Washington

El resurgimiento del reverendo Jeremiah Wright se ha convertido en el talón de Aquiles del senador Barak Obama que, consciente de los renovados ataques de los republicanos, ha decidido distanciarse de su ex director espiritual.

En un mitin pronunciado en Carolina del Norte ante unas 20 personas, el senador animó ayer a sus seguidores a permanecer en calma y minimizar, en lo posible, la «distracción» que han supuesto las apariciones públicas, ampliamente televisadas, del pastor. Wright, una persona muy próxima a Obama, fue quien le casó y quien bautizó a sus dos hijas.

El martes, mucho más enérgico, Obama había asegurado estar indignado por los comentarios que hizo el lunes el pastor, una figura muy cercana a su familia y a quien, hace sólo un mes, se negaba a repudiar. El lunes, Wright arremetió contra Obama por criticar sus sermones y afirmó que los ataques del senador por Illinois van contra «toda la Iglesia negra de EE UU».

Así las cosas, Obama tiene que desdecirse de su apoyo incondicional a Wright, ya que ahora se ha hecho más patente que nunca que el reverendo y sus comentarios polémicos pueden llegar a herir de muerte sus aspiraciones presidenciales.

Wright se convirtió en una figura polémica después de que saltaran a la luz extractos de varios de sus sermones pronunciados hace algunos años en los que decía cosas como que EE UU había sido en parte culpable de los atentados del 11-S por su política internacional.

También llegó a sugerir que el Gobierno de EE UU había inventado el virus del sida para destruir a la «gente de color», e invitó a los afroamericanos a entonar «Dios maldiga América» en lugar del tradicional «Dios bendiga América», para denunciar el racismo todavía rampante que sufre el país.

En un editorial publicado ayer el diario «The Washington Post» reconoce que se ha producido un giro radical en la actitud de Obama. Para el rotativo, el distanciamiento es más que necesario, dado que «cada comentario que hace el reverendo, abre una herida más honda en Obama».