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El hotel Malet lo trasladaron a Corrida y Mata-Hari fue descubierta en El Musel

Manuel del Busto también fue el arquitecto del aristocrático nuevo establecimiento hotelero, con terraza hacia la actual plaza del Carmen

El hotel Malet, tras su traslado a la calle Corrida.

La importante remodelación urbanística llevada a cabo por el siempre inquieto emprendedor Florencio Rodríguez en la zona que va desde la calle de San Bernardo por la vía que llevaba el nombre de Gumersindo Azcárate hasta Corrida -hoy Munuza- motivó el desplazamiento hacia allí de tiendas y hoteles a aquella zona que entonces se había convertido en el corazón de la vida comercial gijonesa.

Históricos ejemplos de aquellos todavía prósperos tiempos que gozaban de ingentes capitales son el nuevo Banco de Gijón -en la calle de Gumersindo Azcárate, cuyo nombre quitó en el año 1937 la Junta Gestora que se hizo cargo del gobierno municipal-; tras su éxito en la calle de Cimadevilla, en Oviedo, Elías Masaveu Rivell potenció su afamada sastrería al ubicar a pie de calle la sucursal en Gijón de Casa Masaveu, con sus famosas lunas cóncavas que constituían todo un espectáculo y el traslado del Gran Hotel Malet a la calle Corrida, por donde ya pasaban los tranvías.

Manuel del Busto también hizo el nuevo Gran Hotel Malet

El nuevo "Gran Hotel Malet" -que estuvo los doce años anteriores en la plaza del Marqués, al ver sus propietarios que ya había entonces otros hoteles en el entorno del puerto local entendieron que había que cambiar de aires- también fue obra del arquitecto Manuel del Busto, con los más modernos elementos de construcción entre las que destacaban las lucernas de hormigón armado que llevaban luz a los sótanos, los decorativos techos de cristal, las artísticas persianas y puertas plegables de acero, la terraza hacia la plaza y las soberbias lunas del exquisito comedor le daban un innegable aire aristocrático a este nuevo Gran Hotel Malet, en la calle Corrida, dirigido por Juana Malet y de su viajado esposo Conde Prendes -hermano del abuelo del abogado Francisco Prendes Quirós- que lograron que, además de la infanta Isabel de Borbón "La Chata", se alojasen en sus lujosas habitaciones los más prestigiosos personajes de la vida social, cultural y torera española. Aquel año de 1916 debutó Adela del Barco "Adelita Lulú" en "La Maison Doré" -frente al "Gran Hotel Malet" donde se hospedó- quien tres años antes había triunfado en el "Trianón Palace" de Madrid con el estreno del couplet "Ladrón" del compositor gijonés Juan Martínez Abades.

La afamada flota gijonesa fue vendida a la Compañía Transmediterránea

A pesar de que El Musel ya era el quinto puerto español en movimiento de mercancías -detrás de Bilbao, Huelva, Barcelona y Valencia- no todo eran buenas noticias para la economía autóctona, dado que gran parte de la afamada flota gijonesa fue vendida -antes de que llegasen los malos tiempos que ya se vislumbraban en el horizonte- a la Compañía Transmediterránea, lo que fue calificado como un crimen empresarial. Algunos de los nombres de los barcos son una síntesis de nuestra historia portuaria -Florencio Rodríguez, Melitón González, Oscar Olavarría, Velázquez y Duro- con lo que muchas familias se quedaron sin trabajo, ni futuro laboral a la vista. Soplaban ya vientos con malos augurios.

Tras el espantoso naufragio del "Príncipe de Asturias" en Río de Janeiro cuyo capitán se descerrajó la cabeza con un tiro, ante la impotencia para frenar aquel desastre, no es de extrañar, que el joven poeta de Porceyo, el republicano Alfonso Camín fuese uno de los que hiciese las maletas para emigrar a ultramar en busca de un futuro más halagüeño que el que le esperaba en nuestro país, que muy pronto entraría en una gran confrontación social y política.

Mata-Hari fue descubierta por una fotografía que le hicieron en El Musel

Nada tuvo que ver, como es lógico, que unos días antes corriese por las tertulias de "Corrida Street" el rumor de que frente al puerto de El Musel se había podido ver a un submarino alemán, pero lo cierto es que aquel noviembre de 1916, la famosa bailarina holandesa, Margarita Zelle -que luego se sabría que era la doble espía que trabajaba a la vez para Francia y Alemania, Mata-Hari que significaba "ojo del día"- fue descubierta en El Musel, cuando desembarcó de un carguero procedente del puerto de Falmouth. Joaquín Alonso Bonet la describió como "una hermosa dama, de belleza exquisitamente cuidada y elegantemente ataviada: sombrero con gran pluma, abrigo de pieles oscuras y sombrilla en la que gentilmente se apoyaba". Su rostro estaba marcado por las muestras de la fatiga tras las molestias de un viaje incómodo, a bordo de un buque sucio y lleno de mercancías malolientes.

A pesar del mal estado físico en que se encontraba, no borró la sonrisa de sus labios tras desembarcar en El Musel cuando dos caballeros gentilmente le pidieron hacerle una fotografía. Aunque se mostró contrariada accedió a posar con un hombre que se situó a su lado: el autor de la fotografía y su acompañante eran agentes del servicio de contraespionaje francés.

En el Gran Café de Gijón tomaba Peppermint frappé

Con toda galantería, aquellos caballeros la acompañaron hasta la Estación del Norte para coger unas horas después el primer tren, un correo que partía hacía Madrid. En la capital de España se alojó en el Palace Hotel y hasta volvió a los escenarios teatrales donde la bailarina de los pies desnudos obtuvo un nuevo triunfo, no solamente por el embrujo de su arte que desplegaba con su belleza javanesa de gitana india, realmente fascinante. Con Enrique Gómez Carrillo, el director del diario madrileño "El Liberal" -aquel cuyos ejemplares vendía provocativamente Raquel Meller en el Teatro Jovellanos- estuvo en el Gran Café de Gijón en el paseo de Recoletos -que había sido fundado por el gijonés Gumersindo Gómez en mayo de 1888, tras hacer fortuna en Cuba- donde cubierto su rostro con un discreto velo bebía con libidinosos sorbos Peppermint frappé, mientras fumaba delicados cigarrillos egipcios sentada sobre uno de aquellos divanes de peluche en una de las mesas de mármol del fondo.

Aunque se sentía muy a gusto en España, Margarita Zelle tenía el presentimiento de que algo malo le estaba a punto de ocurrir. Y así fue, ya que a finales del año 1915 desapareció misteriosamente del Palace Hotel. Cuentan que el día de su detención definitiva en París, en el Elysée Palace Hotel rogó que le dieran tiempo para ducharse y cambiarse de ropa, pero regresó completamente desnuda y repartiendo bombones, sin que sus tretas seductoras y sus innegables encantos sirviesen para conquistar a los hombres que la habían capturado.

Unos meses después -antes de que finalizase la Primera Guerra Mundial- fue sometida en Francia a un juicio sumarísimo siendo acusada de espionaje, como doble agente de Alemania, aunque sin pruebas fehacientes por lo que actualmente la sentencia no tendría bases legales. Sin embargo fue condenada a muerte y ejecutada por un pelotón de fusilamiento el 15 de octubre de 1917, en Vincennes.

Mata-Hari pidió que no le disparasen a la cara

Su última voluntad fue que no le vendasen los ojos y pidió a los soldados que al dispararle no lo hiciesen a su cara. Tras de lo cual lanzó un beso de despedida a sus ejecutores y ha quedado constancia de que de los doce soldados que constituían el pelotón de fusilamiento, sólo cuatro acertaron con disparos en su cuerpo, uno de ellos en el corazón por lo que falleció al instante. Aunque ya no hacía falta, el oficial al mando, no obstante, la remató impíamente con un disparo de gracia en la sien.

Su hermoso cuerpo no fue enterrado, sino que lo utilizaron para el aprendizaje de anatomía en las clases prácticas de los estudiantes de Medicina. No obstante, antes su cabeza había sido embalsamada y quedó expuesta en el Museo de Criminales de Francia hasta el año de 1958, en el que alguien se las arregló para robarla. Y desde entonces ya no se ha sabido nada de su paradero final.

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