La banda terrorista ETA tiñó de luto y sangre a más de ochocientas familias pero a lo largo de sus casi seis décadas de existencia marcó la vida de muchas más. Una de ellas la del asturiano Ignacio Campomanes, que vivió los duros años del plomo en San Sebastián, donde fue jefe provincial de Tráfico hasta que una mañana de 1981 dimitió, apenas diez segundos después de que el Gobernador Civil de Guipúzcoa le comunicara que tendría que llevar escoltas cuando saliera de su domicilio.

Campomanes, de suyo discreto, rehuye todo protagonismo cuando ETA toca a su fin tras tanto sufrimiento. Pero los avatares de la vida situaron a este funcionario de carrera en uno de los puntos más calientes del país durante la Transición. Estaba en Teruel y le ofrecieron el puesto en San Sebastián, que aceptó tras consultar con su mujer. "Quería acercarme a Asturias y era una manera de ganar puntos", recuerda. La llegada a su nuevo destino tampoco se le olvidará. "En Pamplona nos encontramos con barricadas por la muerte de Del Estal y al llegar a San Sebastián, entramos por Ondarreta, y la ciudad estaba cerrada y con barricadas por una huelga general. Al día siguiente, normalidad aparente, como si no hubiera pasado nada", relata.

"Fueron años muy duros pero, al mismo tiempo, debo destacar la gran profesionalidad que me encontré en aquella jefatura de Tráfico", comenta Campomanes. Los trances amargos no tardaron en llegar. Estaba al frente de la Jefatura guipuzcoana cuando los terroristas etarras asesinaron, por primera vez, a dos guardias civiles de Tráfico. "Un espanto. Te encuentras de cara con el drama de familias de jóvenes que habían muerto por ser servidores públicos. Algo tremendo". Tampoco olvida las urgencias de aquellos funerales. "Se les enterraba aprisa y corriendo, los cuerpos iban para sus lugares de procedencia, Galicia, Castilla, Andalucía, Asturias. Era algo muy fuerte."

El destino tenía su miga. "En una ocasión nos amenazaron por teléfono porque suspendíamos a muchos etarras en el examen del carné de conducir. Fui a ver a Juan Mari Bandrés, que era el consejero de Transportes, para transmitirle la gran preocupación existente entre todo el personal de la Jefatura". Además, los archivos de Tráfico eran una fuente potencial de información para los etarras: "Estando de vacaciones en Asturias nos enteramos por la radio que habían detenido a ocho funcionarios de la Jefatura de Tráfico de San Sebastián. Al cabo de un tiempo volvieron a sus puestos".

Pero el golpe más amargo llegó tiempo después de que Campomanes decidiera renunciar cuando le comunicaron, por vía oficial, que debía ir con escoltas. "Dimití verbalmente en el acto y por escrito al día siguiente", afirma. Durante unas semanas tuvo dos escoltas, hasta que se consumó su regreso a Oviedo para trabajar como un funcionario más en la oficina. "A los seis meses, me llamó mi sucesor en Guipúzcoa, Paco Bierna, para decirme que acababan de matar a los dos escoltas que me habían asignado, cuando iban con el director de Telefónica, también asesinado. Un dolor y una gran tristeza".