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Los saldos del Soft Computing

El centro de lógica difusa instalado hace diez años en Mieres con una inversión de 12 millones vende el mobiliario y los equipos informáticos para su liquidación

Mieres del Camino, J. VIVAS

El administrador concursal del centro europeo de Soft Computing, que se ubicaba en el edificio de investigación del campus de Mieres, ha puesto a la venta el equipamiento del centro dando cumplimiento al plan de liquidación de la Fundación para el Progreso del Soft Computing, que sustentaba el centro. El plan de liquidación incluye la venta del mobiliario y enseres de la oficina, así como los equipos e instalaciones informáticas especializadas. Estos eran los únicos activos del centro, ya que no contaba con bienes inmuebles. El patronato estaba integrado por el Principado de Asturias y la Fundación Cajastur, y utilizaba las instalaciones de la Universidad de Oviedo por las que abonaba un alquiler. El proyecto, que hoy está de saldos, recibió para su apertura 12 millones: la mitad de fondos mineros y el resto de Cajastur.

El dinero obtenido con la venta del equipamiento servirá para abonar las deudas del centro que se ubicada en Mieres. Sus principales acreedores son los propios trabajadores, a los que no se les pudo abonar la indemnización por despido. También se debían algunas nóminas del gerente y el director general, así como el pago de las últimas mensualidades del alquiler de las oficinas a la Universidad de Oviedo. Así lo había declarado el propio gerente, Raúl del Coso, durante una vista en el Tribunal Superior de Justicia de Asturias (TSJA) en el que los trabajadores batallaban por su despido. Este proceso judicial se había resuelto con la aceptación por parte del tribunal del despido improcedente de la plantilla permitiéndoles el derecho a cobrar la máxima indemnización por despido, de 45 días por año trabajado. Sin embargo, la grave situación de las cuentas de la fundación, que obligó al cierre del centro, no daba garantías de que los trabajadores cobrasen esta indemnización.

El centro europeo de Soft Computing abrió sus puertas hace una década con el objetivo de convertirse en unas instalaciones de referencia internacional. Su investigación se basaba en la lógica difusa, esto es, hacer que las máquinas tuviesen razonamientos similares a los de las personas, una técnica con múltiples aplicaciones de sectores tan diversos como la medicina o la energía. Un trabajo que reportó 6,5 millones de euros al centro mierense, a través de su participación en diversos proyectos europeos, pero que no fue suficiente para que sus patronos decidiesen dar continuidad al centro pasados estos diez años. Su plantilla, que llegó a superar el medio centenar, se redujo a unos treinta trabajadores en su última etapa, hasta que cerró.

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