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La mano en 3D que añoraba Mariana

Christian Pérez logra un sobresaliente en el proyecto fin de carrera, al que presentó una prótesis para ayudar a su amiga de infancia

Mariana Álvarez se enfunda la prótesis en su mano izquierda con la ayuda de su creador, Christian Pérez. ÁNGEL GONZÁLEZ

Tienen 23 años, son de Gijón y les une una profunda amistad desde que coincidieron en el colegio de San Vicente de pequeños. Mariana Álvarez se inclinó por la medicina y Christian Pérez por la ingeniería. "Ambas profesiones hacen felices a la gente", sostiene él. Sus caminos, siempre paralelos, se han cruzado, ahora, gracias al proyecto fin de carrera que Christian Pérez elaboró para convertirse en ingeniero mecánico: una prótesis de una mano en 3D. Justo lo que necesita Mariana desde que nació. En su caso la mano izquierda no tiene la funcionalidad debida por una deformidad que le impide disponer de los dedos.

"Se me ocurrió hacer eso para ayudarla y, bueno, también para ayudarme a mí, que así terminé la carrera", confiesa entre risas este joven resolutivo y seguro de sí mismo para quien "la Universidad es sacar madurez en el conocimiento; si veo un problema busco una solución".

Christian Pérez tuvo claro desde el principio que quería hacer una prótesis fruto de su afán por ayudar a los demás. Incluso porque sabe lo que es necesitarla, merced a que llevó prótesis de pequeño al nacer con un pie girado. Mariana, en broma, le animaba a ver si conseguía una mano que le permitiera operar. Pese a sus intentos de asesorarle se topó con un amigo de ideas fijas. "Por mucho que le diga, es muy cabezón", confirma sin la complaciencia de Christian. "Le dije que escribiera en una hoja sus problemas, pero que me asesorase como persona, no como médico", aclara el ingeniero.

"Me arreglo prácticamente bien para todo y me cuesta decir qué es lo difícil, pero le escribí, por ejemplo, que quería poder coger el paraguas cuando llueve y llevar bolsas en la otra mano, o coger un vaso de agua y hacer algo a la vez", apostilla Mariana que le mira orgullosa, y agradecida, cuando Christian saca de su mochila el prototipo de la mano creada mediante una impresora en 3D para demostrar su uso. "Las partes más grandes las imprimí en la Escuela Politécnica de Ingenieros (EPI) y los dedos en mi casa, en una impresora 3D doméstica. No es un producto final" recalca. La ejecución le llevó cuatro meses, pero en su cabeza rondaba desde mucho antes. El esfuerzo se vio recompensado y ya presume de ser ingeniero mecánico de pleno derecho desde que hace unos días el tribunal calificó con sobresaliente el proyecto. Con un 9,5 concretamente. "Me merecía el 10", interrumpe pícaramente Christian para quien "lo que no me ha dado el tribunal me lo ha dado la gente que ha visto en el proyecto algo bonito". Prueba de ello es que "lleva dos días llorando por las muestras de cariño en forma de felicitaciones a través de las redes sociales", desvela Mariana. "Eso no lo pongas", demanda apresurado Christian.

Pese a sus calificaciones, hoy emprede viaje a Madrid en busca de un futuro laboral mejor y cargado de ilusión por conseguirlo aunque sin evitar un reproche. "Me echa la provincia de Asturias porque aquí no hay trabajo aunque sí es verdad que viene bien para airearse un poco y ya llevaba mucho tiempo en Gijón".

Pero no se irá sólo. Le acompaña su idea en el bolsillo y la esperanza de lograr perfeccionarlo para cumplir con su objetivo."Es muy trabajador y un gran amigo. Puede tardar más o menos en lograrlo pero siempre consigue lo que se propone porque es muy cabezón", resuelve Mariana que ya le echa de menos.

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