Poeta y periodista, presentó ayer en L'Arribada «Camas de hierba»

J. L. ARGÜELLES

Héctor Acebo estaba ayer feliz. Y no sólo por el premio que acaba de recibir su Santirso de Abres natal. Poeta joven (nació en 1987) y periodista, intervino en L´Arribada, en el Antiguo Instituto, por partida doble. Auxiliado por la escritora Aurora García Rivas, el también colaborador de la edición de Occidente de LA NUEVA ESPAÑA presentó su primer libro de poemas, «Camas de hierba» (Vitrubio), un poemario que fue apadrinado en su puesta de largo por Martínez Sarrión, nada menos. Y ofreció, además, una charla sobre la influencia de los poetas del 50 en la lírica española actual.

-¿Qué es «Camas de hierba»?

-Es una colección de poemas eróticos. El título hace referencia a los muslos de una muchacha, lugares cálidos en los que recostarse. Hay ahí una analogía, porque la poesía es también una manera de evadirse de lo cotidiano y de viajar hacia un mundo más sutil.

-¿La poesía como escapismo?

-Escapismo del lenguaje más zafio, pero no me evado de la realidad. Es una puerta para erotizar el lenguaje; la poesía es la música.

-Ha admitido la influencia de Martínez Sarrión en su poesía. ¿Los poetas jóvenes vuelven a algunos de los «novísimos»?

-Aunque hay gente que los denosta, hay una manera de volver a ellos que enlaza, también, con una recuperación de grandes poetas de la tradición occidental, como Cavafis. Los «novísimos» recuperaron muchas cosas, a Pound, por ejemplo. Es cierto que entre los «novísimos» había mucho petulante, pero los mejores compaginaron ámbitos referenciales distintos, como el cine, la publicidad, los mass media.

-Pero no se identifica nada con la tendencia dominante en los últimos años, la llamada «poesía de la experiencia».

-Me interesa, pero se ha visto que después de algunos grandes libros, como los de García Montero y otra gente, la poesía no podía quedarse en ese lenguaje tan llano y de andar por casa. Necesitaba un vuelo, el vuelo que tenían poetas de los años 50 como Claudio Rodríguez o José Ángel Valente. A mi juicio, estos son los más deslumbrantes.

-¿Son los autores del 50 que más le interesan?

-Sí, aunque Ángel González me parece muy bueno, y quizás mi manera de escribir tiene más que ver con la de este último. Me gustan mucho la ironía o el sarcasmo.

-Usted ha estudiado la influencia de los poetas del 50 en la poesía actual. ¿Es evidente?

-Es evidente la influencia en poetas como Sarrión, Villena o Luis Alberto de Cuenca. En los poetas jóvenes, menores de cincuenta años, como Benjamín Prado, Luis Muñoz o Petisme, la influencia de Gil de Biedma o de Ángel González me parece clara. Son, quizás, los dos poetas más leídos de aquellos años. Han aportado narratividad, ironía o mordacidad.

-¿Casan poesía y periodismo?

-Como periodista también trato de encontrar las palabras exactas o de incluir una imagen poderosa en una crónica. Y como poeta, puedo adoptar la estructura de una crónica o de un reportaje para fustigar, por ejemplo, los usos envenenados del lenguaje que hace la publicidad.

-¿El periodismo necesita un lenguaje más vibrante y la poesía acercarse a la realidad?

-Sí. Cuando leemos un artículo de Cunqueiro o de Vázquez Montalbán, por ejemplo, vemos esa capacidad para el lenguaje creativo; y también es cierto que la poesía necesita acercarse un poco más a la realidad. Yo lo intento; muchos de los protagonistas de mis poemas son jóvenes de mi edad que leen, por cierto, poca poesía. En la Facultad me sentía como un bicho raro, una «rara avis». La poesía, que necesita de un buen lector recreador, aspira al conocimiento y la belleza.