J. M. CEINOS

Muchos años antes de que el Principado de Asturias se publicitase como «Paraíso natural» para propios y forasteros, de las campañas turísticas para fomentar el sector servicios ante el declive del carbón y del acero, de que la costa de Colunga saltara a la fama nacional a través de una serie de televisión y de que Lastres recibiera el galardón de «Pueblo ejemplar», ayer mismo de manos del heredero de la Corona, con acero de la Fábrica de Moreda y Gijón y cemento de Tudela Veguín se levantó uno de los primeros hitos del turismo asturiano: el mirador del Fito, en plena sierra del Sueve, en el concejo de Parres.

Y si con metal de la siderúrgica gijonesa hizo los cálculos de la peculiar estructura José María Sánchez del Vallado, también fue en Gijón donde tomó forma la idea de construir un mirador en uno de los lugares «desde donde se domina un extenso panorama, de los más bellos de nuestra provincia», como contó el diario gijonés «La Prensa» a sus lectores el martes 30 de agosto de 1927.

Fue un español nacido en Cuba y radicado en Gijón, Antonio Pérez Pimentel, quien eligió la ubicación del balcón de hormigón sobre el paisaje asturiano, y quien puso todo su empeño en sacar el proyecto adelante, ayudado por los diarios gijoneses de la época. La idea fue tan bien acogida que en poco tiempo el mirador del Fito ya era uno de los lugares más visitados de Asturias. Desde hace cuarenta años Antonio Pérez Pimentel tiene dedicada una calle en Gijón, la que comunica La Guía con la plaza de Villamanín, en el corazón de Somió.

El 9 de agosto de 1927, en el diario independiente «La Prensa» se insertaba, dentro de la información sobre los acuerdos de la sesión de la Comisión Permanente del Ayuntamiento celebrada el día anterior, la solicitud de Antonio Pérez Pimentel «de una subvención decorosa para la construcción del Mirador del Fito, teniendo en cuanta la importancia turística de la obra». Los ediles acordaron «donar a tal objeto cien pesetas, con el voto en contra de los señores Eguren y Menéndez, que proponían que la subvención fuese de 500 pesetas».

Sea como fuere, el domingo 28 de agosto de 1927 Arriondas se vistió de gala para asistir a la esperada inauguración del mirador en la sierra del Sueve y para recibir a una nutrida representación de Gijón. Naturalmente, los rotativos locales despacharon a Parres a sus cronistas, que al martes siguiente (30 de agosto), ya que los lunes no salía la prensa diaria, publicaron amplios y pormenorizados relatos sobre la inauguración.

El diario «El Noroeste», a dos de las seis columnas de una de sus páginas interiores, destacaba: «Este mirador, que es una obra notable del ingeniero asturiano don José María Sánchez del Vallado, y que sobre todo constituye la demostración más convincente de lo que se puede lograr laborando con entusiasmo y tesón, se debe a una iniciativa del Dr. Pimentel, y a él fueron dedicados los actos del domingo, como un homenaje merecido. El Dr. Pimentel, que comprometió su palabra de obtener dinero para construir el Mirador del Fito, con el Comité de Turismo de Parres, hizo entrega el domingo de la obra».

Ya en Arriondas, en los salones del Círculo de Artesanos, donde se agasajó a Pérez Pimentel con un banquete-homenaje, el promotor del mirador «leyó una carta del pintor Evaristo Valle, ensalzando el Fito como lugar único en Asturias».

No se anduvo a la zaga el rotativo «La Prensa», que también en una página interior, a dos de las seis columnas de la plana, destacó, en el titular: «El domingo quedó oficialmente inaugurado el Mirador del Fito, en el concejo de Parres», con un antetítulo que decía: «En favor del turismo asturiano».

Tras los actos de agasajo en Arriondas, a las cuatro de la tarde se puso en marcha la caravana hacia el mirador del Fito, «donde se celebró seguidamente la bendición del mismo por el señor cura ecónomo de Arriondas, revestido con los sagrados hábitos, en nombre del obispo de la Diócesis» («La Prensa», 30 de agosto de 1927).

«De todo el concejo de Parres acudieron gentes a la inauguración del Mirador. Bellísimas señoritas, en un simpático atavio campestre, disputaban al paisaje espléndido una parte de nuestra atención», escribió, por su parte, el cronista de «El Noroeste».

En la crónica de «La Prensa» también se puede leer la misiva enviada por el secretario del Parque Nacional de Covadonga: «Los abnegados y perseverantes autores del Mirador del Fito (sería superfluo citar sus nombres) merecen la gratitud de Asturias, y podrán ufanarse siempre de haber realizado uno de los primeros hechos tangibles en pro del turismo regional. El ejemplo de estos finos amantes de Asturias debe servirnos de emulación para librarnos pronto del dictado de negligentes o inconscientes que nos aplican a diario los visitantes forasteros».

Antonio Pérez Pimentel disfrutó poco de su obra. El martes 1 de julio de 1930 «La Prensa» publicaba un extenso obituario dando cuenta de su fallecimiento: «Dolorosa sorpresa causó ayer en Gijón la noticia de haber fallecido en Madrid el doctor don Antonio Pérez Pimentel (...) Se encontraba el doctor Pimentel en Madrid desde hacía ya algún tiempo, porque en la corte formaba parte del Tribunal de oposiciones a cátedra de Francés de Madrid y Barcelona».

A continuación, en el diario se narraban los pormenores de su vida, desde su nacimiento en Cuba a «los vastos estudios» realizados «a costa de un esfuerzo personal admirable», con los que se había formado «una sólida y extensa cultura notablemente rara. Doctor en Filosofía y Letras (...) Vino a Gijón hacia el año 1907 como catedrático de Francés del Real Instituto de Jovellanos (...) desempeñando su cometido con la mayor competencia, fueron sus discípulos varias generaciones de estudiantes».

Recordaba asimismo el diario que el doctor Pimentel «cuando la fiebre automovilística comenzaba a despertarse en Asturias y el título de chófer era apetecido por muchos, fundó una popularísima escuela de chóferes, siendo cátedra práctica su automóvil propio, y escribiendo una obra de la mayor sencillez y utilidad que se tituló "Para ser chófer"».