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El "oro negro" iluminó Caldones y funcionaron los primeros teléfonos

El prestigioso folclorista Eduardo Martínez Torner explicó en el teatro Dindurra la auténtica génesis de la tonada tradicional asturiana

Labores de extinción del "mecheru de Caldones", en las que colaboraron hasta los jesuitas. COLECCIÓN DE ARMANDO SUÁREZ LÓPEZ.

A las cuatro de la madrugada del 20 de enero de 1915, mientras los hermanos Felgueroso proseguían con perseverancia los sondeos en busca de carbón en Caldones y la perforadora había llegado hasta los quinientos sesenta y cuatro metros en la mina a la que luego se le pondría el nombre de "Audacia IIII", de pronto un potente chorro de agua -como una especie de géiser de una veintena de metros- brotó de las entrañas de la tierra y los cinco obreros de mantenimiento se retiraron rápidamente, lo que les salvó la vida ya que, a continuación, se produjo una gran explosión que se escuchó en un radio de muchos kilómetros. Según los testimonios recogidos por Carlos Roces Felgueroso: "El gas subterráneo había prendido fuego en los hornos, y había explotado al contacto con el aire exterior destruyendo el castillete y la maquinaria de sondeo, e incendiando los barracones. La llamarada alumbró la noche y la luminosidad se podía ver desde Gijón".

Cinco días tardó en extinguirse el fuego y en las tareas hasta colaboraron los profesores de Física y Química del Colegio de los Jesuitas. El pueblo bautizó aquel fenómeno -por el que de noche salieron a contemplarlo a los prados y las calles en camisón y pijama- como el "mecheru de Caldones". Y no faltaron, claro, las caravanas de gentes que subían en bicicleta, autobús o coches de caballos, por lo que tuvo que intervenir la Guardia Civil.

En principio, la imaginación se desbordó y en las tertulias de la calle Corrida se especulaba también con que los Felgueroso habían encontrado petróleo, pero un jarro de agua fría cayó sobre aquellos a quienes se les calentaron excesivamente las meninges. Sin embargo, en la mina de La Camocha iba a empezar a escribirse una página muy importante de la historia carbonífera y de la organización sindical, dado que la primera Comisión Obrera nació allí.

Una barca con náufragos de la guerra encalló frente a "Las Carolinas". También a finales de enero de 1915, la tragedia de la guerra europea llegaría a la bahía de Gijón, cuando una barca con nueve náufragos con vida -tripulantes del buque noruego "Solwaken" que había sido torpedeado y hundido a la altura de la isla francesa de Ouessant, en el canal de La Mancha- encalló en el arenal al lado de "Las Carolinas" tras once días navegando a la deriva y sin alimentos. Fue descubierta una madrugada por un sereno, lo que causó una gran sensación en la vida cotidiana que se desarrollaba ajena a la tragedia del conflicto bélico y feliz con las riquezas acumuladas por la masiva exportación de carbón, al que se denominó entonces "oro negro".

Tiempos felices -a pesar del incremento de los altos precios- en los que, gracias a la autorización del juego, se abrieron negocios como el Kursaal y cabarés que animaban la noche gijonesa con artistas femeninas de gran nivel, tras el prematuro fallecimiento en julio de aquel año de la inolvidable "La Fornarina".

Se habían acometido reformas en el suntuoso edificio de Los Campos Elíseos, con decorado, mobiliario y construcción ad hoc con salón de juegos y un espléndido escenario donde actuaban diariamente una decena de artistas para animar al personal. Todo ello complementado con el restaurante y café del Gran Kursaal, del que se hizo cargo José Foncilles, que había sido jefe de cocina de la Gran Peña y en aquellos tiempos era propietario del café "San Miguel". Puso al frente de los fogones del comedor al joven Antonio María Arévalo.

Las primeras líneas telefónicas empezaron a funcionar de manera eficaz. Ante el deficiente servicio de Correos y de Telégrafos -no hay que olvidar que las primeras postas fueron fundadas por la mano derecha de Carlos III, Pedro Rodríguez Pérez, natural de Tineo, quien pasó a la historia como el conde de Campomanes- con la llegada de los revolucionarios inventos la ciudadanía clamaba por otro tipo de comunicaciones más rápidas. Aquellas redes de entonces motivaron una nueva guerra localista entre Oviedo y Gijón, ya que se temía que la capital fuese marginada con el hilo directo prometido a la villa de Jovellanos, lo que no dejaba de ser una insensatez aldeana. Melquíades Álvarez echó imprudentemente gasolina al fuego al recordar en una carta que el tendido de la línea de hilo telegráfico entre Gijón y Madrid tendría que pasar "fatalmente" por Oviedo.

En octubre de 1915 desde Gijón ya se podía hablar también por teléfono con Colunga, Villaviciosa y Ribadesella. Las primeras llamadas las realizó desde Madrid el director de Correos y Telégrafos al ponerse en contacto directo con los alcaldes de estas villas marineras. Eso sí, para disponer del servicio había que depositar previamente veinticinco pesetas en la Central de Correos y Telégrafos y los tres minutos costaban entonces cincuenta céntimos de peseta.

Torner y la génesis de la tonada asturiana. A finales de año, el 22 de diciembre, el eminente folclorista Eduardo Martínez Torner fue invitado por la Asociación de la Prensa de Gijón -que había sido constituida en el salón de sesiones de la Casa Consistorial el 20 de noviembre de 1909, por iniciativa del redactor de "El Noroeste" José María Muñiz- a una "matinée" en el teatro Dindurra para que expusiera tan brillantemente -como anteriormente lo había hecho en conferencias organizadas por el Ateneo Obrero- sus teorías sobre la auténtica génesis de la canción asturiana. En aquella sesión de cantos asturianos actuaron José Carreño y María Argüelles.

Ya por aquellos tiempos Eduardo Martínez Torner advertía de la influencia de la música árabe en la llamada tonada de la canción asturiana. Hay quien mantiene que la música asturiana no existe, basándose en el argumento geográfico de que ni la música, ni la literatura, ni la gastronomía tienen fronteras. Esa misma tesis la aplican a todos los países que conforman esta nación llamada España, aunque ahora se denomina eufemísticamente a todo eso como una fusión transcultural.

No hay que olvidar que la dominación de Al-Andalus (711-1492) enraizó en la región con distintos modos de organización política, social y económica, ciencia, arte, costumbres? Tras más de siete siglos de convivencia, la música lógicamente también tuvo que ser influenciada. Y así lo ilustran ejemplos del palpable paralelismo entre modulaciones y melismas de cantes flamencos como tonás y seguiriyas y las llamadas de los muecines desde lo alto de las mezquitas a la oración.

El genotipo flamenco también tiene influencia grecorromana que estuvo refugiada hasta la Edad Media en los cantos litúrgicos bizantinos. El compositor Manuel de Falla halló la conexión en rasgos como la melodía y la escala menor descendente. La asimilación popular de los cantos gregorianos en las ceremonias litúrgicas dejó su huella melódica, a la vez salpicada de orientalismo.

A pesar de que algún integrista se rasgue las vestiduras por esta heterodoxa tesis mantengo que la tonada tradicional es un palo del cante hondo evolucionado con el paso de los siglos. En una taberna andaluza en Arcos de la Frontera hay un hermoso árbol azulejado del cual salen todas las ramas o palos del cante hondo. Uno de ellos era "La Praviana". La trashumancia por la Ruta de la Plata nos ha enriquecido de Sur a Norte con músicas, tradiciones y hasta gastronomía.

El arroz con leche, tan típico postre asturiano, realmente es un invento de los árabes que llegaron hasta nuestras tierras, desde los arrozales del Mediterráneo, ya que aquí no existían ese tipo de cultivos y lo mezclaron con la exquisita leche de las vacas que aquí se encontraron pastando cuando todavía no eran acusadas de elementos contaminantes con sus flatulencias. ¿De quién si no?

Los tradicionales requemados de nuestras abuelas con el gancho de hierro en sus cocinas alimentadas por el "oro negro" del azúcar venido del Nuevo Mundo nacieron siglos después.

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