El miércoles por la noche, camino del refugio de Pradalago, donde había cena de la familia Ferrari a casi 2.000 metros de altura, Fernando Alonso echó mano a su teléfono móvil y marcó el número de Robert Kubica. El asturiano se había enterado del nuevo revés de su amigo, agravada su fractura de tibia tras un resbalón por una placa de hielo en una calle de Pietrasanta, la localidad italiana donde vive. Hace algo más de un año, Alonso fue de los primeros en aparecer por el hospital donde ingresaron al piloto polaco después de su gravísimo accidente en un rally en Italia. El asturiano está convencido de que su sucesor en Renault volverá a estar arriba. «Es el mejor, estoy seguro de que regresará a la Fórmula 1 y que será el más peligroso de la parrilla», dijo ayer el asturiano en su primera rueda de prensa del año, antes de ofrecer parcas explicaciones sobre lo que está por venir en un 2012 cargado de presión para Ferrari.

«No tengo una bola de cristal para saber qué pasará esta temporada y por eso mismo no puedo decir si soy optimista o pesimista. En el deporte no existe la obligación de ganar, pero sí la del sacrificio, la pasión y el trabajo en equipo. Lo que sí tengo es un deseo enorme de hacer bien mi labor y ayudar a que recuperemos el dominio que solía tener Ferrari. Si hacemos las cosas bien, podemos luchar por el Campeonato; si el coche va lento o cometemos demasiados errores, no. Por eso debemos centrarnos en dos cosas: tener un coche rápido y, después, hacer una buena temporada», comentó.

El asturiano tiró de su vena de hombre de equipo, la que tanto prestigio le ha generado de puertas adentro en la Scuderia para reclamar más jornadas de entrenamiento. «Lo que pasa en la F1 es como si a Nadal le piden que se entrene con raquetas de ping-pong y después que vaya a competir al Abierto de Australia. La Fórmula 1 es el único deporte en el que no nos dejan entrenar. Imagínate a un futbolista al que le obliguen a estar dos meses sin tocar un balón».

Cuando puede, mete horas al karting, la actividad que le ofrece sensaciones más parecidas a las de un Gran Premio. Pero no es lo mismo. Igual que no es lo mismo chequear con los ingenieros lo que dicen los ordenadores de la fábrica que subirse al monoplaza en una pista de verdad. «He visto los números, los datos del túnel de viento, el simulador... Pero hasta que no estemos en la competición no sabremos lo que nos puede dar el nuevo coche. Soy optimista porque sé que se está trabajando a tope, pero hasta la segunda o la tercera carrera, hasta Malasia o China, no sabremos realmente cuál es el potencial del mismo, si es competitivo o no».

Fernando Alonso disfruta estos días del esquí en Madonna di Campiglio. Exprime el día en la nieve entre acto y acto, entre visita y visita, ya sea del presidente de la Scuderia o del director deportivo. Es parte del entrenamiento, como el que realizó hace unas semanas en Colorado, también en la nieve. Allí no sólo disfrutó del deporte blanco, también del anonimato que tanto añora. «Nunca he hablado de mi vida privada y mucho menos lo haré ahora», dijo, muy molesto por las pinceladas de su intimidad que vio publicadas últimamente en algunos medios.

Era un Fernando Alonso distinto al de otras veces, que respondía seco, sin esforzarse por ocultar su contrariedad tras ver aireada su nueva situación, cuando había pedido un respeto que cree que no le han guardado. Un Alonso que, eso sí, ve para largo su futuro en la F1. «Aún me quedan varios años. Tengo 30 y hay pilotos con 42 y 43. Con los años a lo mejor pierdes velocidad, pero ganas en experiencia».