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Bueno, la filosofía y los primates

El filósofo quiso crear en Gijón una especie de "Escuela de Mileto" y poblar de monos Isabel la Católica para que los alumnos de Psicología hiciesen prácticas

Gustavo Bueno, en una fotografía tomada en Gijón en 2006, en los encuentros de filosofía. ÁNGEL GONZÁLEZ

Cuando en la Universidad de Oviedo comenzaban a moverse las aguas democráticas, un grupo de radicales tiró un bote de pintura roja al catedrático Gustavo Bueno al que se le acusaba ya de "lacayo del capitalismo", ante la pasividad de los policías "secretas" que asistían para controlar sus clases y saber de qué conspirábamos los alumnos del gran maestro de la filosofía.

Años más tarde, el catedrático Gustavo Bueno -harto del ambiente que había a su alrededor- tomó la decisión de aceptar la oferta del Ayuntamiento de Gijón para desarrollar su labor docente en unos locales disponibles en la antigua Escuela de Peritos de la entonces calle de Calvo Sotelo, con acceso independiente.

Y allí trasladó la División de Filosofía y Ciencias de la Educación, con el espíritu abierto a innovadoras técnicas de enseñanza y comunicación. Por entonces declaró ilusionado él e ilusionándonos a todos los que le escuchamos que venía a crear una especie de "Escuela de Mileto" a la orilla del Cantábrico y a poblar de monos en libertad los árboles del parque de Isabel la Católica para que sus alumnos de Psicología pudieran hacer prácticas.

Cuatro años antes ya se había suprimido el primer centro universitario en Gijón que había propiciado Torcuato Fernández-Miranda

Pero cuando algunos meses después cambió de criterio porque, al parecer, se encontraba en un estado de aislamiento intelectual y optó por retornar a Oviedo, la artillería pesada "gijonista" se alzó con una oleada de protestas a todos los niveles contra la decisión -saltándose la legalidad vigente, cuya vigencia fue reafirmada por los partidos políticos parlamentarios de manera unánime- de quitarnos la División de Filosofía, nuestro primer centro universitario -el famoso Colegio Universitario que había propiciado Torcuato Fernández-Miranda también había sido suprimido cinco años antes por el Ministerio de Educación, a pesar de que el edificio ya había sido construido con el proyecto hecho por el famoso arquitecto Ignacio Álvarez Castelao- por lo que se desvanecía la esperanza gijonesa de contar cuanto antes con un "campus" docente, con un Gustavo Bueno satírico e intransigente que renunciaba, sin dar explicaciones convincentes, ante la Corporación municipal.

El alcalde amenazó con separar la Caja de Gijón de la de Asturias y el rector fue declarado persona "non grata" por el Ayuntamiento Pleno

Con toda la carne sobre el asador, el alcalde de la mini-Corporación Municipal de la transición, Pedro Lantero, no tuvo inconveniente en amenazar con desenterrar el hacha de guerra, al defenderse con uñas y dientes con la advertencia de separar la Caja de Ahorros de Gijón de la de Asturias para que nuestra ciudad no fuese aplastada por la dictadura del centralismo descentralizador.

Así toda la ciudadanía amenazó con levantarse en pie de guerra promoviendo la celebración de una manifestación multitudinaria que -en forma de marcha por la autopista- culminaría con la toma simbólica de Oviedo ya que los gijoneses éramos numéricamente más. Cuando la temperatura "gijonista" se subió a la cabeza el concejal y empresario Julio Paquet amenazó a los partidos políticos con quedarse sin votos en las siguientes elecciones si se cruzaban de brazos y nada hacían por evitar la pérdida de la División de Filosofía y Ciencias de la Educación.

Y hasta la ciudad descubrió a nuevos vates que glosaron con rima y gracia tan decepcionantes eventos, como estos atinados versos de Jesús Luis García Peláez -el mentor desde "Asprocon" del inicio de la carrera política de su pupilo Francisco Álvarez-Cascos Fernández, de cuya asociación de constructores era gerente- leídos por su autor en plena sala de sesiones de la casa Consistorial cuando ediles y vecinos cavilaban sobre la estrategia política y social.

"Ya advertí, en otra ocasión

a través de los papeles

que volvería a sus cuarteles

la famosa División.

Me refiero, de contado

a los que en el Valdés Salas

por las buenas o las malas

habilitó el Rectorado

para que los estudiantes

de Navia a Peñamellera

duerman en La Escandalera

o en la calle de Cervantes.

Y está el asunto tan feo,

tan sucio y manipulado

que, aunque no sea diputado,

lo tomaré a cachondeo

o, si se prefiere, a coña

igual que hará el Ministerio.

Para que lo tome en serio

sólo queda Carantoña.

de quien es justo alabar

su pluma comprometida

en una causa perdida

bastante antes de empezar.

Poca fuerza la de Vos

contra una ciudad laureada.

Es "la de dios" Vázquez-Prada

es Orlando "la de Dios"

para cambiarles el tercio.

Ya veremos si, algún día,

la futura autonomía

va a moderarla "El Comercio".

Aquí, querido Francisco,

nada tenemos que hacer.

Se trata de componer

un fenomenal aprisco

en el que, en menos de un año

ocurrirá, a lo peor,

que Oviedo será el pastor

y Asturias será el rebaño.

Y no habla, no, la pasión

en el futuro al que aludo

pues, ni yo soy gijonudo

ni tú naciste en Gijón".

Una multitudinaria manifestación recorrió como protesta las calles principales de Gijón

Así que en enero de 1979, el pueblo de Gijón salió a la calle tras haber decidido el catedrático Gustavo Bueno retornar a Oviedo con su División de Filosofía y Ciencias de la Educación. Por primera vez en la historia, el alcalde de la mini-Corporación Municipal, Pedro Lantero -que había sido designado nuevo alcalde por el delegado del Gobierno tras la dimisión de Luis Cueto y de todos fieles concejales- encabezó una multitudinaria manifestación por las principales calles de la ciudad declarando, además, persona "non grata" al rector de la Universidad de Oviedo, Teodoro López-Cuesta y Egocheaga, al haber privado a la villa de Jovellanos de unas disciplinas universitarias.

Pero la batalla ya estaba perdida antes de iniciarse, una vez que la inicial ilusión de Gustavo Bueno se había desvanecido en la villa de Jovellanos y todo había quedado en agua de borrajas, dado que el filósofo había optado por retornar a la sombra del padre Feijoo.

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