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Sudor y lágrimas en un PSOE partido

El comité federal que tumbó a Pedro Sánchez incluyó llantos e intentos de agresión en un clima de bochorno

El comité federal alcanzó cotas de tensión no vistas hasta ahora; además de discusiones como las que muestra la imagen, hubo intentos de agresión, según algunas fuentes.

"No te equivoques, vienen a matarnos", le dijo a Pedro Sánchez uno de los suyos casi desde el comienzo del comité federal que durante 16 horas (incluyendo la aprobación final de la gestora) convirtió al PSOE en un espectáculo de incomunicación, quiebra interna y desmoronamiento. El partido sólo pudo salvar algunos muebles al final, al terminar la jornada que se antojaba inacabable con una gestora que gobernará el PSOE. Y sí, Pedro Sánchez terminó sacrificado, aunque con promesa de resurrección.

"¿Cómo podemos estar haciéndonos esto?", señalaba alguien de la delegación asturiana. La perplejidad y el abatimiento reinaron entre los integrantes del comité, la mayor parte de ellos ajenos a las tensas reuniones en los despachos de Ferraz.

A partir de las ocho de la mañana comenzaron a llegar los participantes en el cónclave: algunos aprovecharon para entrar en coche al garaje de la sede; otros hicieron el paseíllo por la calle Ferraz enfrentándose a gritos, insultos o aclamaciones por parte de decenas de personas. A las nueve, hora prevista para el inicio, aún faltaban algunos por llegar, pero daba igual: ni siquiera existía acuerdo sobre cómo se desarrollaría el debate.

Los dos bloques que protagonizaron un choque explosivo llegaban con dudas sobre el resultado final de una votación. Como prueba, los "sanchistas" argumentan que hasta llegó desde Washington Trinidad Jiménez, afín a los barones. No obstante, la calculadora de los "críticos" demostró funcionar mejor. Esas dudas fueron la clave que prolongó hasta lo exasperante la reunión. El resultado de la primera decisión votada, la que fuese, dejaría claro quién tenía más apoyos. La incertidumbre real sobre cuántos eran de cada cual hacía que cada parte intentase fórmulas distintas. Los "críticos" de Susana Díaz y los barones reclamaban una votación a mano alzada, que retratase los respaldos de cada uno. Los "sanchistas" querían voto secreto, confiados en fisuras en las grandes federaciones de Andalucía y Extremadura, aparentes feudos de los "críticos".

La mesa del comité, que debía velar por el proceso, evidenciaba ya la fractura. La presidía la andaluza Verónica Pérez, de las filas de Susana Díaz y que mantenía su mantra de que ella era "la única autoridad" en el órgano. Pero la mesa está formada por otras dos personas: el vasco Rodolfo Ares (vicepresidente) y la catalana Núria Marín (secretaria). Ambos, afines a Sánchez. En algún momento los miembros de la mesa llegaron a bloquearse los micrófonos uno a otro.

Hubo debate ya sobre si se aceptaba esa mesa o se votaba la elección de una nueva, aunque finalmente se pactó mantenerla. Una clave: de haberse querido otra debería elegirse con voto secreto. Eso causó casi cuatro horas de retraso que permitieron un comienzo que condujo a un receso casi inmediato. El desacuerdo sobre el orden del día suspendió otra hora más el cónclave, lo que permitió a algunos miembros del comité escaparse a tomar un café.

Tras la pausa, nuevo intento de iniciar el debate para decidir si habría o no el congreso exprés que defendía Sánchez. Bronca de nuevo. El debate estaba ahora en el censo. Los "críticos" consideraban cesada a la ejecutiva, por lo que los integrantes afines a Sánchez no podían votar. El secretario general y los suyos defendían su permanencia: había en juego un puñado de votos.

Finalmente, Sánchez admite que puedan votar los integrantes de la ejecutiva del sector "crítico" que habían dimitido el pasado jueves. Quince de los 17 dimisionarios habían quedado fuera, pero aguardaban en un bar próximo a Ferraz por si tenían que entrar a sumar votos para los "críticos". Los de Díaz no cayeron en el señuelo: si aceptaban eso darían por válida a una ejecutiva demediada que no reconocían y eso podría tener consecuencias si había que sacar el as en la manga de acudir a los tribunales. Finalmente se acepta un censo de 253 personas.

Entre tanto las discusiones se producían a puerta cerrada. Personas afines a Sánchez trataban de tender puentes. Por momentos, los "críticos" creen que conquistan milímetros de terreno y que algunos apoyos del hoy exsecretario se resquebrajan. Antonio Hernando acepta llegar a una solución rápida en incluso convence a Patxi López. Los gritos en el despacho del ya exsecretario de Organización, César Luena, puede oírse tras la puerta.

Pedro Sánchez interviene y plantea trasladar a la semana siguiente "el debate político y decidir la posición del PSOE respecto a la investidura de Mariano Rajoy". Y volver a reunir al comité federal para que vote. Los "críticos" interpretan que Sánchez sólo busca ganar tiempo. Díaz plantea que se vote ya la creación de una gestora o que se reúna a las cinco de la tarde la comisión de garantías, en la que los "críticos" tienen mayoría pero que preside la "sanchista" Isabel Celaá, que no quiso convocar un órgano que podía determinar el cese directo de la ejecutiva. Los de Pedro Sánchez se revuelven.

Después de comer se alcanza un punto de acuerdo en votar sí o no al congreso exprés. Pero la discusión ahora es si a mano alzada o en urna (voto secreto). Los "críticos" esgrimen el reglamento: las votaciones se hacen a mano alzada salvo las de cargos. Para lo que querían los "sanchistas", el propio comité federal debía votar a mano alzada si votaba con voto secreto o no.

Sobre las seis todo se acelera. Vuelve a producirse una discusión entre los integrantes de la mesa y Rodolfo Ares dice: "Vamos a votar ya". Tras una mampara hay varias urnas y los dos "sanchistas" de la mesa se disponen a votar. Los "críticos" estallan al considerar que no hay control alguno de esa votación con gritos de "pucherazo" y "sinvergüenzas". En medio del caos, Díaz grita entre sollozos: "¡Compañeros, ya da igual, están matando al PSOE!". La tensión es enorme.

El andaluz Juan María Cornejo va hacia Pedro Sánchez como un tiro y entre dos impiden una posible agresión. Otro miembro del comité propina un puñetazo a un trabajador de Ferraz, aseguran algunas fuentes.

Susana Díaz, en un todo o nada, llama a recoger firmas para una moción de censura. La precipitada votación en una urna fue el error de Pedro Sánchez que aceleró su caída.

José Antonio Pérez Tapias, exlíder de Izquierda Socialista y afín a Sánchez, abandona abochornado la reunión, confundido con lo que está sucediendo: "El partido está roto en estos momentos", declara.

Los "sanchistas" detienen la votación, pero los "críticos" no cesan con la recogida de firmas. "Hubo coacciones, vi a militantes muy significados llorar agarrados del brazo para firmar, como llevados al cadalso", dicen fuentes próximas al ya exsecretario general.

Los de Díaz necesitaban un 20 por ciento de firmas para poder imponer una moción de censura. Logran 129, una mayoría absoluta del comité. La mesa discute y las rechaza afirmando que una moción de censura sólo puede aceptarse en un comité federal ordinario, no en uno extraordinario.

Pero ante los números, Sánchez sabe que todo está perdido. Incluso negocia su dimisión a cambio de que una comisión política active un proceso para consultar a las bases la abstención o el no a Mariano Rajoy. Díaz no lo acepta.

El aún secretario general reúne a sus más fieles: "No podemos seguir dando este espectáculo. Votaremos a mano alzada y sabremos cuántos perdemos", les dice. Los "sanchistas" calculaban que en una votación secreta ganarían por cuatro votos.

Se vota el congreso exprés. A mano alzada y por orden alfabético. Cuando van por la P ya queda clara la mayoría "crítica". El resultado final da una victoria de los de Susana Díaz por 25 votos. Apenas unos minutos después Pedro Sánchez toma la palabra: "Ha sido un orgullo ser el secretario general del PSOE. Os anuncio mi dimisión irrevocable".

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