Si la cara es el espejo del alma, la que tenía Fabio Santana durante el partido que acabaron perdiendo ayer ante el Melilla reflejaba un estado de frustración y melancolía. La que inunda a los deportistas cuando las cosas no les salen. El caso del canario cuenta mucho del estado de todo el equipo. Lo intentan, pero nada les sale. La magia del base que otras veces levantaba de los asientos a los aficionados por una imaginativa asistencia fue sustituida ayer por malas decisiones, por pases demasiado arriesgados que acabaron en pérdidas.

El base canario no fue el culpable de la derrota. Estuvo espeso como el resto de sus compañeros; sin chispa, frustrados, peleados con el aro, dando la sensación de estar seguros de que todo iba a salir mal, sin confianza. Todo ello dio como resultado un partido extraño, con un 30-33 al descanso que era el reflejo de un desacierto exagerado. Por ambos bandos.

En la primera parte se pueden rescatar cosas del partido realizado por el conjunto ovetense. Hernández-Sonseca hizo daño debajo del aro y Mouhamed Barro fue un incordio en defensa para Oliver Arteaga, el principal peligro del Melilla. Ni el Unión Financiera (1 de 6) ni el Melilla (1 de 9) estuvieron acertados desde la línea de triple y el partido se disputaba debajo de los aros. Ahí tuvo un serio problema el equipo local con los rebotes (24 cogió Melilla por 14 del Unión Financiera).

En los dos últimos minutos antes del descanso, Dani Pérez, visiblemente tocado, demostró que su concurso es fundamental en este equipo, más aún en unos momentos en los que el grupo necesita alguien que le marque el rumbo. A medio gas dio un par de asistencias y puso serenidad en el ataque del conjunto ovetense. Carles Marco decidió no volverlo a sacar para evitar riesgos.

Que se le echó en falta es evidente. Tras el descanso vino un tercer cuarto horrible por parte del Unión Financiera. Unos minutos desastrosos en los que hubo un naufragio general. El equipo era incapaz de atacar con criterio y el Melilla lo aprovechó para ir cogiendo una renta en el marcador que se fue hasta los trece puntos (39-52) con los que concluyeron el tercer parcial. La anotación de los locales después de 30 minutos de juego dice mucho de lo que estaba pasando.

En los dos primeros minutos del último parcial la desventaja del Unión Financiera llegó a irse a 16 puntos (42-58). Y ahí apareció Pumarín para meter al equipo en el partido y para meter el miedo en el cuerpo al Melilla.

La garra de un Salvó que siempre va al máximo, el buen hacer de Barro y algo de aportación ofensiva por parte de Löfberg, que no atraviesa por un buen momento, les bastaron para acercarse en el marcador. Quedaban 5:33 por jugar y el Unión Financiera estaba a seis (52-58). Pero hasta ahí llegó la reacción. Un mal pase de Santana y la aparición de Arteaga fueron suficientes para evitar que el Unión Financiera realizara otra gesta en casa.

El cuadro ovetense lleva cinco derrotas y dos victorias en los siete últimos partidos. Son quintos y ya no tienen colchón con sus perseguidores. Les toca trabajar para volver a ser ese equipo que esta misma temporada mereció elogios y ganó la Copa Princesa.