuencias "nefastas" que acarrearía no acometerlo. Están a la espera de recibir alguna respuesta del Gobierno: "Esperábamos que para las elecciones hubiera ya una solución, pero después del domingo llega el lunes. Tenemos los ánimos arriba", aseguró.

Los que más jalean la lucha son los que están encerrados en el pozo. Y eso que, a veces, una mirada perdida dice todo lo que los cuatro encerrados callan con los labios. Y también esclarece mucho el apretón que se da Sócrates Fernández en la muñeca izquierda: "La humedad es lo que peor llevo, se notan los efectos en las articulaciones", reconoce. Es el más joven de todos los "héroes de la Vasco", delegado de Comisiones Obreras. Lleva tres años en la empresa, aunque anteriormente ya había trabajado para otras firmas. Completan el encierro en el pozo Elías Ortega y Álvaro Rodríguez Cuesta, los dos casados y con hijos.

Estar separados de los suyos es lo que más duele. Los días pasan lentos pero, de vez en cuando, llega una alegría desde fuera. El último regalo que abrieron, hasta el momento, llegó desde Asturias. Más concretamente, desde Carabanzo (Lena). Mariano Quiñones, jubilado del pozo Figaredo, les envió una carta llena de ánimos: "Los mineros tenemos que estar siempre juntos, en las alegrías y en las penas". "Desde el día que entrasteis, sois el orgullo de vuestras familias, compañeros y pueblos", afirmó el lenense en el escrito. Además de la carta, también les envió una empanada hecha por su mujer.

La empanada duró lo que dura una cena. La carta será eterna. Igual que un mural dibujado por todos los niños del colegio de Ciñera, colgado ahora de una mamposta. Sobre una cartulina roja, dibujos de mineros que nunca se quitan el casco. También mensajes de ánimo muy grandes para unas manos tan pequeñas: "Muchas gracias y mucha suerte en la lucha. Nuestra sangre es negra, nuestra herencia minera".

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