Como insultador de cabecera me gusta más Manolo Preciado que Arturo Pérez Reverte. Aunque el entrenador del Sporting no tiene sillón asignado entre los que limpian y dan brillo y esplendor a la Lengua (con mayúscula), si se trata de incendiar los foros sociales es mucho más académico tildar de canalla a un colega insolente que llamarle mierda a un ministro llorica.

En Madrid no han entendido el discurso preciadista del viernes en Mareo, que era un truco muy astuto, en efecto, pero no para enardecer a las masas ni levantarlas en armas contra el imperio, como afean los editorialistas merengoides, sino para promocionar Gijón como destino turístico. No tienen más que repasar los noticiarios del fin de semana y consultar las portadas de los tabloides deportivos. Comprobarán que la estrategia surtió efecto, y que en esos largos apéndices que los telediarios reservan a diario para informarnos de las apasionantes sesiones de baño y masaje en Valdebebas o en Sant Joan Despí, el sábado abrieron amplios ventanales para mostrar imágenes de bañistas en El Tostaderu, luciendo fardapichas en pleno noviembre.

Ya dice un gran amigo mío que esto ye Puerto Banús, aunque los editores de los tabloides y los charlatanes de feria creían de veras que el Real Madrid habría de rendir viaje este fin de semana a la jungla de Borneo. De ahí que mandaran reporteros a la llegada del autobús blanco al hotel de destino en Gijón, presumiendo que tras los eucaliptos de La Llorea habría indígenas emboscados para recibir a la tropa galáctica con una lluvia de pedruscos.

El día que Preciado mejoró el tono insultador de Pérez Reverte y se acercó levemente al del maestro Valle-Inclán, deberíamos habernos sentando a hablar del origen del desencuentro; el momento en que José Mourinho, ese tipo elegante y glamouroso que brinca como un simio entre aspersores de riego, pedía una sanción para el Sporting por haberse presentado los rojiblancos en el Camp Nou con los suplentes, igual que el Wolverhampton en no sé qué estadio de la Liga inglesa. Podíamos haberle propuesto al distinguido mascador de chicles más paralelismos con la Premier League, empezando por los criterios de reparto de los derechos de televisión. Los cuatro equipos ingleses que más dinero ingresaron la pasada temporada por ese concepto fueron el Manchester United (70,8 millones de euros), el Liverpool (69,1), el Chelsea (65,5) y el Arsenal (63,8). Al Middlesbrough, el último de la lista en la categoría, le correspondieron 42,4 millones. En España, el Madrid y el Barça cobraron el pasado ejercicio 120 millones de euros cada uno. A los dos siguientes beneficiarios, el Atlético y el Valencia, les tocaron 42. Y al Sporting, noveno equipo de la Liga en compras en las taquillas televisivas, según datos de los operadores, le dieron 12 millones en concepto de limosna.

Si el doctor Mourinho lo prefiere también podemos inspirarnos en otras ligas profesionales, como la reluciente NBA. De ella podríamos copiar mecanismos de equilibrio como el orden de elección en el draft o el tope máximo establecido a las franquicias para inversiones. Desde el verano del pasado año, el Real Madrid se ha gastado en fichajes la bonita suma de 400 millones de euros (me suena a casi el doble del sobrecoste de la ampliación de El Musel). En la trinchera de enfrente tampoco son mancos, pues cada vez que Guardiola tira un delantero centro al cubo de los desperdicios, la broma sale por unos cuarenta millones de euros, mal contados. Aquí es donde los corifeos se apresurarán a interrumpirme con la milonga de que Florentino derrocha porque tiene crédito, y bien que están en lo cierto. En España no hay flujo bancario para tu hipoteca ni para que el vecino sostenga su pequeña o mediana empresa, porque se lo han prestado al Tío Gilito para traerse a Kaká.

Un día como hoy deberíamos estar hablando largo y tendido de Xabi Alonso y de Alberto Rivera, pero el «mourinhismo» inoculado en la actualidad futbolística, para refocilo de editores asilvestrados nos ha conducido a este sucedáneo de espectáculo, a medio camino entre una función doble del circo Ringling y las sobremesas culturales de Tele 5.