Tras el triplete, el Barcelona corría el riesgo de morir de éxito. Pep Guardiola, el artífice del «dream team» del siglo XXI, puso todo su empeño en evitarlo. Reinventó al Barça y, en cierto modo, desmintió su pronóstico de comienzos de temporada: «Perderemos en todas las comparaciones». En enero se escapó la Copa del Rey, el primer título perdido de la era Guardiola, y en mayo se esfumó el sueño de una Copa de Europa en el Bernabeu. Pero la Liga, el torneo que premia al mejor equipo durante nueve meses, ha servido para demostrar que el ciclo del Barça no se ha acabado. Que durará el tiempo que este entrenador y sus futbolistas básicos sigan compitiendo al máximo nivel.

Porque difícilmente el Barça se encontrará un rival tan fuerte como el Madrid de Cristiano Ronaldo. En verano parecía imposible replicar a la chequera de Florentino Pérez. Sobre todo cuando el único cambio significativo en la plantilla, Ibrahimovic por Eto'o, abría más dudas que certezas. Pero Guardiola tenía sus motivos. En algún momento de su primera temporada, los rivales habían pillado el tranquillo de la máquina azulgrana y su técnico no encontraba alternativas. Ibrahimovic, un delantero en las antípodas de Eto'o, iba a tener un papel fundamental.

Guardiola lo ha conseguido a medias. Ibra contribuyó como el que más al título liguero. Suyos fueron los goles que desatascaron dos partidos clave, frente al Madrid en el Camp Nou, y ante el Mallorca, en el Ono Stadi, que reportaron seis puntos fundamentales en una Liga tan apretada. Y también un puñado de asistencias de las que se beneficiaron compañeros como Messi o Pedro, jugadores que cuentan con el favor de un público que siempre ha tenido al sueco bajo sospecha.

Ibrahimovic llegó al Barcelona con la etiqueta de fallar en los partidos decisivos. Y no ha podido desprendérsela del todo. No pudo evitar la caída en las competiciones del K.O., pese a tener oportunidades tanto frente al Sevilla como ante el Inter. Su juego de espaldas a la portería ha desatascado el ataque barcelonista en las tardes más espesas de Messi. Guardiola siempre le ha defendido, basándose en que aportaba al equipo intangibles que no aparecen en las estadísticas. Pero el técnico le sustituyó en el partido de vuelta frente al Inter, cuando se agotaba el tiempo, y le dejó en el banquillo en las últimas jornadas de la Liga.

La explosión goleadora de Messi (34) y Pedro (12) ha servido de contrapeso a la falta de Eto'o. Y, además, el Barça ha sido más sólido que nunca. Valdés, protegido casi siempre por un cuarteto defensivo de lujo (Alves, Piqué, Puyol y Abidal o Maxwell) ha hecho la mejor temporada de su vida, hasta ganar el trofeo «Zamora» con una diferencia significativa respecto a Casillas (24 por 35). Y, además, el portero ha asumido a la perfección el rol que le exige el juego barcelonista como responsable de dar el primer pase.

Guardiola ha insistido en que el inicio del juego es fundamental para que el Barça funcione como un reloj. Para que se active Xavi y, a partir de ahí, entren en acción los puñales azulgrana. En ese sentido, el técnico también ha tenido que innovar. Ha sacado a Messi de su espléndido aislamiento en la banda derecha para atacar desde el centro. A veces, con la variante táctica del 4-2-3-1, por detrás de Ibrahimovic. Y otras, con el 4-3-3 como mandan los cánones, cuando el sueco calentó banquillo, como referencia ofensiva, aunque siempre con libertad de movimientos.

El caso es que, a fuerza de darle vueltas a la cabeza, Guardiola ha conseguido un Barça casi invencible. Sólo perdió un partido en toda la Liga, frente al Atlético de Madrid, como ya empieza a ser tradicional. Y las dos veces que dobló la rodilla, en la Copa del Rey y en la Liga de Campeones, fue con una victoria (0-1 en Sevilla y 1-0 en el Camp Nou frente al Inter). Un síntoma más de la grandeza de este Barça, un equipazo que no fue capaz de renovar el triplete pero que ayer ganó una Liga que vale por tres.

El apetito colectivo. Escarmentado por el final de la era Rijkaard, el barcelonismo temía que su equipo cayera en la complacencia. Pronto se comprobó que Guardiola no lo iba a permitir. A eso sonó el trueque Ibrahimovic-Eto'o. Y, una vez repasados los números de la temporada, los jugadores clave han estado igual o mejor que la campaña anterior. Valdés, Puyol, Piqué, Xavi, Messi y Pedro han estado a una gran altura durante todo el año, respaldados por jugadores como Alves, Milito, Abidal, Maxwell, Busquets, Touré, Keita y Bojan, que han tenido sus momentos.

Ibrahimovic y Chygrynskiy. Dos borrones en la intachable trayectoria de Guardiola. El delantero sueco no ha podido salir airoso de la inevitable comparación con Eto'o, aunque ha dado soluciones diferentes al juego de ataque y marcado goles decisivos, sobre todo el que sirvió para derrotar al Real Madrid en el Camp Nou. El defensa ucraniano partió con todo en contra: un precio altísimo (25 millones de euros) por un jugador poco conocido; su tardía incorporación, tras jugar con el Shaktar la final de la Supercopa; y las dificultades para adaptarse al estilo del Barça, con mucho campo a su espalda. El Camp Nou ha sido muy severo con un jugador que tiene dos bazas a favor: la confianza de Guardiola y su edad (24 años).