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El "montañerín" vuelve al Urriellu

El lenense Carlos Castañón se convirtió en 1965, con 6 años, en el alpinista más joven que alcanzó la cima del Naranjo y medio siglo después regresa al Picu

En la imagen superior, Carlos Castañón durante el ascenso al Urriellu. Debajo, el "montañerín" con su padre, antes de empezar la expedición.

Carlos Castañón era para todos "Carlitos el montañerín" cuando conquistó el Picu Urriellu. En 1965, cuando sólo tenía 6 años, se convirtió en el alpinista más joven en llegar a la cima del Naranjo de Bulnes. La hazaña cumplió medio siglo hace unos días y Castañón intentó volver a la cima, por primera vez desde entonces, con su hermano Luis y su hija Desiré. No fue posible, el viento soplaba fuerte, pero no se dan por vencidos. Volverán a intentarlo a mediados de mes.

"Para mí, la montaña era un juego. Era correr y trepar". Así rememora aquellos años de "montañerín" Luis Castañón. Su padre, Manuel Castañón, "Manolete", fue un gran amante de la montaña. Un hombre que vivía a un piolet pegado. Un piolet, por cierto, con historia. Lo había fabricado él, en la factoría de Sovilla de la Hullera Española. Aprovechó el hierro de un vagón de mina, fundió y martilleó hasta que quedó igual que los que veía en las revistas especializadas.

No fallaba. Todos los sábados, Manolete Castañón colgaba la mochila al hombro, agarraba el piolet e iba al monte. Si no nevaba, llevaba siempre a sus hijos. La expedición del "montañerín" se proyectó de casualidad, en una excursión a Bulnes. "¿Tú crees que el guaje llegará hasta arriba?", preguntó Manolete Castañón a Juan Tomás Martínez, guía del Urriellu. Y Martínez respondió que seguro que sí.

El 17 de agosto de 1965, Carlos Castañón hizo historia. Emprendió el viaje a los Picos un día antes, con su padre y su hermano. Salieron de Poncebos y durmieron en Camburero. Empezaron el ascenso del Urriellu cerca de la una de la tarde: "Subió como una bala", rememoró su hermano. En el descenso hubo rabieta. Iban acompañados en la expedición por Tomás Martínez, Pepín Ampere y otro montañero al que llamaban "Velino el practicante". A "Velino el practicante" se le ocurrió darle una gorra, para que se tapara la cara y no viera el desnivel del monte mientras lo bajaban con unas cuerdas. Al "montañerín" le sentó tan mal que cuestionaran su valor, que tiró la gorra blanca al vacío.

Llegó sano y salvo, sin saber que su peripecia llenaría páginas de los libros de promoción de los Picos de Europa. No vio hasta unos años después unos recortes de la prensa nacional en los que escribían su historia. Algunos criticaron a su padre. Le supo tan mal que siguió amando la montaña, pero nunca, hasta ahora, había querido regresar al Urriellu. Guarda los recortes amables en una caja, junto al piolet de Manolete.

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