Beirut

El hasta ayer jefe del Ejército, Michel Suleiman, fue elegido por el Parlamento libanés nuevo presidente de la nación, poniendo así fin a una larga crisis política que llevó al país al borde de la guerra civil. En una sesión extraordinaria, una aplastante mayoría de 118 diputados de un total de 127 presentes en la Cámara dio su confianza a Suleiman, único candidato, en una ceremonia en la que cuatro diputados mostraron sus reservas al proceso de elección, que, según subrayaron, viola la Constitución.

La Carta Magna libanesa establece que debe pasar un mínimo de dos años para que un alto cargo de la República ocupe otro puesto de alta responsabilidad.

El anuncio de la elección fue recibido con una explosión de júbilo en las calles de Beirut, donde se han establecido estrictas medidas de seguridad para evitar incidentes.

El nuevo presidente, el duodécimo de la República y candidato de consenso de todos los grupos políticos libaneses, muy enfrentados en casi todo lo demás, juró pocos minutos después el cargo, en el que permanecerá seis años, según la Constitución.

Suleiman, que debe encargar la formación de un Gobierno de unión nacional a un miembro de la mayoría parlamentaria, entre quienes suena con fuerza el nombre de Saad Hariri, convocó a sus compatriotas y a todas las fuerzas políticas a abrir una nueva página «con la mirada puesta en el futuro».

En este sentido, instó a los grupos rivales a avanzar por el camino del diálogo y no por el de la confrontación. El antiguo jefe del Ejército abogó por promulgar una nueva ley electoral que se fundamente en «el respeto de la voluntad popular», para lo que consideró necesario constituir una comisión especial.

También se mostró favorable a que el Líbano colabore con la formación de un Tribunal Internacional para investigar el asesinato del ex primer ministro libanés Rafik Hariri, ocurrido el 14 de febrero de 2005, y cuya formación permanece bloqueada desde el comienzo de la crisis, en noviembre de 2006, cuando los ministros chiíes se retiraron del Ejecutivo.

Suleiman también se refirió al grupo chií Hezbolá -el principal de la oposición- y, en particular, a su brazo armado, la Resistencia, y subrayó la necesidad de conservarla «para beneficiarse de ella dentro de una estrategia defensiva».

Sin embargo, puntualizó que las armas «tienen que estar dirigidas sólo contra el enemigo», en una clara alusión a los enfrentamientos que estallaron el pasado día 7 entre seguidores de la oposición y de la mayoría parlamentaria y que se prolongaron durante una semana, en la que al menos 65 personas perdieron la vida.